Se evaporó la confianza en el desacople de los emergentes
El Cronista/ Financial Times, Buenos Aires
Parte del dinero que ingresó a los mercados emergentes apostaba a mayores alzas en los precios de las materias primas. Ahora los inversores buscan refugios más seguros
DAVID OAKLEY
Hace sólo seis meses, algunos analistas se atrevían a preguntar algo antes impensable: ¿podrían Rusia y otros mercados emergentes ser refugio frente a la tormenta financiera occidental?
Definitivamente, los mercados emergentes generaron su cuota de shocks en el pasado, al menos en 1998 cuando Rusia se encontraba entre las mayores víctimas de la pérdida de confianza de los inversores.
Pero se creía que la abundancia de commodities de alto precio y las economías de rápido crecimiento, con las que muchos de estos países fueron bendecidos, podían protegerlos en parte de la actual crisis bancaria transatlántica.
Ahora, cualquier confianza en este “desacople” se ha evaporado. Los inversores retiraron su dinero de Rusia a una velocidad no vista desde la crisis del rublo en 1998. En todo el mundo, se están volviendo a replantear las perspectivas de los mercados en otros países, desde Brasil hasta Corea del Sur.
Durante el último semestre el ánimo en los mercados emergentes empeoró, aseguró
Nigel Rendall, estratega de mercados emergentes en RBC
Capital Markets. “Hace seis meses, hasta se mencionaba a Rusia como un refugio seguro debido al alza de los precios de los commodities, pero ahora esa opinión es ridícula. Los mercados emergentes no son inmunes a lo que ha pasado en el resto del mundo”.
En cierto modo, el cambio refleja el reconocimiento de que un factor que impulsó a los mercados emergentes en los últimos años fue el dinero extranjero, dado que los inversores occidentales buscaban formas de obtener buenos retornos.
En realidad, las consecuencias de eso fueron enormes: entre marzo de 2003, el comienzo de la corrida alcista, y fines de 2007, las acciones de mercados emergentes subieron espectacularmente a medida que las economías se expandían. Durante ese período, el índice accionario MSCI Emerging Market trepó cerca de 300%.
Las cuatro economías emergentes más grandes –Brasil, Rusia, India y China– encabezaron la tendencia. El índice ruso Micex subió 470% entre marzo de 2003 y su pico registrado el 19 mayo de este año. Desde entonces retrocedió 56%, porque los inversores occidentales que pusieron su dinero en esos mercados empezaron a sentir presiones. La liquidez fue disminuyendo a medida que aumenta la aversión al riesgo.
A esto se le suma la incertidumbre sobre el futuro del sector de materias primas. Parte del dinero que ingresó a los mercados emergentes durante el año pasado se vio atraído por la esperanza de mayores alzas en los precios de su producción, desde petróleo hasta cacao.
Pero la agitación de los últimos días provocó fuertes descensos en algunos commodities, como el crudo. Y si el crecimiento de la economía se desacelera el año próximo, como resultado de la crisis financiera, este descenso de precios podría continuar.
Los optimistas aseguran que todavía hay buenas razones fundamentales que indican que el futuro de muchos mercados emergentes debería ser brillante. Países como India y China se benefician con el crecimiento de su clase media y su sólida base industrial.
Además, tras el shock de los mercados emergentes en 1998, muchos países en desarrollo mejoraron sus políticas macroeconómicas, al punto de avergonzar a otros países de Occidente.
Países vulnerables En los países en desarrollo, las políticas macroeconómicas han mejorado, pero en forma despareja. Los países del Báltico, por ejemplo, tuvieron enormes déficits de la cuenta corriente durante los últimos años, lo cual podría llevarlos a ser vulnerables a un shock cambiario. Lo mismo podría decirse de Turquía, Hungría y Sudáfrica.
Si bien los inversores solían estar dispuestos a pasar por alto esos pecados, en el actual clima de nerviosismo ya no lo están. Ahora tienen en cuenta todos defectos, ya sea que estén vinculados a un banco o una compañía no financiera.