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LUKSIC: MINERÍA AÚN NO SALE DE LA CRISIS
29/09/2009

GRACIAS RAÚL

Enernews

Hoy parece fácil, absolutamente fácil.

Pero hace un cuarto de siglo, apenas ayer, las convicciones democráticas no eran una moneda muy corriente en la Argentina. Normal y lógico: 50 años sesgados por las asonadas militares habían gestado un escenario en el cual botas y sables en el poder parecían una emanación del Derecho Natural.

"Al chapulín colorado que lo vamos a matar, que no se ponga a revisar cosas" era el tenor de los mensajes que recibían Alfonsín y sus íntímos a diario desde los cuarteles. Pero contra todo pronóstico, el flamante gobierno democrático hizo un check list de los crímenes y tropelías de la dictadura. Y enjuició y encarceló a sus máximos responsables.

Después vino lo que vino. Semana Santa y el retroceso ante la embestida carapintada, el Plan Austral, el Plan Primavera, la hiperinflación, el anticipado traspaso del poder a Carlos Menem.

Y más tarde más, porque este país, cuando de emociones se trata, no se priva de nada, llegaron Menem, Cavallo, De la Rúa, Chacho, el Adolfo, Duhalde, Néstor, Cristina. Más esa sensación general e irrefutable de que con la democracia no se come, no se cura, no se educa, como pregonaba y auguraba el caudillo radical.

Está bien, es verdad, lamentablemente es así.

Pero los bien nacidos de este país que aman la libertad no pueden olvidar la gesta de este hombre, el mentor y defensor de unas libertades que hasta entonces parecían no aptas para argentinos.

Gracias Raúl. Por la ética, por la palabra, por la empecinada prédica de la dignidad en la arena política.

Y por esta democracia a la que muchos no comprendían ni querían hospedar.

Gracias por todo y hasta siempre.

Cristina: “Era un hombre que defendía a rajatabla sus convicciones”

El Cronista, Buenos Aires
GUSTAVO VELTRI
Apenas tocó suelo londinense, la presidente Cristina Fernández se enteró del fallecimiento del ex mandatario Raúl Alfonsín. Eran aproximadamente las 20:40 de Argentina. Fue su marido Néstor Kirchner quien la llamó desde la Quinta de Olivos y le dió la trágica noticia. Un funcionario que forma parte de la comitiva presidencial contó que Cristina estaba “muy dolida y compungida”, pero por otro lado “tiene el consuelo de haberlo homenajeado en vida”, cuando colocaron su busto en el Salón de la Casa Rosada, comentó a este diario el funcionario.

Al llegar al hotel donde se hospeda en Londres, Fernández tuvo un breve contacto con la prensa. Visiblemente acongojada, CFK sostuvo que “su figura está indisolublemente vinculada a la recuperación democrática de la Argentina luego de la dictadura más trágica que tuvimos los argentinos”.

“Era un hombre con convicciones, muchas veces con diferencias con nosotros, pero con mucha convicciones, eso es lo que es digno de respetar, un hombre que defendía a rajatabla sus convicciones, es algo muy valorable”, dijo la Presidenta al recordar a Alfonsín, y agregó: “Ustedes saben la relación que yo tenía con él, y creo que el homenaje se lo hicimos en vida que fue cuando se lo merecía, en la Casa de Gobierno”. La mandataria contó que apenas se enteró de la noticia se comunicó con el hijo del ex presidente, Ricardo Alfonsín. La Presidenta sostuvo que podría adelantar su retorno para el viernes por la mañana, ya que la agenda en el G-20 requiere que no pueda hacerlo antes. Pero la familia Alfonsín anunció que los restos del ex presidente serán velados a partir de esta mañana en el Salón Azul del Congreso, y sepultado mañana al mediodía en el cementerio de la Recoleta.

Un rato antes, Néstor Kirchner sostuvo en C5N: “Nosotros, todos aquellos dirigentes que éramos jóvenes cuando Alfonsín asumió la Presidencia, abrazamos con mucha fuerza la vocación democrática del doctor Alfonsín. Era un hombre de muy fuertes principios que siempre estuvo en la misma tribuna, diciendo lo que pensaba. Va a tener un profundo reconocimiento por ser quien encabezó el retorno democrático”. El patagónico recordó el juicio a las juntas militares que impulsó Alfonsín como un hecho histórico.

Desde Londres, CFK llamó al ministro del Interior, Florencio Randazzo, y al secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, para ultimar los detalles de las medidas oficiales. Según el senador Gerardo Morales también tuvo un contacto telefónico con el vicepresidente Julio Cobos, quien como presidente en ejercicio tuvo que firmar el decreto mediante el cual el Gobierno dispuso tres días de duelo y homenajes para Alfonsín.


"Estoy muy acongojada; sentía por él admiración"

 Lo dijo la Presidenta al llegar a Londres

La Nación, Buenos Aires

Martín Rodríguez Yebra
Tenía la voz entrecortada y los ojos vidriosos. Media hora antes, la presidenta Cristina Kirchner se había enterado por un llamado de su esposo, Néstor Kirchner, que Raúl Alfonsín había fallecido.

"Estoy muy acongojada; todos saben el afecto y la admiración que sentía por él", dijo al entrar en el hotel donde se aloja para su participación en la cumbre del G-20. Allí contó que pensaba regresar a la Argentina un día antes de lo previsto para participar en el homenaje a Alfonsín, aunque no llegaría al sepelio.

El vuelo que la trajo desde Qatar aterrizó aquí una hora después de la muerte del ex presidente. Apenas supo la noticia, Cristina Kirchner resolvió decretar tres días de duelo nacional y poner a disposición de la familia de Alfonsín lo que requiriera para un funeral con honores en el Congreso. En el camino al hotel, la llamó el vicepresidente Julio Cobos para coordinar la ejecución de esas medidas. Fue la primera charla de gestión entre ambos desde que Cobos votó en contra de la retenciones.

La Presidenta piensa suspender una charla que iba a dar el viernes en la London School of Economics. "Dependerá de lo que diga la familia, pero mi intención es volver después de la cumbre", dijo a los periodistas argentinos que cubren la reunión internacional. A pesar de un operativo del servicio secreto británico, que quería alejar al puñado de cronistas que la esperaba en la madrugada londinense, la Presidenta se acercó a los micrófonos.

Hablaba bajito y le temblaba un poco la voz. "La figura de Raúl es indivisible de la recuperación de la democracia después de la dictadura más trágica que sufrió el país ?dijo?. Por suerte pudimos darle en vida el homenaje que se merecía."

Se refería al descubrimiento del busto del ex presidente en la Casa Rosada, en julio pasado, en lo que terminó por ser el último acto público en el que participó Alfonsín. Aquel día, con la Presidenta al lado, el líder radical hizo un enfático llamado a valorizar el diálogo y buscar políticas de Estado en la Argentina. "Yo estoy muy contenta de que hayamos podido hacer aquel acto. Es un símbolo que la última imagen que tenemos de él sea en la Casa de Gobierno y recibiendo los honores de otros."

Cuando le contaron la noticia, Cristina Kirchner se comunicó de inmediato con Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente. Ya había hablado con él desde Qatar: le había dado a la Presidenta pocas esperanzas.

"Le dije que ponía a disposición de la familia todo lo que necesitara para que la conmemoración sea con todos los honores que un ex presidente como él se merece", enfatizó la Presidenta, todavía con signos del impacto de la noticia que le cambió los planes de uno de los compromisos exteriores más importantes del año.


Cristina, sobre Alfonsín: "Siempre defendió sus ideas de manera digna"
Clarín, Buenos Aires

La Presidenta dijo que podría adelantar su regreso desde Londres. Por: Walter Curia

Visiblemente compungida, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner calificó anoche a Raúl Alfonsín como "un hombre de firmes convicciones, con el que tuvimos algunas diferencias, pero que siempre defendió sus ideas de manera digna, y eso es muy valorable". También consideró que podría adelantar su regreso a la Argentina para el viernes en lugar del sábado, como estaba previsto originalmente, pero que eso dependerá "de los deseos de la familia (Alfonsín)".

Cristina hizo breves declaraciones a la prensa a las 2.30 anoche, hora de Londres, ni bien llegó desde Doha, Qatar, para participar desde hoy de la Cumbre del G-20. Se enteró de la muerte del ex Presidente al bajar del avión, por un llamado de Néstor Kirhner, e inmediatamente se comunicó con Ricardo Alfonsín, el hijo del ex mandatario, para poner "todo a disposición de la familia".

"Está toda la gente muy acongojada, ustedes conocen la relación de afecto que yo tenía con él", manifestó. Y agregó que "su figura está indisolublemente ligada a la recuperación de la democracia, después de la dictadura más sangrienta que hayamos vivido los argentinos".

Cristina contó que la imagen que le queda de él es de cuando se lo homenajeó en la Casa Rosada, meses atrás: "Así es como tenemos que recordar a las personas que han sido importantes en la vida política de la Argentina".

El el Gobierno consideran que las reuniones de hoy y mañana en la cumbre son "imprescindibles", pero que una actividad que estaba pautada para el viernes en la London School of Economics se podría suspender para adelantar el regreso de la Presidenta.

La Presidenta llegó anoche a Londres, y por lo que se le escuchó en Doha, no viene en plan de bajo perfil, como han aconsejado los especialistas a un país como la Argentina, sentada de manera insospechada a la cumbre del G-20.

En su participación en la reunión Sudamérica-Países Arabes, en Qatar, Cristina Kirchner alzó ayer la voz del reclamo al Reino Unido sobre la cuestión Malvinas y hasta hizo una dramática salida de escena en rechazo al presidente sudanés Omar Al Bashir, sobre quien pesa una orden de captura del Tribunal Penal Internacional por su responsabilidad en los crímenes de Darfur.

Londres recibió a la Presidenta detrás de un cerco de madera. Buena parte de la City fue literalmente tapiada ante la amenaza de ataques durante la protesta de los grupos contrarios a la Cumbre, un colectivo de los más variado que se concentrará este mediodía frente al Banco de Inglaterra. "Alerta; anarquistas se maquillan de pacifistas", advertía ayer el London Paper, un vespertino de circulación gratuita.

Después de un viaje agotador, la Presidenta se alojó a la madrugada de hoy en el Carlton Tower de Knightsbridge, un barrio aristrocrático de Londres, mejor conocido por las exclusivas tiendas de la Sloane St.

Paraliza al país la muerte de Alfonsín; lo velan en el Congreso

Ámbito Finaciero, Buenos Aires
Por: Ezequiel Rudman
Desde ayer a la tarde, cuando el estado de salud de Raúl Alfonsín ya era crítico, sus seguidores comenzaron a agolparse frente al departamento del ex presidente en avenida Santa Fe al 1600.

Dormido en su cama, rodeado por su familia, falleció ayer a los 82 años el primer presidente argentino desde el regreso de la democracia. Raúl Alfonsín murió como consecuencia de un cáncer de pulmón con metástasis en los huesos. El desenlace de su larga enfermedad llegó cerca de las 20.30, en su departamento de la avenida Santa Fe al 1600, con una vigilia de un centenar de personas y dirigentes políticos sobre la calle.

El cuerpo del ex presidente radical llegará hoy a las 8 al Congreso y el velorio comenzará a las 10 en el Salón Azul, lugar escogido por su familia para despedir sus restos. El Parlamento permanecerá abierto hasta las 22, aunque la ceremonia podría extenderse hasta la madrugada, de acuerdo con la cantidad de personas que lleguen hasta el lugar.

Mañana, a pesar del feriado del 2 de abril, el Congreso volverá a abrir sus puertas entre las 8 y las 14 para el último adiós. Desde allí, la caravana fúnebre se dirigirá al cementerio de la Recoleta, donde el cuerpo de Alfonsín será inhumado en el Monumento a los caídos de la Revolución de 1890. Dentro del Parlamento, sólo se admitirán coronas florales de la Presidencia de la Nación y de la Vicepresidencia, y del titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Fellner. El Salón Eva Perón estará reservado para la familia del ex presidente. Anoche, desde la Casa Rosada, daban por descontado que Néstor Kirchner asistiría al velatorio en el Congreso.

Además, el Gobierno nacional decretó tres días de duelo para homenajear a Alfonsín, y la presidente Cristina de Kirchner, que anoche arribó a Londres para asistir a la Cumbre del G-20 junto con el estadounidense Barack Obama, se comunicó con el vicepresidente Julio Cobos, tras meses sin diálogo con su compañero de fórmula.

Una incesante caravana humana peregrinó hasta el domicilio de Alfonsín para acompañar sus restos hasta el Salón Azul del Congreso. El primer dirigente político en arribar al departamento de la avenida Santa Fe fue Cobos, quien estaba en ejercicio de la Presidencia en ausencia de Cristina de Kirchner. Allí, el mendocino recibió un llamado telefónico de la Presidente, quien les dio sus condolencias a la familia Alfonsín y a su compañero de fórmula.

«El Senado en pleno queda de guardia y a disposición de la familia Alfonsín», fue la orden que impartió Cobos a sus empleados, apenas conoció la noticia, antes de abandonar el Congreso, acompañado por su secretario privado Juan Montilla. Según fuentes parlamentarias, el féretro de Alfonsín será ubicado en el Salón Azul del Senado de la Nación, adonde se podrá acceder a través de la explanada de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia, para rodear el cajón y luego salir por la esquina de Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen.

Además, en el Salón de Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados, contiguo al Salón Azul, se dispuso un lugar especial para la dirigencia política. Ayer, la salud de Alfonsín había entrado en una fase terminal, y su médico de cabecera, Alberto Sadler, reconoció que no se registraban «mejorías», sino que, por el contrario, «se agravó el manejo de secreciones respiratorias, tiene mayor tendencia al sueño y dificultad para la respiración».

«No vemos mejoría, está peor que a la mañana, en un estado realmente delicado», sostuvo Sadler luego de visitar por la tarde el domicilio de Alfonsín, donde permaneció con «aporte de oxígeno por vía nasal». El ex presidente, que cumplió 82 años el 12 de marzo pasado y sufría un cáncer de pulmón con metástasis ósea, tuvo una recaída el domingo a causa de una «neumonía bronquioaspirativa» con fiebre. Si bien el lunes había experimentado una leve mejora, ayer por la mañana su médico advertía que el estado de salud del referente radical se había agravado y habló de un «pronóstico reservado».

«Queremos que él realmente esté en su casa. Está consciente, sabe de la situación delicada de su salud y está con absoluta lucidez», fue la última declaración de su hijo Ricardo, ayer por la tarde, cuando la situación de Alfonsín ya era irreversible.

Los últimos en visitar ayer a Alfonsín fueron el titular de la UCR, Gerardo Morales; el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner; y el obispo Justo Laguna, quien pidió a los argentinos que «recen por él».

La última aparición pública de Alfonsín fue el 1 de octubre del año pasado para la inauguración de un busto con su imagen en la Casa Rosada, oportunidad en la cual estuvo junto a la presidente Cristina de Kirchner. Aunque su último discurso fue pronunciado el 30 de octubre pasado, a través de un video grabado en un Luna Park desbordado por el 25º aniversario del regreso de la democracia.


Murió Raúl Alfonsín, el padre de la democracia moderna de la Argentina

La Nación, Buenos Aires

Tenía 82 años y padecía un cáncer de pulmón; sus restos serán velados en el Congreso y el sepelio se efectuará en la Recoleta

Raúl Alfonsín, el primer presidente de la última etapa democrática argentina, murió ayer en su departamento de Barrio Norte, en la ciudad de Buenos Aires. Tenía 82 años y sufría de cáncer de pulmón con metástasis ósea, un cuadro que desde el fin de semana se había complicado por una neumonía broncoaspirativa.

Alfonsín murió mientras dormía, acompañado por sus familiares más cercanos: sus hermanos, sus hijos y algunos de sus nietos.

La presidenta Cristina Kirchner ordenó anoche, desde Londres, que se declaren tres días de duelo nacional, y el vicepresidente Julio Cobos, a cargo del Poder Ejecutivo por el viaje oficial, firmó el decreto que así lo establece. Además, Néstor Kirchner y el jefe de Gabinete, Sergio Massa, le expresaron telefónicamente sus condolencias a Ricardo Alfonsín, uno de los hijos del ex presidente.

Los restos del líder radical serán llevados al Salón Azul del Congreso a las 8. A partir de las 10, el público podrá darle el último adiós. El ingreso será por la explanada de la esquina de las avenidas Rivadavia y Entre Ríos.

El funeral está previsto para el mediodía del jueves, después de un cortejo fúnebre que llevará sus restos en una cureña desde el Congreso hasta el cementerio de la Recoleta. Los restos de Alfonsín descansarán en la bóveda de los Caídos en la Revolución de 1890, hasta que esté listo un mausoleo que se prepara para albergarlos.

Su último día
Después de un día sin mejorías que hacía prever lo peor, a las 21 el médico de Alfonsín, Alberto Sadler, anunció oficialmente que el ex presidente había muerto a las 20.30.

"Falleció tranquilo en su domicilio. Estaba dormido, con deterioro sensorial", explicó Sadler. "Todo ocurrió con suma tranquilidad, con todos sus familiares alrededor", contó el médico, que había llegado para su visita de la noche y lo atendió en sus últimos momentos.

Dos horas antes, Ricardo Alfonsín había confiado a La Nacion la preocupación familiar porque el ex presidente no mejoraba. "Estamos muy preocupados porque esta vez no responde al tratamiento con antibióticos", había adelantado.

En el quinto piso del edificio de avenida Santa Fe al 1600, donde el caudillo radical tiene sus oficinas, no paraban de sonar los teléfonos. Los ex presidentes de Brasil José Sarney y de Uruguay Julio María Sanguinetti eran sólo dos de los que pedían noticias de la salud de su amigo.

Más arriba, en el octavo piso, donde se ubica la vivienda de Alfonsín, sus hijos y hermanos recibían en el hall a los que llegaban a visitarlo. Entre ellos estuvieron el gobernador de Santa Fe, el socialista Hermes Binner; el presidente de la UCR, Gerardo Morales; el actor y dirigente radical Luis Brandoni; el vocero presidencial de la Alianza, Juan Pablo Baylac, y monseñor Justo Laguna, el único que pudo verlo.

"Estaba consciente, me agarró fuerte la mano y no me soltaba", contó por la mañana. Después de eso, Alfonsín (tratado con morfina para resistir los fuertes dolores y con oxígeno para poder respirar) no volvió a despertarse.

Cuando se conoció la noticia del deceso, Cobos, Morales, dirigentes de la UCR y del alfonsinismo, y hasta el peronista Felipe Solá llegaron para dar sus condolencias a la familia.

En la calle, una multitud lloraba al hombre que había encarnado el regreso de la democracia después de la dictadura.



Un homenaje multitudinario en la calle

La Nación, Buenos Aires

Más de un millar de personas se reunió sobre la avenida Santa Fe al 1600 para despedir al líder

Un millar de personas se apretujaba sobre la avenida Santa Fe al 1600, frente al edificio donde anoche murió Raúl Alfonsín. Se mezclaban personas mayores, afiliados radicales de toda la vida y militantes de la juventud partidaria, dirigentes, diputados y ex diputados. Pero entre todos ellos se destacaban, compungidos, con los ojos enrojecidos o llorando en silencio, simples argentinos a los que el ex presidente les devolvió el significado de la palabra democracia.

"Me acerqué porque necesitaba estar acá. Alfonsín fue mi despertar a la política, a pesar de que militaba contra la FUBA en la universidad. Es un símbolo de la democracia", reflexionaba el barbado José Luis Petri, de 48 años.

Susana, una mujer de unos 55 años, sostenía una vela derretida con una mano y con la otra se secaba las lágrimas. "Soy vecina, pero vine porque no podía quedarme en su mi casa. Lo voy a extrañar, el pueblo lo va a extrañar. Soy argentina nada más. Este hombre trascendió un partido político, es el símbolo de la tolerancia, de la honestidad."

Detrás de ella, en la vereda, alguien había prendido 25 velas que se consumían sobre el cordón. Sobre los balcones de los edificios algunos vecinos desplegaron banderas radicales o argentinas. Muchos miraban hacia arriba para advertir movimientos en el octavo piso, donde vivía el líder.

Un trío de muchachos, que por edad nunca vieron a Alfonsín en la presidencia, coreaban el apellido del líder. Patricio Isabella, de 28 años; Emilio Alonso, con sus rastas y 22 años, y Pamela Pequeño, de 32, de la juventud radical, admiraban a Alfonsín: "Vivimos en democracia gracias a él. Su memoria nos da más fuerzas para levantar las ideas del radicalismo. Significaba la paz, la igualdad, la educación y, por sobre todo, la honestidad".

La gente entonaba el Himno Nacional o algún cántico radical. Coreaban "¡Alfonsín, Alfonsín!", mientras estiraban el cuello para adivinar en la puerta del edificio la figura de Julio Cobos o se esforzaban por escuchar las palabras del secretario privado de éste, que leyó en el hall el texto del decreto de honor firmado por el vicepresidente a cargo del Poder Ejecutivo para disponer tres días de duelo nacional. La gente lo aplaudió y cantó: "¡Raúl, querido, el pueblo está contigo!"

Patricia Rinaldi, cruzada de brazos, con la mirada perdida, velada por las lágrimas, reflexionó: "Se fue el padre de la democracia". Un hombre de anteojos completó la frase: "Y de los derechos humanos".

José Ignacio López, vocero de Alfonsín en la Casa Rosada, recordó los últimos momentos del ex presidente: "Estaba lúcido, sereno y en paz, pero angustiado por la situación del país. Era un hombre de paz. Murió haciendo un esfuerzo para recuperar el sentido de construcción de la política, de diálogo, y no de confrontación. Este fue su testamento". A su lado, un señor robusto con una remera celeste y blanca y la inscripción "R.A." estampada en el pecho lloraba desconsolado.


Murió Alfonsín, el presidente que consolidó la democracia
Clarín, Buenos Aires

Sus restos serán velados desde hoy en el Congreso de la Nación y será enterrado en el cementerio de la Recoleta, con honores presidenciales. Su figura será recordada aquí y en el mundo por el histórico juicio a las Juntas militares.
Por: Horacio Aizpeolea

Tras varios días de agonía, a las 20.30 horas de ayer se anunció oficialmente la muerte de Raúl Ricardo Alfonsín, el abogado radical que se ganó un destacado capítulo en la historia del país, por haber sido el primer presidente de la democracia recuperada en 1983, después de siete años de dictadura militar. Alfonsín, nacido el 12 marzo en 1927 en Chascomús, provincia de Buenos Aires, murió en su departamento de la avenida Santa Fe, en la Capital Federal, como consecuencia de un cáncer de pulmón. Vecinos y militantes radicales, continuaban en la madrugada de hoy manifestando frente al domicilio de Alfonsín su conmovedora despedida.

Pasadas las 20, el médico personal del ex presidente, Alberto Sandler, ingresó al edificio. Casi una hora después salió, y rodeado por la prensa, dijo: "Les tengo que informar que ha fallecido el ex presidente Raúl Alfonsín". Al instante, la gente empezó a corear "Alfonsín, Alfonsín".
Los restos del ex mandatario serán velados hoy en el Salón Azul del Congreso de la Nación, desde las 8.30, y a las 10 se abrirá al público que podrá acceder a través de la explanada que da a las avenidas Entre Ríos y Rivadavia, para luego salir por la esquina de Entre Ríos e Hipólito Irigoyen. El Gobierno nacional dispuso tres días de duelo en todo el país y entierro con honores presidenciales.
Según se informó, el Salón Eva Perón recibirá a los familiares, mientras que el Salón de Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados albergará a la dirigencia política. El cuerpo de Alfonsín será inhumado mañana al mediodía en el Monumento a los Caídos por la Revolución de 1890, en el Cementerio de la Recoleta, pero de manera provisoria, debido a que se prevé la construcción de una tumba en su honor en ese predio.

Desde Londres, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo anoche: "Su figura está indisolublemente vinculada a la recuperación democrática de la Argentina luego de la dictadura más trágica que tuvimos los argentinos" (ver pág.4).
El vicepresidente Julio Cobos, a cargo del Poder Ejecutivo, estuvo en el domicilio de Alfonsín. "Hemos perdido hoy a un gran hombre de bien. Se ha marchado en paz el gran defensor de los valores democráticos, de las instituciones y del pueblo argentino", expresó Cobos en un comunicado.

También aludió a la muerte de Alfonsín, el ex presidente Néstor Kirchner. Sin dejar de admitir las "profundas diferencias" que los separaban, Kirchner destacó "las fuertes convicciones democráticas que los argentinos siempre van a reconocer" y mencionó el juicio a las Juntas Militares como el principal hito del gobierno alfonsinista.

Alfonsín acompañado por Víctor Martínez, llevó a la Unión Cívica Radical a triunfar en las elecciones del 30 de octubre de 1983, derrotando a la fórmula del Partido Justicialista, Lúder-Bittel.
De su gobierno se recordará aquí y en el mundo, el proceso jurídico llevado adelante contra las Juntas Militares, las posiciones de independencia política proclamadas en distintos foros internacionales, y las asonadas militares que sufrió protagonizadas por los llamados "Carapintadas". En 1989, le entregó el poder al presidente electo Carlos Menem. El año pasado, en la que fue su última aparición pública, pudo ver personalmente como se descubría su busto en la Casa Rosada.


Velas, rezos y llantos en la calle
Clarín, Buenos Aires

Por: Sol Lauría
Eran las 20:45 cuando el vicepresidente Julio Cobos entró al edificio de avenida Santa Fe 1678. Su cara no auguraba lo mejor. Después llegaron algunos familiares de Raúl Alfonsín, y ya no había mucho más que decir. La gente apuró los rezos.
A las 21:00 el médico personal del ex presidente, Alberto Sadler, se hizo paso entre los simpatizantes y periodistas, tomó aire, y comunicó: "Lamentablemente a las 20.30 de la noche, falleció el doctor Raúl Alfonsin. Estaba dormido, con deterioro. Todo ocurrió con suma tranquilidad, con todos sus familiares alrededor".
El voceo periodístico dejó paso al silencio que necesitaron todos los que estaban en la puerta desde hacía varias horas acompañando a la familia. Enseguida, los gritos de "Alfonsín, Alfonsín", la marcha radical, más rezos y un reguero de llantos. Y las velas, varias decenas que se empezaron a repartir desde la calle para luego colocarse en una especie de altar improvisado en la avenida Santa Fe, que de inmediato fue cortada al tránsito.
Los autos ya no podían llegar desde Rodríguez Peña a la puerta del edificio a donde sí ingresaron diversos referentes del radicalismo cuando ya se agolparon cerca de cien personas que seguían gritando "Alfonsín, Alfonsín" y rodaban más velas para más llantos. También hubo dirigentes de la oposición: "Que bueno que esté acá Solá", aprobó una militante radical ante el reconocimiento del diputado del PJ disidente hacia el máximo referente de la UCR.
Entre las pancartas de la Juventud Radical con un "Gracias" enorme con la foto de Alfonsín, y tapados por los cantos que advertían 'ojo con tocarlo a Raúl', se colaba un inglés entrecortado de algunos turistas felices de sentirse parte de ese momento histórico.
El rojo de las letras "Alfonsín sinónimo de democracia" sobre una bandera argentina resumía el sentimiento de la mayoría. "Se fue un grande. El último democráta". Ese fue el reconocimiento repetido de los que ayer se quebraron, pero no se doblaron.


La consagración a la política
Página 12, Buenos Aires

Raúl Alfonsín, el militante tenaz, el político apasionado, el primer presidente tras la dictadura. El recuerdo de un hombre respetado y discutido que dejó su marca en la etapa democrática que se iniciaba en el ’83.
Por Mario Wainfeld

Fue jefe de una tenaz minoría progresista dentro del radicalismo durante añares. Tuvo digna conducta contra la dictadura y rayó alta su presencia en la APDH. Fue congruente con ese pasado cuando llegó a la Casa Rosada. Ganó la mayoría en la UCR y la presidencia en campañas inolvidables, bañado en multitudes. Recuperó el verbo político, se colocó a la vanguardia en la lucha por los derechos humanos, poniendo en el banquillo a las cúpulas militares. Se hizo centro de la política durante un buen trienio, sus adversarios debieron replicarlo para hacerse competitivos. Dos récords se lleva: le cupo ser el primero que batió al peronismo en elecciones presidenciales libres y más tarde el primer mandatario democrático que entregó la banda a un dirigente de otro partido. Acaso como nadie llenó la Plaza dos veces con muchedumbres multipartidarias, en ambas ocasiones las defraudó. Exaltó la democracia con palabras inolvidables, también consagró las “Felices Pascuas”. Cedió ante los carapintadas, firmó las leyes de la impunidad. Coqueteó con la hegemonía, concertó el Pacto de Olivos y la Alianza. Prometió un sistema durable y eficiente, terminó envuelto en la hiperinflación y la anomia. Amaneció peleando contra las corporaciones, más adelante transó con ellas, sin mayor fortuna. La gestión del Estado no fue su fuerte, un síndrome radical: para peor le cayeron tiempos difíciles. Llevó a su partido, la novia de sus ojos, más alto que nunca y acompañó la mayor caída de su historia.

La mera enumeración previa, que se tratará de ampliar y hacer más cartesiana en las líneas que siguen, habla de un personaje de primer rango, en las maduras y en las verdes. No sería serio, ni justo ni interesante pretender describirlo en cuatro palabras o en un título.

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De la primavera al Plan Austral: La campaña del ’83 y su desembarco en el gobierno resultaron sus horas más gloriosas. Sintonizó las ansias de una sociedad herida, encerrada y privada de libertades básicas. Orador formidable y fogoso, enunció las menciones necesarias: la exaltación de la vida, la promesa “con la democracia se come, se educa, se cura”, el reproche a todo tipo de autoritarismo. La ilusión se palpaba en las calles: afiliaciones masivas, concentraciones de decenas o cientos de miles de argentinos esperanzados. Construyó su triunfo interpelando a una mayoría social amplia, ganó hasta en la provincia de Buenos Aires, fue plebiscitado.

Conservó el impulso triunfal hasta fines del ’85, redondeando. Se quiso comer la cancha, plasmar y conducir un tercer movimiento histórico, superador del justicialismo y del radicalismo. “Por cien años más”, coreaban sus partidarios. La reforma constitucional, el traslado de la Capital a Viedma eran parte de esos sueños fundacionales que se fueron diluyendo cuando encontraron resistencia, fuera y dentro de su coalición inicial.

En el primer tramo, dispuso la investigación de la Conadep y el Juicio a las Juntas. Su propósito inicial –que los tribunales militares juzgaran a los represores– fue desbaratado por la solidaridad entre los uniformados. Todavía duraba la buena estrella: ese error de diagnóstico ayudó a que la Cámara Federal tramitara esa causa ejemplar, un hito imborrable.

En su arrebato inicial quiso reformar el régimen sindical, mediante la llamada ley Mucci. Le fue un búmeran, perdió apenas la votación en el Senado y consiguió la reconstitución del peronismo cerrado en defensa de la CGT. Una digresión breve: es tentador buscar un paralelo con lo sucedido décadas después con las retenciones móviles.

A medida que rodaba la gestión de gobierno se fue percibiendo la insuficiencia (si no la pobreza) de su diagnóstico sobre la coyuntura y sus eventuales soluciones. No bastaba el ímpetu democrático para relanzar la economía y abrir las ventanas de las fábricas. El peso de la deuda externa, el ancla del déficit, los cambios estructurales fueron subestimados en campaña y en los pininos de su mandato. Tampoco había noción del fin de un ciclo económico, que (simplificando mucho) corrió entre 1945 y el Rodrigazo de 1975. La pesadilla de la dictadura acaso camufló el final de un modelo que no se podía regenerar, en promedio estimado por radicales, peronistas y desarrollistas. Esa perspectiva angostada no era exclusiva de Alfonsín, de lejos el primus inter pares: era una carencia común de la clase política, frizada largo tiempo, lanzada al ruedo de sopetón por la catástrofe de Malvinas.

Su primer elenco de gobierno fue tropezando con un universo que no entendía del todo. Alfonsín, igualmente, mantenía el centro del ring. Confrontaba con las corporaciones, discutía de cuerpo presente con los que lo rebatían: se encaramó a un púlpito para regañar a un cura, lo refutó a Ronald Reagan en el corazón del imperio. Con el índice en ristre, ceñudo e implacable, reivindicaba ser la izquierda posible. Había que ver lo que decía el establishment sobre él, en aquel olvidado entonces.

La economía se le pialaba, la inflación galopaba. El peronismo renovador se hacía cargo de su innovación republicana, era su victoria pero le restaba originalidad. Saúl Ubaldini empezaba a ocupar las calles. Hubo un cambio de elenco, los compañeros de siempre relevados por técnicos más jóvenes y sintonizados con la época. La narrativa fundacional y ambiciosa, la utopía progresista, fue derivando a un relato “modernizador”. La gobernabilidad, entendida como la limitación de las demandas sociales, ganó terreno. Comenzó a definirse a los reclamos como eventuales desestabilizadores: la democracia se podía poner en riesgo si abundaban los reclamos acerca de cómo se comía, educaba o curaba. Cual un disyuntor que podía saltar si se agregaba mucho voltaje.

Dos años antes de la cita más evocada, en abril de 1985, Alfonsín llamó a una movilización para alertar contra un posible golpe. Fue esa una de las Plazas más colmadas y multicolores de la que se tiene memoria. Un arco político asombroso por lo vasto lo bancó. Nada comentó él del golpe, anunció (y pidió anuencia para) la “economía de guerra”, la defraudación fue grande pero todavía no rompió el hechizo. No fue un golpe de knock out, pero sí una premonición.

El consabido plan de estabilización, el Austral, contó con apoyo sensible de la población y obró los clásicos efectos inmediatos de esos programas. Se frenó en seco la inflación, lo que pareció dar sentido a la nueva moneda. La UCR revalidó en las elecciones parlamentarias de ese año, un canto de cisne inadvertido.
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En caída: Su prospecto de democracia fincaba en la civilidad y los partidos, las corporaciones eran su bestia negra. Contra la Iglesia Católica, mantuvo la lid bastante tiempo: le torcieron el brazo en el Congreso Pedagógico, por mayor organización y militancia. Pero primó sobre el oscurantismo católico cuando promovió y logró la sanción de la Ley de Divorcio, un paso enorme en la secularización y modernización de la sociedad civil.

En su fatal ’87, viró su relación con las corporaciones económicas: no había podido vencerlas, las sumó a su gobierno. Los “capitanes de la industria” lograron puestos dominantes, la cúpula rancia de la CGT se quedó con el Ministerio de Trabajo. Fue un retroceso a pura pérdida: melló su capital simbólico sin compensación pragmática alguna.

En ese devenir, llegó Semana Santa. Otra vez congregó una asistencia masiva, fiel, con decenas de miles de espontáneos, de todo pelaje. Tenía a toda la sociedad y al peronismo remozado a su vera, cedió ante las demandas de los militares amotinados. Una doble duda será perenne. La más obvia, es si estaba forzado a rendirse: su entorno y él mismo siempre porfiaron que sí, que evitaron un mal mayor, que salvaron al sistema democrático. No fue ésa la lectura preponderante, ni la de este diario. Otro interrogante, quizá más táctico pero enorme, es por qué eligió, amén de retroceder, engañar a la multitud que lo vitoreaba y le ponía el cuerpo. Cuatro años atrás estaba un paso por delante del conjunto de la sociedad, el punto óptimo para un líder popular. En las Felices Pascuas, decepcionó.

Jamás se le perdonó el “doble discurso”. La sociedad era, todavía, exigente, menos vencida que en el futuro inminente. Carlos Menem podría, más adelante, confesar que había roto el contrato electoral y ser reelegido.

El discurrir de la economía no lo ayudaba, el peronismo renovador le dio una paliza en las elecciones de 1987. Los años siguientes fueron tremendos, en caída libre. El gobierno se fue amoldando, sin logros palpables, a los dictados de los organismos internacionales de crédito. El contexto internacional no ayudaba, los precios de las materias primas rozaban el piso.

El gobierno perdió identidad, acechado por la malaria, la inflación y la pérdida general de rumbo. Eduardo Angeloz, un competidor interno que no le gustaba ni medio, fue el candidato. Se adelantaron los comicios para ver si se mejoraba el score, Carlos Menem ganó por goleada. Entre la anomia, los saqueos y la hiperinflación fue forzoso adelantar la entrega del mando y dejarle las manos libres para dictar las arrasadoras leyes de Reforma del Estado y de Emergencia económica. No es cuestión de quitarle responsabilidad a ese presidente y a la sociedad que lo acompañó pero el declive del alfonsinismo les hizo el campo orégano.

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Un lugar en el mundo: La política exterior sigue siendo uno de sus buenos legados, en la línea de la autonomía defendida por los gobiernos nacional-populares. Argentina fue eje de una firme presencia regional en la normalización democrática de Nicaragua. Alfonsín cortó de un tajo las veleidades belicistas de militares y dirigentes argentinos dirimiendo los conflictos territoriales con Chile. Sometió a consulta popular no vinculante el tratado por el canal de Beagle, goleó a los falaces nacionalistas o dinosaurios que le hicieron frente.

Puso el cimiento del Mercosur, un proyecto inacabado y formidable, típico del último cuarto de siglo, un giro a favor de la unidad de la región.
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Compañeros y correligionarios: Creyó llevarse puesto al peronismo, cuya capacidad de reconversión y adaptación le fue torciendo la mano. Desistió de su afán hegemonista e innovador y se acomodó al rol de consocio del bipartidismo. Una de las tareas comunes era ocluir el surgimiento de terceras fuerzas, aun al precio de consentir lados oscuros del enemigovio. La provincia de Buenos Aires fue el territorio dilecto de esa transacción compleja, complaciente, llena de canjes lícitos o no tanto, justificada en nombre de la gobernabilidad y de defender la organización partidaria.

Eduardo Duhalde fue el dirigente con el que tuvo más afinidades, en esa provincia y en su difuso pensamiento económico (llamémoslo) desarrollista-productivista. Lo apoyó en su gobierno provisional, al que sumó dos ministros radicales, bien plegados a la corporación militar y a la judicial que regentearon.

Con Carlos Menem cerró el círculo de socio menor del bipartidismo, al suscribir el llamado Pacto de Olivos. Otra vez eligió conceder en un trance complejo. Ese acuerdo es, a ojos del cronista, injustamente criticado por su origen secreto. Las negociaciones políticas suelen iniciarse así, nada hay de escandaloso en ello. En este caso, el producido se sometió al voto popular y la Constituyente. Fue legal y legítimo, el cuestionamiento válido es a su fondo: habilitó la concentración del poder menemista, a cambio de quedar como la oposición de su majestad.

Néstor Kirchner le llamó la atención de entrada, pero siempre le incomodó que no le prodigara deferencia. Si bien se mira, hay mucho más del primer Alfonsín en el primer Kirchner de lo que se suele aceptar en trincheras distintas, hubiera venido bien un reconocimiento del otro. Un punto alto de la injusticia fue cuando el ex presidente omitió mencionarlo en marzo de 2004, en el acto de la recuperación de la ESMA. Su punto de vista está contado con más detalle por el propio Alfonsín, en el reportaje que se publica en esta misma edición.

Luego, acompañó la candidatura de Roberto Lavagna por la UCR: evitar la consunción radical que vio de cerca en 2003 fue su última obsesión. Un peronista a la cabeza de los boinas blancas, el fin de una tradición. Alfonsín ya había consentido un ensayo general, mucho más gravoso para la Argentina, sobrevolado en el párrafo que viene.
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La Alianza: El Frepaso le sacaba ventaja al herido radicalismo, pero tal vez ninguno se bastaba para remover al menemismo en 1999. Carlos “Chacho” Alvarez quiso acortar camino, lo eligió para sugerirle la formación de una coalición política. Alfonsín se prendó más de la idea que su mayor beneficiario inmediato, Fernando de la Rúa. Atisbó en la Alianza una tabla de salvación y, zorro viejo al fin, acaso intuyó la victoria en la interna abierta. Era otra ofrenda en el altar de su partido: él detestaba a De la Rúa a quien siempre clasificó como un pelmazo de derecha, con sagacidad premonitoria.

Atravesó el mandato de De la Rúa con patente incomodidad. Tenía aliados apreciados en el primer gabinete: Federico Storani, José Luis Machinea, el propio Alvarez. Pero lo desazonaba la tonalidad del gobierno, su política claudicante y recesiva. Su influencia era módica y cada vez que hablaba “los mercados” le ladraban y lo acusaban de aumentar el riesgo país, hacer bajar el Merval y exacerbar la inflación. Ninguna de esas variables precisaba su ayuda, pero el rencor del poder económico le calzaba los puntos. Fue apenas ayer, no se rememora ya.

Ante el escándalo de las coimas senatoriales, calló en ejercicio de la solidaridad corporativa. Con los nuevos gabinetes terminó su poca empatía y optó por ser orgánico antes que sincero, un tributo a la flaqueante gobernabilidad que no es sensato censurar.

Adiós: Le cupo ser protagonista y (por un entrañable rato) líder de una etapa aún inconclusa e insatisfactoria. Un referente de primer nivel, en logros, errores, recuperación de derechos y regresiones. Jamás dejó de ser un militante, un hombre consagrado full time a la pasión política, el mejor (con gran margen) entre sus correligionarios. Y no escapó a las carencias de su partido y de su época. Advenían las primaveras democráticas y transcurría, en materia económico social, “la década perdida”. Esas dos referencias ulteriores acaso circunscriban su responsabilidad en los fracasos y su participación en los éxitos, sin anularlos: el tono de época tiene su peso, que en el momento no se termina de pulsar.

¿Cómo se redondea el juicio sobre una figura central? ¿Por las grandes metas que se propuso? ¿Por sus acciones más gloriosas? ¿Por sus peores errores y defecciones? La discusión política suele elegir alguna de esas opciones, lógicas en el fragor pero incompletas.

Digamos que el apabullante relato de su trayectoria se abre a cien interpretaciones o alineamientos, también proporcionales a su entidad.

El cronista votó contra Alfonsín en el ’83, se desayunó bastante pronto de que su victoria era lo mejor que pudo pasarle a la Argentina y lo escribió hace casi 25 años. Lo apoyó en las urnas en la consulta popular sobre el Beagle y le hizo el aguante en la Plaza cuando “la economía de guerra” y las “Felices Pascuas”, padeció el imaginable desencanto ulterior, que lo marcó para siempre. Escribe esta columna con tristeza, sentimiento subjetivo de pérdida y respeto aunque sin renegar de las discrepancias.

El ex presidente se afilió al radicalismo a los 18 años y militó hasta dar el último suspiro. Fue un militante inclaudicable, amén de un dirigente de primer nivel, un presidente ungido por clamor popular, un batallador en el llano o en la cima. La vocación política signó su existencia. Atravesó con entereza su enfermedad y murió en la casa donde siempre vivió. Por si es menester subrayarlo: todas estas referencias son elogios en la escala de valores del cronista. Los políticos democráticos de raza, aun aquellos con los que se disiente o se embronca, le caen mejor que la nueva cosecha de deportistas (fogueados en deportes individuales), empresarios ricos, hijos de empresarios ricos o gentes de la farándula que surfean en la antipolítica en pos de votos, a veces con buena fortuna.

Voló muy alto, sufrió reveses crueles. En los últimos tiempos, cuando flaqueaba su salud, recibió reconocimientos un poco tardíos pero merecidos de sus adversarios políticos. El canibalismo de la lucha política argentina es proverbial, él se ganó una tregua y algo habrá hecho para lograrla.

El cronista no cree en generalidades tales como “el juicio de la historia”. La historia no es un área de consensos, desangelada: es un terreno de disputa, tanto como la política. Y luchadores-emblema como Raúl Alfonsín, como el Cid, como Perón siguen luchando después de muertos. Su legado, su mensaje serán recuperados por otros, con coherencia o sin ella, para bien o para mal. A diferencia del Cid no será ganador en una sola, última batalla: revistará en combates y aun derrotas ulteriores a su partida, tal el sino de los políticos vocacionales e incansables que la siguen peleando cuando sus cuerpos dijeron “basta”.


Murió el ex presidente Raúl Alfonsín
Crítica, Buenos Aires

Anoche a las 20.30, el líder radical y ex jefe de Estado falleció rodeado de sus familiares en su vivienda en Barrio Norte. "Se fue quedando dormido y murió en paz", dijo su médico personal. Padecía cáncer de pulmón. Es considerado el padre de la democracia argentina y sus restos serán velados a partir de las 8:30 en el Congreso de la Nación. El Gobierno decretó tres días de duelo nacional.

Raúl Alfonsín asumió el poder el 10 de diciembre de 1983, luego de su triunfo en las elecciones del 30 de octubre con el 51,7 % de los sufragios.

Fotografía de la nota


Raúl Alfonsín asumió el poder el 10 de diciembre de 1983, luego de su triunfo en las elecciones del 30 de octubre con el 51,7 % de los sufragios.


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Raúl Alfonsín, ex presidente de la República, figura descollante de la política argentina del último cuarto de siglo, padre de seis hijos, abogado defensor de presos políticos, fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, orador extraordinario, falleció ayer a las 20.30 como consecuencia de un cáncer de pulmón, en un país muy distinto al que pretendió construir. Se sabía desde mucho antes de su muerte: Alfonsín pasa a la historia como símbolo crucial de la democracia recuperada y acaso de las deudas que esa misma democracia tiene pendientes. Su último visitante fue el obispo Justo Laguna, quien le dio la extremaunción por la mañana y había pedido al país: “Recen por él”.

La figura del caudillo radical quedará asociada con la transición de salida del tiempo oscuro y final de la última dictadura, con las movilizaciones formidables del año 1983, con los célebres recitados del Prólogo de la Constitución, con la promesa aventurada de que con la democracia “se come, se educa y se cura”. En estos días desfilarán algunas de sus expresiones célebres, que no necesariamente lo definen: “Un médico ahí”, “Estoy persuadido”, “Felices Pascuas”, “A vos no te va tan mal, gordito”.

Raúl Alfonsín nació en Chascomús el 12 de marzo de 1927. Tras egresar del Liceo Militar General San Martín –en su promoción revistaban Leopoldo Fortunato Galtieri y Jorge Rafael Videla–, comenzó a militar en el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la UCR de Chascomús. Fue elegido concejal en 1954, diputado provincial en 1958, diputado nacional en 1963. Durante el gobierno de Arturo Illia fue vicepresidente de su bloque de diputados. En 1965 asumió como presidente del Comité Provincia de Buenos Aires de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Era balbinista, pero no tardaría en romper con la vieja guardia partidaria y diseñar una alternativa que comenzó a construirse durante la dictadura de Onganía. Un proyecto político que articulaba tradiciones de los grandes partidos nacionales con legados de las socialdemocracias europeas. Era el germen del Movimiento Renovación y Cambio.

Meses antes del golpe del 24 de marzo de 1976, Alfonsín cofundó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) junto a, entre otros, al obispo Jaime de Nevares, el rabino Marshall Meyer, Alicia Moreau de Justo, Oscar Alende, Adolfo Pérez Esquivel y Alfredo Bravo. Aunque el radicalismo nutrió a la dictadura con centenares de intendentes y embajadores, Alfonsín, sin dejar de entablar contactos y negociaciones con los jefes militares, se diferenció de su partido a la hora de caracterizar y denunciar el proceso represivo. El 13 de septiembre de 1979, a propósito de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, emitió un comunicado que se puede juzgar como anticipatorio de la Teoría de los Dos Demonios: “La Argentina está siendo empujada hacia un colapso ético por los partidarios de la violencia de uno u otro signo. La metodología del terrorismo constituye una expresión repugnante que el Estado debe sancionar. La actividad represiva del Estado no debe atentar contra la vida, los derechos y el honor de los ciudadanos”.

Alfonsín escribía artículos con seudónimo: Carrido Lura (juego de letras con Ricardo y Raúl) y defendía perseguidos políticos.

Sus dotes oratorias y la capacidad para sintonizar con el clima social en la salida de la dictadura se expresaron con claridad durante la campaña electoral de 1983. En una Argentina que salía de la hibernación, Alfonsín contrató al publicista David Ratto. Éste, iniciando la moderna era de la videopolítica en el país, apostó a la personalización de la campaña. Piezas de la comunicación como “Ahora Alfonsín”, “RA” o “Una ventana a la vida” se hicieron emblemáticas. Fue también decisiva la denuncia de un presunto “pacto sindical-militar”, publicitada en el preciso momento en que la intención de voto a favor del radicalismo tocaba su techo.

Su discurso de cierre de campaña, el 27 de octubre, es una pieza histórica (ver reproducción completa en páginas 24/25).

Tres días después obtuvo el 51,7% de los votos, contra el 40,1% del peronismo.

Nadie había vencido hasta ese momento al peronismo en elecciones limpias.

El gobierno del líder radical debió hacer frente a dos escenarios muy difíciles, ambos consecuencia del legado dictatorial: el condicionamiento asfixiante de una deuda externa multiplicada y la necesidad de consolidación de un régimen que para legitimarse debía hacer justicia con el pasado represivo.

El 15 de diciembre de 1983 creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y envió al Congreso un proyecto de ley declarando nula la ley de autoamnistía dictada por el gobierno militar. Su promesa inicial fue la de diferenciar niveles de responsabilidad y su primer fracaso fue la pretensión de que los militares se juzgaran a sí mismos. Tras recopilar información sobre 281 casos, el 9 de diciembre de 1985 la Cámara Federal dictó su célebre sentencia condenatoria contra las Juntas militares. Muchos juicios sin embargo seguían abiertos y el gobierno debió enfrentar las rebeliones de los militares carapintadas en 1987 y 88, apoyados por sus camaradas de armas. Fue ante la multitud movilizada en Plaza de Mayo y en un contexto de huelga general convocada por la CGT en defensa del gobierno constitucional, que Alfonsín, sin el menor apoyo entre los uniformados, pasó de decir “la democracia de los argentinos no se negocia” a la célebre frase “la casa está en orden. Felices Pascuas” y de allí al dictado de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.

El otro frente de batalla, el económico, el de los condicionamientos externos tuvo como primera víctima al ministro de Economía Bernardo Grinspun, desplazado por una inflación del 625% anual y reemplazado a comienzos de 1985 por Juan Vital Sourrouille. En junio de ese año Alfonsín y Sourrouille anunciaron el lanzamiento del Plan Austral –“economía de guerra”, arengó Alfonsín desde el balcón de la Rosada– cuyo éxito inicial colaboró con el triunfo del radicalismo en las parlamentarias. El retorno de la crisis económica obligó a lanzar el Plan Primavera, que fracasó junto a los anuncios de una etapa de reformas del Estado. Una de las respuestas a ese anuncio fue lo que el diario Ámbito Financiero denominó “golpe de mercado”. El posterior proceso hiperinflacionario llevó la pobreza al récord histórico de 47,3% en octubre de 1989, a una escalada de saqueos, al adelantamiento de las elecciones y, finalmente, al adelantamiento de la entrega del mando a Carlos Menem.

Fuera de la presidencia, Alfonsín se refugió en la defensa escrita de su gestión, en el manejo de las riendas partidarias desde el Comité Nacional y en una resistencia al gobierno menemista que parecía tan tozuda como implacable, pero que acabó con un giro espectacular con la firma del Pacto de Olivos de 1993. Alfonsín, alegando graves riesgos para la República, habilitó la reforma constitucional y la reelección de su entonces enemigo. Dividido, el radicalismo tuvo elecciones desastrosas Sólo el armado de la Alianza, de la que Alfonsín fue cofundador, permitió el regreso efímero de un radical al poder.

TRES DÍAS DE DUELO NACIONAL. La muerte de Raúl Alfonsín encontró a la presidenta Cristina de Kirchner en pleno viaje de Doha a Londres, donde participará de la cumbre del G-20. “Su figura está indisolublemente vinculada a la recuperación democrática”, dijo no bien pisó tierra inglesa. Momentos antes había hablado con Ricardo, el hijo de Alfonsín, para mandarle su pésame, según contó ella misma.

La Presidenta también hizo una excepción y habló telefónicamente con el vice Julio Cobos para coordinar la firma del decreto que dictaminó un duelo de tres días.

El Gobierno estaba trabajando desde el lunes, luego de que la familia de Alfonsín había descripto como inevitable el desenlace. La secretaría general de la Presidencia, por ejemplo, ya tenía coordinado con la familia del radical que enviaría invitaciones para las exequias del ex presidente a los mandatarios extranjeros.

Alfonsín será velado desde las 8:30 de hoy en el Salón Azul del Senado y luego será enterrado en el cementerio de la Recoleta, en el panteón de los caídos de la Revolución del Parque de 1890, símbolo del nacimiento de la UCR. Allí descansará hasta que esté terminado un mausoleo en su honor que está a punto de ser construido.

Además, se decidió que se celebre un minuto de silencio en el partido de fútbol que hoy jugará la Argentina con Bolivia.


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