Eva Paole tiene un par de perros, un documento que dice que nació hace 68 años, un mate, un hablar pausado y sereno, tres hijos, un montón de nietos, el apodo de “Chacha”, una casa modesta, una jubilación de 680 pesos, un puñado de pocas cosas más y, sobre todo, el papel protagónico de una verdadera historia de novela.

Ayer, tal como ella venía sosteniendo desde hace nueve años ante la justicia civil, los análisis de ADN confirmaron que es la hija de un rico hacendado, Rufino Otero, muerto hace 24 años, quien dejó campos y otros bienes en La Pampa por nada más ni nada menos que 40 millones de dólares.

Los pobladores de General Acha, ubicada 120 kilómetros al sur de Santa Rosa, dicen, no sin picardía, que no les vayan con telenovelas venezolanas. Ellos siguen desde hace años una telenovela local, en vivo y en directo, con actores con los que se cruzan en la calle: la novela de los Otero.

Una historia de esas donde no faltan tampoco las muertes, los comentarios y los silencios de todo un pueblo, y hasta los robos y los cambios de cadáveres. “Es cierto. Parece una novela”, reconoce Eva Paole a La Nacion. “Pero por suerte ya va terminando”, agrega, sonriendo, la protagonista.

Cualquier lugareño le dirá a un foráneo que Otero fue un poderoso productor agropecuario, que fue dueño del almacén de ramos generales La Moderna y que estaba casado, pero que nunca tuvo hijos con su esposa. En 1983 murió y, según recitan los memoriosos, dejó 26 campos con un total de 50.037 hectáreas, 15 inmuebles, miles de vacunos, un departamento en Barrio Norte, en Buenos Aires, y dos aviones.

La herencia quedó en manos de la viuda de Otero, Elisa Arenaz. Pero en 1990, poco antes de su muerte, todos los millones y los campos pasaron a engrosar la billetera de su sobrino, Darío Hernán Sarasola Arenaz.

No fue necesario que apareciera ninguno de esos inventivos guionistas de tevé. En la mañana del 2 de agosto de 1999 directamente apareció Eva Paole en un juzgado, se paró frente a un juez y le dijo lo que todo el pueblo decía, por lo bajo, desde que era niña: que era hija no reconocida de Rufino Otero.

Su madre, Josefa, había sido empleada doméstica de los Otero. Eva Paole inmediatamente pidió un análisis de ADN para probar que era hija extramatrimonial y sucedió lo que habitualmente sucede en las novelas: profanaron la tumba y cambiaron el cadáver.

-Eva, ¿usted siempre supo que era la hija de Rufino Otero?

-No, nos enteramos de casualidad hace unos años Mi madre jamás me dijo algo y yo jamás pregunté. Fuimos una familia de trabajo. Yo quedé viuda a los 26 años y mis hijos empezaron a trabajar en los campos a los 11 años. Y hace unos diez años una persona, al ver cómo trabajaban mis hijos, dijo: "Pensar que su madre es hija de Rufino Otero y con toda la fortuna no tendría que trabajar tanto". Eso lo escuchó otro vecino y se lo dijo a mis hijos. Uno de mis hijos me lo contó y yo no le creí. Pero resulta que empezaron a averiguar y lo sabía casi todo Acha. Pero nadie me decía nada porque creían que yo ya sabía

-¿Usted conoció a su padre, Rufino Otero?

-Mucho. Mi marido trabajaba en uno de los campos de Otero, el San Ernesto. Y yo vivía en el campo.

-¿Nunca le dijo nada?

-Jamás. Aunque ahora, a la distancia, siento que tenía un trato especial con nosotros. Más que nada con el hijo más grande mío.

Robo de cadáveres

El cuerpo de Rufino Otero no apareció más. El cadáver fue robado y cambiado 45 días después de la denuncia judicial de Eva Paole. Se constató la rotura de partes del cajón y que el cuerpo estaba desnudo, cuando todos recordaron que, mientras lo velaban, Otero estaba vestido.

El Primer Centro Argentino de Inmunogenética (Pricai), dependiente de la Fundación Favaloro, desechó el 11 de agosto de 2006 algún tipo de vínculo biológico entre el cadáver que apareció en la tumba de Rufino Otero y el cuerpo de su madre, Justina Porras. Así se confirmó el robo.

El año pasado, además, una persona, según consta en una denuncia policial anónima, dijo que conocía a quienes habían sacado el cadáver y aseguró que el cambio de los cuerpos se hizo en el campo que era de los Otero.

También dijo que el muerto que estaba en el cajón de Rufino Otero era de la localidad de Toay y que el cadáver del hacendado, siempre según esa denuncia anónima, había sido llevado al cementerio de Morón, donde había sido finalmente cremado para borrar todos los rastros.

Uno de los sepultureros que fueron presuntamente contratados para cambiar el cadáver falleció: se cayó de un andamio mientras pintaba un edificio, luego de que, siempre según esa versión, se había quejado del poco pago del "trabajo" en el mausoleo de los Otero.

El año pasado hubo más muerte: falleció en Buenos Aires, a causa de una enfermedad terminal, Darío Sarasola Arenaz, el hombre que había recibido la multimillonaria herencia.

Para tratar de establecer quién era padre de Eva se tomaron numerosas pruebas de ADN. Ayer se supo que el Pricai confirmó que Eva Paole es nieta de Justina Porras, la madre de Rufino Otero.

El análisis genético estableció un índice de coincidencia del 99,93 por ciento. Ahora se espera que se inhiban los bienes controlados hasta el momento por los Sarasola.

Eva, la mujer que cobraba 680 pesos, ahora es multimillonaria.

-Eva, ¿qué va a hacer con tanto dinero?

-Primero hay que ver si quedó algo de ese dinero -dice entre risas-. Sé que se ha vendido mucho. Pero yo no creo que cambie. Yo soy así: sencilla. Bueno, pero capaz que me pueda comprar algo, no sé.

Por Sergio Romano