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06/07/2011

LA NACION, ante la acusación de YPF

La Nación

La empresa YPF sugiere, en una solicitada que se publica hoy, que LA NACION emplea una "política extorsiva" para obtener publicidad y utiliza su línea editorial para "denigrar a quienes no le son fieles avisadores".

YPF llega a esa conclusión a partir de la publicación del editorial del domingo pasado, titulado "Capitalismo de amigos", y de una carta enviada por el presidente del directorio de LA NACION S.A, Julio Saguier, al vicepresidente de YPF, Enrique Eskenazi, en la cual se manifiesta la inquietud de la sociedad editora del diario por su exclusión de las pautas publicitarias en los medios de comunicación del país por parte de la empresa petrolera.

El 26 de mayo, el presidente del directorio de LA NACION le dirigió una misiva al directivo de YPF en la que pone de manifiesto que, según informaciones oficiosas provenientes de esta empresa, el motivo de la discriminación publicitaria sería el malestar que habría ocasionado entre las autoridades de YPF alguna cobertura periodística relacionada con la petrolera.

El motivo de la carta, según el doctor Saguier, es "consultarlo sobre esta ruptura virtual de una relación inalterable de LA NACION con YPF de muchas décadas" y ponerse a su disposición para las aclaraciones que puedan considerarse oportunas.

En la nota, el presidente del directorio de LA NACION señala: "Nos cuesta imaginar que, a partir de la modificación del cuadro societario de YPF, se haya pasado a considerar la publicidad como una herramienta capaz de condicionar al periodismo en sus informaciones u opiniones sobre la empresa avisadora".

Cabe recordar que, en muchas ocasiones, LA NACION alertó desde sus páginas informativas y desde sus columnas editoriales sobre la utilización de la arbitraria distribución de la publicidad oficial, con el propósito de premiar a medios de comunicación dóciles frente al oficialismo y castigar a los más críticos del Gobierno. Esta práctica ha sido cuestionada por importantes organizaciones internacionales, tales como la OEA, la Sociedad Interamericana de Prensa, el Comité para la Protección de Periodistas y Reporteros sin Fronteras.

Se ha denunciado también desde estas páginas que el gobierno kirchnerista ha presionado a empresas privadas para que no pauten publicidad en medios que no demuestran complacencia con el oficialismo, algo que ocurrió, por ejemplo, tanto con la editorial Perfil como con el diario Crítica .

Una semana después, el 3 de junio, el señor Enrique Eskenazi envió una respuesta, que se publica por separado, en la que manifiesta que "la política" de LA NACION implementada "en los últimos años" ha herido su honor y el de su familia. "Como lector de su diario desde hace más de 50 años, cuyo prestigio de seriedad periodística es indiscutible, no logro entender lo sucedido", expresa el vicepresidente de YPF, quien además puntualiza que "la libertad de prensa está asegurada no sólo cuando los medios de opinión tienen la valentía de resistir las presiones de los que quieren limitarla, sino y es esencial, la obligación moral y responsabilidad de reconocer las inexactitudes que pueden haberse cometido en algunas publicaciones".

El 22 de junio, el doctor Saguier, en una nueva carta dirigida al señor Eskenazi, entre otras consideraciones, expresa que la línea editorial del diario nunca ha pretendido de- sacreditar la larga trayectoria del Grupo Petersen, asociado a la familia Eskenazi, sino que lo que ha puesto en tela de juicio ha sido el significado de su incorporación a YPF.

"En lo que insisto, sí, es que se ha hecho a LA NACION pasible de una política de discriminación publicitaria como consecuencia de haber preservado ella una independencia editorial e informativa de la que se siente orgullosa, a pesar de los costos que eso conlleva en particular en algunos tiempos del país. Y en esto está en juego la libertad de prensa", expresa el presidente del directorio del diario.

Capitalismo de amigos
El domingo pasado, LA NACION publicó un largo editorial titulado "Capitalismo de amigos", que puede leerse en el link http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1283545 , en el cual se señala que "la maquinaria regulatoria y administrativa del Estado está funcionando para que algunos amigos del poder puedan desembarcar en empresas como Telecom, Metrogas o Edesur".

El editorial reitera la estrategia que ha caracterizado al gobierno kirchnerista de asfixiar a ciertas compañías de servicios públicos con congelamientos tarifarios, con el fin de forzar a sus concesionarios o dueños a abandonar esas empresas para que el Estado o grupos afines al Gobierno se apoderen de su control.

La nota de opinión dedica dos párrafos a YPF, en los que se menciona la transferencia de una parte de esta empresa petrolera a Petersen Energía, sociedad de la familia Eskenazi, dueña también del Banco de Santa Cruz y otros bancos provinciales.

Destaca el editorial que la razón última por la que se había alentado la venta de esos activos a un grupo local fue el incremento de la inversión petrolera, pero sucedió todo lo contrario. Y agrega que "los socios se reparten en dividendos la mayor parte de las utilidades, sobre todo para que el grupo argentino pueda pagar con esos dividendos las acciones que compró".

En la solicitada de YPF que se publica hoy, la empresa considera falsa la afirmación de que su inversión petrolera haya caído y esgrime que el año 2008 fue el de mayor inversión de la última década, con 2150 millones de dólares.

Sin embargo, un análisis de las cifras de la empresa confirma lo apuntado por LA NACION. En 2008 la inversión de YPF fue de 7043 millones de pesos, superior a los 6187 millones de pesos del año anterior, pero mucho más baja en relación con el flujo neto de fondos destinados a actividades operativas. Es decir, en relación con los fondos disponibles, invirtió más en 2007 que en 2008, aunque la cifra sea menor. Por otra parte, en 2009 se verifica una nueva caída de la inversión, que fue de 5603 millones de pesos, tanto en términos absolutos, como en relación con el flujo neto de fondos con respecto a 2007.

La publicación del editorial, cuyo contenido LA NACION ratifica en todos sus términos, motivó la solicitada de YPF en la que se sugiere que el diario aplica una "política extorsiva".

El intercambio de cartas: los textos completos que se enviaron Julio Saguier y Enrique Eskenazi

La Nación
Carta de Julio Saguier 26/5/2010

Señor vicepresidente del Directorio de YPF S.A., Don Enrique Eskenazi:

Molesto su atención a fin de ponerlo en conocimiento de una inquietud de la sociedad editora del diario LA NACION, cuya presidencia ejerzo. Se trata de la política instrumentada de un tiempo a esta parte por las autoridades de YPF a raíz de lo cual LA NACION ha sido excluida, de manera sistemática, de sus pautas publicitarias de los medios de comunicación del país.

Según informaciones oficiosas provenientes de YPF, el motivo de la discriminación sería el malestar que habría ocasionado entre las autoridades de la empresa bajo su dirección alguna cobertura periodística de nuestro diario en relación precisamente con YPF. Se nos ha hecho saber, en tal sentido, que el fastidio estaría referido, en particular, a una serie de notas en las que un columnista del diario se ocupó de las actividades de YPF y a las que la empresa respondió, en octubre último, con una solicitada publicada en todos los diarios de la ciudad de Buenos Aires. Entre ellos, LA NACION.

Nos cuesta imaginar que, a partir de la modificación del cuadro societario de YPF, se haya pasado a considerar la publicidad como una herramienta capaz de condicionar al periodismo en sus informaciones u opiniones sobre la empresa avisadora. Es difícil imaginarlo por lo que supone aceptar un criterio de ese calibre.

Es difícil imaginar tal hipótesis, porque involucra a una organización con la tradición de liderazgo indiscutido de YPF, cuya estrategia de imagen y comunicación se ha atenido, hasta donde lo hemos sabido siempre, a principios y estilos apropiados a empresas de su jerarquía y actuación en países dotados de tradiciones y de un ordenamiento constitucional como el que está vigente en la República Argentina.

El motivo de esta carta es, pues, consultarlo sobre esta ruptura virtual de una relación inalterable de LA NACION con YPF de muchas décadas y de ponerme a su disposición para las aclaraciones que, de su parte, puedan considerarse oportunas. Hace meses frente a las primeras manifestaciones de la situación que motiva esta carta, procuré, sin éxito, comunicarme con su hijo, Sebastián.

Como comprenderá, en 140 años de existencia un diario como LA NACION ha atravesado situaciones de naturaleza parecida, que el tiempo resolvió. Pero eso no es óbice para que exprese a usted, con absoluta franqueza, nuestra preocupación y asombro, no ya en lo que concierne a nuestro diario, sino al interés general y a todo lo que todo esto pueda significar en el contexto de tensiones que afectan al país y a la plenitud de una libertad de prensa que, mal podría dudarlo, usted y sus asociados en YPF han de valorar en plenitud.

Me pongo, pues, una vez más a su disposición y saludo a usted cordialmente,

JULIO SAGUIER
Presidente de S.A. LA NACION



Carta de Enrique Eskenazi 3/6/2010

Estimado Saguier:

Recién el lunes pasado tuve oportunidad de recibir su carta fechada 26 de mayo de 2010. El tono y conceptos vertidos en la misma me sorprendieron tanto como la política que Uds. en los últimos años han implementado contra mí, hiriendo mi honor y el de mi familia.

Como lector de su diario desde hace más de 50 años -cuyo prestigio de seriedad periodística es indiscutible- no logro entender lo sucedido. Algunos han traducido el manejo de esta situación como conductas ideológicas y/o antisemitas. Personalmente no lo creo, pero la lectura de las múltiples agresiones gratuitas durante dos años sin pedir una sola aclaración de sus dudas y errores de información sobre YPF, desgraciadamente repetidos, obligó a nuestra compañía a publicar una solicitada en todos los diarios nacionales y casi todos los provinciales referente a esta situación.

Luego de haberse completado el acuerdo con YPF describí a Ud., a otro importante periódico nacional y a un grupo de dirigentes políticos nuestros objetivos. Sin embargo, fueron Uds. los únicos elementos disonantes sin causa. Hoy puede verificar analizando los hechos transcurridos el cumplimiento de nuestras metas muy positivas para la Argentina y explicadas al inicio de este proyecto a Ud. y sus dos hermanos en dos ocasiones.

Por otra parte, considerando la orientación comercial que básicamente tiene su misiva decidí pasarla al Sr. Sergio Resumil, Director de Comunicación e Imagen de YPF para su análisis y respuesta.

En Agosto próximo cumplo 60 años de labor empresaria con profundas raíces en mi país. Como estudiante sufrí expulsión de la Universidad, cárcel por meses, fui líder fundador de COPAL y su primer presidente, invitado por la OEA di conferencias en América Latina. Promoviendo nuestro país diserté en Bélgica, Inglaterra y Estados Unidos, construí y aún dirijo cinco fundaciones dedicadas a la excelencia en la cultura y educación, con el INTI fundé un Centro de Investigación que presidí muchos años, condecorado en el exterior, etc., etc.

Como final, desde mi punto de vista, la libertad de prensa está asegurada no solo cuando los medios de opinión tienen la valentía de resistir las presiones de los que quieren limitarla, sino y es esencial, la obligación moral y responsabilidad de reconocer las inexactitudes que pueden haberse cometido en algunas publicaciones y que distorsionan la interpretación de los lectores.

Cordialmente

ENRIQUE ESKENAZI
Vicepresidente de YPF S.A.



Carta de Julio Saguier 22/6/2010

Señor vicepresidente del Directorio de YPF S.A., Don Enrique Eskenazi:

Contesto las líneas que, con fecha 4 del actual, usted me ha dirigido a raíz de la carta que le envié sobre las relaciones entre YPF y LA NACION.

Hay dos partes contrastantes con el tono general utilizado tanto en su respuesta personal, que le agradezco, como la que llegó también a mis manos con la firma del señor Director Ejecutivo de Comunicación e Imagen de la empresa.

En una de aquellas partes, reconoce usted que no logra entender lo sucedido después de 50 años de leer nuestro diario, "cuyo prestigio de seriedad periodística -afirma- es indiscutible". Celebro, como no es para menos, esa afirmación.

En la otra parte, el señor Resumil deja constancia de que el equipo de comunicación empresaria a su cargo "mantiene una fluida relación profesional, no exenta de debates pero jamás condicionada" con decenas de periodistas de la Redacción de LA NACION. También celebro esas palabras, que objetivan una política invariable de alto profesionalismo de todas las áreas de la Redacción del diario.

Ambas afirmaciones son correctas. Tomo nota de que en ellas se haya expuesto en forma abierta, sin reticencias, algo tan revelador del espíritu que trasunta LA NACION en el trato diario con la gente y las instituciones. Ese es el espíritu de sus páginas, se compartan o no la doctrina editorial que exponen y el estilo de las afirmaciones y comentarios de toda índole que se publican sobre la base de un pluralismo militante.

Incluso, en la manifestación, volcada por usted, de que haya habido "algunos" que interpretaran actitudes antisemitas en críticas publicadas en relación con el desenvolvimiento de YPF, ha sido oportuno que usted dijera que descree de ellas. Podría, además, haber dicho, en el carácter de lector de cincuenta años de LA NACION, que pocos diarios en el mundo han tenido a través de su historial una posición tan justa y humanitaria en cuestiones raciales como el nuestro. No solo por la condena de LA NACION a las persecuciones sufridas por el pueblo judío en el mundo, sino por el aliento constante otorgado a las contribuciones del judaísmo argentino a la sociedad argentina en su conjunto.

Las páginas de nuestro diario han estado permanentemente abiertas a escritores y periodistas judíos, alguno de los cuales, como Alberto Gerchunoff, integra la galería de intelectuales que más valiosos aportes han hecho al periodismo argentino. El Estado de Israel ha encontrado por su parte en LA NACION -como ha sido reconocido en múltiples oportunidades por sus gobernantes y por las organizaciones representativas de la comunidad judía en la Argentina- un diario confiable en cuanto a la ecuanimidad de trato en las cuestiones de carácter internacional que le conciernen. Esto ha abarcado, por cierto, todo lo que se corresponde respecto de las relaciones con nuestro país. De modo que ha hecho usted bien en no haberse plegado a una inferencia que, además de inexacta, ha sido malévola y rechazo por despreciable. Valerse de ella habría sido una utilización capciosa y frívola de la aberración moral y política que es el antisemitismo.

Como presidente de la sociedad editora de LA NACION asumo, como lo han hecho mis predecesores, una política firme de respeto y de apoyo a nuestros redactores y colaboradores cualquiera sea el poder que se movilice para atacarlos e intimidarlos. Esa política, como es natural, llega hasta el límite en que alguien presentara pruebas fehacientes e irrefutables que introdujeran en nuestro ánimo la decisión de cancelar una confianza de aquella naturaleza, propia de un diario de nuestro carácter e indispensable en el ejercicio muchas veces azaroso de la actividad periodística.

En este punto advierto que ha habido en nuestra correspondencia epistolar una diferencia de criterios, que seguramente nada dice de nosotros, pero sí del conflicto entre las empresas que nos involucran. Fíjese: usted ha debido apelar a un adverbio endeble para el caso -"sugestivamente"- al insinuar una relación entre las notas publicadas sobre YPF con la firma de uno de nuestros serios y más prestigiosos colaboradores y la ruptura con un servicio informativo de éste con el que nada tiene que ver, conviene aclararlo, el diario cuya sociedad editora presido.

Usted entra en ese punto en el resbaladizo terreno del juzgamiento de intenciones -propio, por lo demás, de los tribunales de conciencia, no de los tribunales de Derecho-, pero las notas que al parecer han provocado su incomodidad comenzaron a publicarse antes de esa ruptura, según se ha encargado de aclarar a nuestro diario ese colaborador.

Además, se ha publicado en LA NACION sobre vuestra empresa un editorial que ha sido descalificado por el señor Director de Comunicación e Imagen de YPF en su respuesta. ¿Necesita de mi afirmación de que ese editorial ha sido producto de una libre interpretación de hechos en el espacio reservado al ideario doctrinario de un diario de cuyo prestigio usted no duda, sentimiento del que por mi parte no tengo tampoco razones para dudar? En esa misma línea cabe rechazar como inaceptable y contraria al historial del diario la idea de que LA NACION se haya propuesto instrumentar acción alguna contra usted y su familia.

En ningún momento, tampoco se ha pretendido desacreditar la larga trayectoria del Grupo Petersen. Lo que ha estado en tela de juicio desde la perspectiva de LA NACION ha sido el significado de su incorporación a YPF.

De igual modo debo decir que sólo una lectura deficiente de mi carta del 26 de mayo pudo haber llevado al ánimo de nadie la interpretación de que ella tenía una motivación "comercial" y no de principios. Tal vez podamos ponernos de acuerdo en que las acciones de índole comercial pueden afirmar o debilitar el orden de valores de la vida de acuerdo con la conducta que los sistematice.

No sería necesario escribir una sola línea para convencer a LA NACION de una convicción que ha sostenido durante 140 años de existencia: la libertad de empresa. De modo, pues, que ha sido irrelevante en la respuesta del funcionario aplicado a cuestiones de imagen en YPF que con espontaneidad ha tenido a bien escribirme, la mención de ese punto.

En lo que insisto, sí, es que se ha hecho a LA NACION pasible de una política de discriminación publicitaria como consecuencia de haber preservado ella una independencia editorial e informativa de la que se siente orgullosa, a pesar de los costos que eso conlleva en particular en algunos tiempos del país. Y en esto, insisto, está en juego la libertad de prensa. O sea, uno de los baluartes estratégicos del orden constitucional argentino.

La gravedad, entonces, del tipo de decisiones adoptada por YPF está en relación directa con el contexto general que prevalezca en el país en una circunstancia dada.

Ni aun en las más adversas de las situaciones a las que ha estado sometida por los vaivenes de la política y de las cuestiones sociales, LA NACION ha dejado de aferrarse a los principios que consagran su identidad de toda la vida. Eso no le ha impedido dejar siempre las puertas abiertas al diálogo y la reflexión compartida con quienes no piensan como ella.

Un lector de cincuenta años tan calificado como usted ha tenido tiempo suficiente para verificarlo y adoptar en la hora apropiada del caso los comportamientos a que ello invita.
Reciba el cordial saludo de,

JULIO SAGUIER
Presidente de S.A. LA NACION
Antecedentes (11-07-2010)

Capitalismo de amigos

La Nación

La dificultad que exhibe la cultura política predominante para distinguir la esfera pública de la privada en el orden de los negocios es una de las limitaciones más importantes que encuentra el desarrollo de una economía abierta y competitiva en la Argentina.

En las últimas semanas, el Gobierno ha ofrecido nuevos y más graves ejemplos de esta carencia. La maquinaria regulatoria y administrativa del Estado está funcionando para que algunos amigos del poder puedan desembarcar en empresas como Telecom, Metrogas o Edesur.

En todos los casos se repite un mismo curso de acción con la misma matriz mafiosa. Los funcionarios acorralan de manera arbitraria a accionistas de una determinada empresa, en especial si son extranjeros, para que, al cabo de un tiempo, no encuentren otra salida que desprenderse de su propiedad. Esa forma de operar con graves desvíos de poder deteriora el valor de los activos, allanando todavía más el camino de acceso a los nuevos dueños. El dispositivo por el cual se fuerza la venta puede variar, según la compañía. En el caso de Telecom, por ejemplo, se utilizaron resoluciones de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia y de la Secretaría de Comunicaciones, que fueron luego invalidadas por la Justicia. Mientras tanto, de manera informal, desde lo más alto del poder se les fueron "recomendando" a los italianos distintos compradores a los cuales transferir sus acciones.

Para Metrogas se eligió el método de asfixiar a la compañía con un congelamiento en sus ingresos que se prolongó ya más de una década. Durante ese período se pesificaron las tarifas, aumentaron los costos y se aceleró la inflación. Ese cuadro de dificultades impidió a Metrogas hacer frente a sus deudas, lo que le sirvió de excusa al Gobierno para introducirse en ella a través de una vidriosa intervención. Ahora, los funcionarios apadrinan a un par de empresarios amigos para que se queden, a bajo precio, con las acciones de British Gas, una de las dueñas de la empresa. Entre esos candidatos figuraría Electroingeniería, la compañía de Gerardo Luis Ferreyra -ligado desde antaño al secretario legal y técnico, Carlos Zannini-, que ya controla el 50 por ciento de Transener gracias a la presión que, en su momento, ejerció el Poder Ejecutivo sobre Petrobras, la antigua socia de esa transportista de electricidad para que se desprenda de este activo.

Petrobras acaba también de ser forzada a desprenderse de una refinería y una cadena de estaciones de servicios. El factor determinante fueron aquí los precios regulados por el Gobierno. El pase de manos fue a favor de otro mimado del poder, el zar local del juego Cristóbal López, titular de una de las fortunas de crecimiento más vertiginoso en estos años.

En el sector energético es un secreto a voces que encumbrados funcionarios del Ministerio de Planificación están ejerciendo su influencia para que López se quede también con las acciones de Petrobras en la distribuidora de electricidad Edesur, a pesar de que la venta de ese activo se venía negociando desde hace mucho más de un año con otros grupos económicos.

Telecom, Metrogas y Edesur son sólo tres ejemplos de una misma forma de ejercer el poder público para enriquecer a privados. Ese modus operandi se trasladó también a las relaciones con Venezuela, como se está advirtiendo, no sin escándalo, en estos días. Coinciden los métodos y también se repiten los nombres. Electroingeniería es una de las empresas al servicio de las cuales operó y opera la diplomacia paralela bolivariana.

Esta subordinación del sector público al privado está favorecida en la Argentina por una aberración institucional y por un extravío ideológico. La aberración institucional, que esta página editorial no se cansará de denunciar, es la confusión entre Estado y gobierno, gobierno y partido, partido y caudillo. Dicha identificación malsana, que recorre la historia argentina desde antiguo, supone que los ciudadanos que llegan, por elección o por delegación, a ocupar la función pública, pueden apropiarse de la ley y regular la vida de los otros según su capricho. Privatizada la norma, se extienden luego los beneficios de esa privatización a sus amigos o benefactores. Esta deformación, que es la matriz de la corrupción, se soporta en un desvarío conceptual que consiste en entender la propiedad privada como una asignación graciosa del poder público.

Esta visión anida en el subsuelo cultural de buena parte de la sociedad argentina y, sobre todo, de parte de su dirigencia. Para ella la riqueza es un beneficio que concede el caudillo. Los empresarios son, por lo tanto, concesionarios en el sentido más pleno de la palabra.

Es habitual que estas desviaciones y prejuicios se escuden en algunos lugares comunes que son aceptados, en general, sin discusión. Uno de ellos es que resulta más conveniente que los negocios sean desarrollados por empresas nacionales. Es un criterio muy discutible. Sobre todo porque renuncia de antemano a la capacidad, autoridad y autonomía del Estado para establecer y hacer valer reglas generales, es decir, válidas para autóctonos o foráneos.

Pero ese punto de vista se vuelve más controvertido cuando la sociedad en la que se lo promueve carece de especialistas en la producción de bienes o en la prestación de servicios que se está asignando con el criterio de la nacionalidad. Es lo que se ha verificado en estos tiempos de Kirchner. La supuesta ventaja del empresariado nacional sirvió como pretexto para otorgar responsabilidades delicadas, sobre todo en los servicios públicos, a un empresariado que no ofrecía antecedentes de idoneidad. Esa anomalía suele envolverse, para esconder su mala índole, en la engañosa bandera de la "argentinización".

La urgencia por contar, como sea, con una "burguesía nacional" no sólo presenta deficiencias lógicas. En estos años, tampoco ha funcionado en la práctica. Tal vez el caso más notorio sea el de la transferencia de una parte de YPF a Petersen Energía, una sociedad de propietarios argentinos, la familia Eskenazi, dueña también del Banco de Santa Cruz y otros bancos provinciales.

La razón última por la que se había alentado la venta de esos activos a un grupo local fue que, de ese modo, se incrementaría la inversión petrolera. Pero sucedió todo lo contrario. YPF viene invirtiendo, si se comparan rentabilidades y precios de productos, mucho menos que en los años 90. Además, los socios se reparten en dividendos la mayor parte de las utilidades, sobre todo para que el grupo argentino pueda pagar con esos dividendos las acciones que compró. La antítesis del riesgo empresarial.

La superposición del supuesto interés nacional con el interés de un grupo de empresarios allegados al Gobierno tiene efectos nefastos para la construcción de una economía libre y pujante, porque amenaza seriamente la propiedad privada y deprime el clima de negocios e inversión.

El empresariado prebendario que se desarrolla bajo el imperio de estas prácticas adquiere vicios difíciles de desarraigar. En vez de estar atentos a las demandas de sus clientes y usuarios, los responsables de las compañías se vuelven más perceptivos a las expectativas y necesidades de los funcionarios, ya que son ellos, y no el mercado, quienes les asignan su porción de riqueza. El mérito es sustituido por los contactos y el emprendedor se transforma en lobbista.

Este régimen de prácticas les ha impuesto a muchos inversores internacionales la necesidad de contar con un socio local para moverse entre nosotros con menos dificultades. Se trata de uno de los signos más elocuentes del repliegue de nuestro país hacia el aislamiento. Indica que la Argentina ha renunciado a manejar su vida pública con arreglo a las pautas que rigen la economía civilizada. Supone que se trata de una sociedad en la que, para realizar operaciones convencionales, hace falta un traductor de códigos cifrados.

Este capitalismo de amigos, que oculta mal su fondo extorsivo, obliga a la ciudadanía a hacer frente a precios altísimos. En principio, porque el riesgo político que supone estar a merced del capricho de los funcionarios aumenta mucho el costo del capital y, por lo tanto, encarece las prestaciones que, de un modo u otro, paga siempre el público usuario o consumidor.

Pero hay un daño menos tangible. Las prebendas del empresariado, su contubernio con el poder político, refuerzan un viejo prejuicio nacional: la presunción de que, detrás de la creación de riqueza por parte del empresario hay algo espurio, hay un pecado. Tal vez sea ésa la mayor barrera que debe sortear la Argentina para, de una vez por todas, superar el ignominioso escándalo de la marginación y la pobreza de muchos de sus habitantes.

 


La pelea entre YPF y el diario La Nación

 

Perfil

La petrolera Repsol-YPF publicó hoy en la prensa una solicitada en la que acusa al diario de los Mitre de una "política extorsiva", luego que el diario había cuestionado una transferencia de acciones al sector privado y falta de inversiones. YPF divulgó que el presidente de La Nación S.A. le solicitó a través de dos cartas el retorno de publicidad para el diario. En los escritos, el matutino "acusaba de discriminación" y "amenaza de libertad de expresión" a YPF, según reveló esta empresa, por una medida que no aplicaba en otros medios escritos también críticos con el Gobierno.

El motivo de la falta de anuncios de la petrolera en La Nación surgió como respuesta a una reciente editorial titulada " Capitalismo de Amigos" (10 de julio) que publicó el diario. En el extenso artículo de opinión, La Nación acusó a los Kirchner de utilizar la "misma matriz mafiosa" en las grandes compañías de servicios y estatales para hacer entrar a sus "empresarios amigos".

El matutino cuestionó esa emergente "burguesía nacional" al servicio de la Casa Rosada y apuntó que "el caso más notorio es la transferencia de una parte de YPF a Petersen Energía, una sociedad de propietarios argentinos, la familia Eskenazi, dueña también del Banco de Santa Cruz y otros bancos provinciales".

En ese caso, La Nación advirtió que "la razón última por la que se había alentado la venta de esos activos a un grupo local fue que, de ese modo, se incrementaría la inversión petrolera. Pero sucedió todo lo contrario. YPF viene invirtiendo, si se comparan rentabilidades y precios de productos, mucho menos que en los años 90".

A todo esto, Repsol-YPF señaló que "se ve obligada a responder los agravios editoriales" y encuadró el editorial de La Nación como "claro ejemplo de cómo el diario denigra a quienes no le son fieles avisadores". En el escrito la petrolera negó la disminución de inversiones en una serie de artículos e incluso aseguró que "el año 2008 fue el de mayor inversión de la última década".



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