Por: Martín Bidegaray
En el último día hábil del año, justo cuando una década se está terminando, uno de los íconos más representativos de la década de los 90 decidió que era la hora de jubilarse. Santiago Soldati renunció ayer a la presidencia de Sociedad Comercial del Plata (SCP). A través de esa compañía, hizo fortunas en distintos rubros: construcción, petróleo y las privatizaciones de las deficitarias empresas de servicios públicos.
Soldati venía de sufrir un golpe muy duro. La Corte Suprema de Justicia anuló el concurso de acreedores de SCP. Allí, juntaba a la mayoría de sus empresas. El pedido de concurso, presentado en 2000, era por $ 700 millones y Soldati proponía una quita del 81% a sus acreedores. En un fallo dividido, el máximo tribunal lo rechazó.
Educado en Suiza, culto y amable, Soldati participó de muchas privatizaciones. Fue accionista de los consorcios con los que se conformaron Telefónica de Argentina (con la española Telefónica), Aguas Argentinas (con las francesas Compagnie de Suez y Lyonnaise des Eaux), Telefé (con la familia Vigil), Transener, Central Térmica Güemes y Ferroexpreso Pampeano. En varias de estas compañías fue socio de Techint, de la que llegó a ser escolta entre las principales constructoras del país. De todas se retiró con buenos réditos. En la única que se quedó -Transportadora de Gas del Norte- el Gobierno designó un interventor a fines de 2008, porque entró en default.
Años atrás, la estrella de Soldati parecía inextinguible. Su petrolera, Compañía General de Combustibles, facturaba US$ 800 millones en 1996 (ganaba US$ 60 millones limpios) y parecía una mina de oro. A tal punto que lo llevó a Soldati a incursionar en dos proyectos faraónicos: el Tren y el Parque de la Costa. Pero esos emprendimientos lo agarraron con un contexto de país que ya no lo favorecía.
La devaluación le trajo problemas adicionales. Sus socios suizos comenzaron a cuestionarlo. El traspaso de 75% de la petrolera a Southern Cross estuvo plagado de presentaciones judiciales.
Soldati nunca hizo alarde de gustos caros ni ostentosos. Mientras que otros millonarios de la época -como Juan Navarro- sumaban trajes de diseñadores italianos y corbatas de lujo a su guardarropas, el estilo de Soldati era mucho más austero. De hecho, sus descendientes tampoco se caracterizan por haberse gastado una fortuna por adelantado. Pero no es un Soldati quien lo sucederá, sino Ignacio Noel, ex presidente de Petroken.