Al principio, les cuesta ocuparse de todos los aspectos de la empresa.
Recomiendan entrar a un sector conocido para aprovechar los contactos.
Cecilia de Castro
Guillermo Casarotti (45) renunció a su sillón de gerente de Marketing de Agroquímicos en Monsanto cuando lo único que tenía era una idea. Al hacer meditación y ser vegetariano, Cassaroti empezó a mirar "con más detalle lo que estaba comiendo. Dejé el café y me interesé por el té", explica, cuatro años después de fundar su emprendimiento.
Así fue que mientras vivía una vida corporativa había detectado una brecha muy grande, en precio y calidad, entre el té importado y el nacional. Hoy es el dueño de Inti Zen, el té premium que se vende hasta en la mismísima capital del 5 o’clock tea.
Casarotti es el típico caso de ejecutivo devenido emprendedor. Y encaja perfecto en el perfil que traza Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE. Los corporativos se lanzan a nuevos negocios "movidos por la búsqueda de oportunidades" y no por necesidad, como suele suceder con los emprendedores con menor nivel económico y educativo. Además, cuando los niveles gerenciales toman la decisión de emprender, renuncian a su trabajo. "Incluso a veces pasa un tiempo entre una cosa y la otra. En ese período hacen una búsqueda selectiva de la oportunidad". "Muy extraño", define al pasaje de ejecutivo a emprendedor. En el mundo corporativo "hay una estructura. Si había que arreglar una PC o tenía que viajar, había alguien que se ocupaba".
Los ejecutivos "tienen muchos problemas al emprender. Tienen que hacer de todo y les cuesta adaptarse", dice Torres Carbonell. Casarotti superó la prueba.
Hoy sus tés se toman en quince países y va a cerrar el año con una facturación de $ 2 millones.
Los contactos Tener un pasado ejecutivo también tiene sus ventajas. Los contactos que cosecharon son uno de sus activos más preciados. Es la experiencia de Francisco Mackinlay, dueño y fundador de Logística Congelarg. Mackinlay ocupó el sillón de vicepresidente para América latina de McKey Argentina, una empresa que se encargaba de la logística de McDonald’s.
Cuando la compañía se fue del país, gracias a los contactos, "me surgió la posibilidad de hacer el transporte y la distribución de mercadería a McDonald’s". Así nació Congelarg.
Los contactos "me sirvieron muchísimo" para sumar otros clientes y proveedores. Iveco, que hoy le financia sus camiones, había sido su proveedor durante su carrera corporativa.
Además de la Big Empresa, su flota atiende a Embotelladora del Atlántico, Molinos y Wal-Mart, y hace la distribución de Disco en la ciudad de Córdoba, donde abrió una base operativa. Va a cerrar el año con una facturación de $ 13 millones.
A lo Disney Como Mackinlay, muchos ejecutivos emprenden en la misma industria en la que se movían.
Esa es una de las causas que un estudio del MIT atribuye al éxito que suelen tener en sus propias empresas. Conocen el tema al dedillo. Algo muy diferente a lo que le sucedió a Ricardo Tula (50).
Hace tres años, cuando le dijo adiós a su carrera corporativa, era director de Finanzas para América latina de The Walt Disney Company. Hacía seis meses había creado Hilo & Dedal, un emprendimiento con modistas profesionales y sastres que hacen ropa y modernizan prendas, además de vender y alquilar trajes y vestidos de fiesta.
"No tenía idea del negocio, pagaba precios altísimos por los cortes". Por eso, deja una recomendación para sus pares: "Entren a un negocio que conozcan. A mí me costó mucho dinero".
La gran ventaja del cambio fue "no estar arriba de un avión todo el tiempo". Pero ser su propio jefe y llevar adelante el negocio tuvo un alto costo de aprendizaje.
"Uno sigue con la mentalidad del que está en una multinacional, yo puse la estructura como si estuviese trabajando en Disney".
Ahora "veo los errores que cometí. Empecé a dar franquicias muy rápido y llegué a tener 4 locales. Hoy me reduje, y con un local, tengo unos mil clientes".
Sellos y papelerío Leonardo Gannio, ex gerente general de People Soft para la región sur y creador de las ferreterías Fixit, encontró en los trámites uno de los obstáculos más grandes. "Sortear todas las burocracias de habilitaciones demanda mucho recurso propio".
Las estadísticas le dan la razón: en la Argentina se requieren 31 días para iniciar un negocio mientras que en Australia se necesitan 2, en Canadá 3 y en los EE.UU., 6. Y si en Australia, Canadá y Nueva Zelandia sólo hay que hacer dos trámites para abrir un negocio, en el país se necesitan 14, según The World Bank’s Doing Business Report 2008.
Gannio finalmente sorteó el tramiterío. Hoy tiene dos locales de Fixit, algo así como un supermercado de productos de ferretería. Sin amedrentarse por la burocracia, en los próximos tres años planea abrir 60 puntos de venta, en un mix de bocas propias y franquicias.
Del Mecon a las mermeladas Alicia Bañuelos (56) es física.
Quizás inspirada en la manzana de Newton creó Estancias Rama, un emprendimiento en el que las frutas son la materia prima. Con esa marca fabrica y vende mermeladas "compuestas en partes iguales por fruta y azúcar".
Del 91 al 96 lideró el proyecto de informatización del Ministerio de Economía, lo que incluyó el sitio del Mecon. En la práctica esto significa que llegó a dirigir el primer gran website de la Argentina. Se fue del Ministerio para emprender: fundó Internet Services, una empresa que vendía desarrollo sobre tecnología IP. En el 99 "vendimos nuestra parte a una empresa del Bank of America".
Según la experiencia de Torres Carbonell, a diferencia de los que inician un negocio por necesidad, los ejecutivos tienen una situación patrimonial que les permite elegir el emprendimiento.
Bañuelos lo hizo y hasta cambió de ramo. "Siempre había dicho que si no era a la informática me iba a dedicar a los alimentos", dice Bañuelos, que también es rectora de la Universidad de La Punta (San Luis).