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Internacionales
MURIÓ THATCHER: UN SÍMBOLO DE LA GUERRA Y EL NEOLIBERALISMO
09/04/2013

Murió Margaret Thatcher: un símbolo de la guerra y la revolución conservadora

Clarín/ Por María Laura Avignolo

La “Dama de Hierro” ha muerto. Nadie olvidará su histórica inflexibilidad durante sus once años de gobierno, su determinación política, sus privatizaciones ultraliberales, su papel en la guerra de las Malvinas, que le dio otro impensable triunfo electoral, su rol en la caída del comunismo en la URSS. Su pelo batido, sus perlas, esa voz con acento sexy –tallada por Laurence Olivier para ser socialmente aceptada– que enloquecía al presidente francés François Mitterrand y los trajes azul eléctrico, que ella transformó en su marca de victoria. Sus ministros y banqueros estarán a salvo del “handbaging”, la otra característica de sus años de mandato en Downing Street, cuando avanzaba amenazante con su cartera para ganar un argumento.

A los 87 años, la ex primera ministra Margaret Thatcher murió ayer de un ataque cerebral en una suite del hotel Ritz, donde vivía después de una operación de vejiga en diciembre pasado. Su estado no le permitía lidiar con las escaleras de su mansión en Knightbridge, a donde se había retirado y aislado bajo el cuidado de su enfermera.

No tendrá un funeral de Estado como Sir Winston Churchill sino uno ceremonial, con fecha aún a determinar, como el de Lady Di o el de la Reina madre.

“Será una mezcla de ceremonia pública y privada”, precisó Downing Street en un comunicado. El servicio en la catedral de St Paul será retransmitido por televisión y el público podrá asistir en la calle a la procesión desde la capilla en el palacio de Westminster, sede del Parlamento, donde se instalará el féretro la víspera de la ceremonia. El gobierno y la familia de Thatcher correrán con los gastos del funeral, según Downing Street. Los funerales de Estado, reservados a los monarcas y a algunas grandes figuras públicas con el acuerdo del soberano y del parlamento, son pagados con dinero público. Winston Churchill fue el último jefe de gobierno que recibió ese honor, el 30 de enero de 1965.

La decisión de cómo será el funeral fue de Isabel II, con quien Thatcher tuvo una relación tormentosa y complicada durante su gestión. La monarca hasta se vio amenazada por la abrasiva “revolución thatcherista”: pensó que sus deshumanizadas reformas económico-sociales podrían amenazar los cimientos y tradiciones de la Casa de Windsor y su relación con sus súbditos.

A pesar de su retiro político en el 2002, cuando su demencia senil avanzaba, la baronesa Thatcher ha dejado un antes y un después del thatcherismo en Gran Bretaña. La política jamás será la misma, aunque el actual gobierno conservador sólo coincide en un 10 por ciento con su ideología.

Su legado es tan controvertido como fue su gobierno, que dejó un reino dividido por sus políticas, un país privatizado y sin industrias, sindicatos arrasados, mineros sin medios de vida, un partido conservador que se olvidó de la responsabilidad social y enterró la solidaridad, a favor de un individualismo donde florecieron los “nuevos ricos”, su otra herencia, junto a los propietarios de sus propias casas.

Hasta el mismo Peter Mandelson, ideólogo laborista en la campaña de 1997 que llevó a Tony Blair al poder después de los Tories, lo admitió con cierta normalidad: “Hoy somos todos thatcheristas”.

Con gobiernos laboristas y conservadores, para bien o para mal, los cimientos de la Nueva Gran Bretaña que implantó Thatcher permanecen intactos. El premier laborista Tony Blair se encargó de incentivarlos y dejó su legislación laboral intacta.

A la hora de su muerte, Maggie Thatcher sigue dividiendo al reino como en sus mejores días.

La diferencia es que todos reconocen en ella a una de las grandes y controvertidas líderes del siglo XX, sin necesidad de coincidir o elogiarla ideológicamente. Nadie hasta ahora se ha atrevido a ignorar su herencia en el Estado, solo a hacerle reformas más cosméticas que profundas.

Cada uno de los líderes políticos que la han sucedido recuerda la lección de haber sido eyectada por su propio partido de Downing Street en 1990, hartos de su intransigencia y brutalidad, y los riesgos de ceguera política que genera una larga permanencia en el poder.

“Yo espero que cuando Margaret Thatcher sea enterrada, entierren con ella sus políticas”, dijo Chris Kitchen, secretario general de la Unión de Mineros, el sindicato que ella combatió con fiereza.

El centro de sus políticas fue la reforma de los sindicatos y la reestructuración de la economía británica, heredada del laborismo. Los subsidios a las industrias finalizaron y forzó a las empresas a competir. Tres millones de personas quedaron desocupadas y su gobierno se volvió impopular. “Esta lady no se dobla”, advirtió en sus peores días a sus propios conservadores, en la conferencia partidaria. Su férrea determinación para negociar en Europa y con los países comunistas le valió su histórico apodo: “La Dama de Hierro”.

Thatcher se volvió más respetada afuera que adentro de su reino.

Su inhumanidad para no negociar con los prisioneros políticos del Sinn Fein y el IRA durante los 172 días de la huelga de hambre consiguió reprobación internacional. Murió así Bobby Sand, la leyenda de la guerra civil en Irlanda del Norte, y otros nueve de sus compañeros sin que ella cediera.

La aventura de Leopoldo Fortunato Galtieri y los militares argentinos en las islas Malvinas le devolvieron la gloria y el poder en riesgo a Margaret Thatcher. Solo su audacia la hizo optar por el envío de una fuerza marítima para recuperar las islas en una guerra a miles de millas del reino, cuando sus ministros se oponían. Apostó y ganó, cuando estaba en su peor pico de impopularidad. Volvió a ganar la elección y profundizó aún más las reformas económicas. Privatizó el gas, las electricidad, el carbón, las telecomunicaciones, las aerolíneas, desreguló todo, hasta que convirtió a su economía en una de las más competitivas del mundo occidental.

Sus políticas eran exportables. Dictadores latinoamericanos y sus ministros las abrazaban como el nuevo remedio. Maggie Thatcher se transformaba en una mujer de Estado, que negociaba pragmáticamente con Mijail Gorbachov, con quien se “podía hacer negocios”, y lo trataba de convencer a su amigo, el presidente estadounidense Ronald Reagan, para finalizar la guerra fría. Sus presiones ayudaron a la caída del Muro de Berlín y forzaron a Gorbachov a las reformas. Le decía “no, no, no” a Jacques Delors, el constructor de Europa, ganándose la admiración y, al mismo tiempo, el resentimiento de otros líderes al exigir dinero europeo.

Esta feroz energía de la hija de un almacenero metodista sin educación pero con la moral de hierro que le inculcó, no le bastó para calmar la furia que sus modos, sus métodos y su estilo provocaban en su propio partido.

Ella no se sentía parte del “establishment”, de la “elite tory”, que la había obstruido en su llegada a la política. Era una “outsider”, que ellos iban a combatir al final. Para los conservadores, Thatcher no era otro Winston Churchill sino una mujer embelesada con su propio poder, terca, obstinada y sorda, que ponía en riesgo la identidad partidaria y había dejado de escuchar a la sociedad.

Así decidieron sacarla, con una renuncia devastadora e inesperada de su canciller Geofrey Howe, que inició el ballet del desafío parlamentario que terminó con John Major en el poder. Los fotógrafos capturaron una solitaria lágrima en los ojos de Maggie. Finalmente le habían puesto fin a su reino sus propios pares y muchos de ellos la despedirán en su funeral en la Catedral de St Paul.

En el Parlamento. En 2006, sentada en la Cámara de los Lores, Thatcher espera el discurso de la reina.

“Los ojos de Calígula, los labios de Marilyn”

Reuters/ Por: Stephen Addison y Adrian Croft
Londres - Margaret Thatcher, apodada la "Dama de Hierro" y figura central de la política británica del siglo XX, era hija de un almacenero y dueña de un carácter intransigente por lo que fue amada y odiada por igual, a medida que enfrentaba a los sindicatos y privatizaba amplios sectores de la industria de su país.

Thatcher murió ayer a los 87 años tras padecer un accidente cerebrovascular. Durante su vida política, algunos la veneraron como una modernizadora que transformó su país mientras otros la acusaron duramente de haber profundizado la brecha entre pobres y ricos.

Entre las imágenes perdurables de su liderazgo en el Reino Unido se destacan, sobre todo, aquellas ligadas al conflicto: enormes confrontaciones policiales con el sindicato minero, el manejo de un tanque de guerra luciendo un pañuelo blanco en su cabeza, y las llamas en Trafalgar Square en medio de revueltas por un impuesto local impopular que finalmente llevó a su caída.

"Esta mujer no va a cambiar", dijo una vez a miembros de su propio Partido Conservador que la instaban a que moderara sus políticas.

Otros que se cruzaron en su camino, particularmente en Europa, fueron víctimas de sus fulminantes ataques verbales, con frecuencia denominados "carterazos", debido a la clásica cartera de cuero negro que siempre portaba.

La rígida y frontal Thatcher, la única mujer primera ministra de Gran Bretaña, llevó a los conservadores a obtener tres victorias electorales, gobernando entre 1979 y 1990, el período continuo más largo en el cargo de un primer ministro británico desde comienzos del siglo XIX.

Junto con el presidente estadounidense Ronald Reagan, Thatcher formó una fuerte alianza contra el comunismo y se vio recompensada con la caída del Muro de Berlín en 1989, aunque le preocupaba el hecho de que una Alemania unificada dominara Europa.

Sus perspectivas radicales y de extrema derecha rompieron el molde de la política británica, cambiando el statu quo de manera tan contundente que incluso gobiernos laboristas posteriores aceptaron muchas de sus medidas. La mujer que se volvió conocida simplemente como "Maggie", transfirió gigantescos sectores de la economía de manos del Estado a propietarios privados.

Sus propias convicciones, fundadas en la competencia, la iniciativa privada, el ahorro y la autosuficiencia, dieron origen a una filosofía política conocida como "thatcherismo". Pero sus duras recetas económicas dejaron a millones de personas sin empleo, alienaron a otros miles y destruyeron ampliamente industrias como la minería.

Su posición combativa, que chocaba con la de sus aliados europeos, y su intolerancia del disenso finalmente la llevaron a perder el poder.

"Una tirana brillante rodeada de mediocridad", fue como la describió el ex primer ministro Harold Macmillan. "Esa condenada mujer", fue el veredicto menos benévolo de Edward Heath, otro primer ministro y antecesor de Thatcher como líder del Partido Conservador.

Adicta al trabajo, pasaba 18 horas al día en actividad, tras las que solía relajarse con un vaso de whisky.

Tras ganar las elecciones el 3 de mayo de 1979, lanzó una serie de reformas sociales y económicas diseñadas para terminar con lo que consideraba un espiral del declive industrial, alzas impositivas y control excesivo por parte del Estado, período del Gobierno laborista que se denominó "invierno del descontento".

Combatir los incrementos salariales generadores de inflación y modernizar la economía implicaba recortar el poder de los sindicatos. Luego de algunos cambios a la ley y una dura huelga de un año que terminó en una derrota para los mineros en 1985, se acabó la posibilidad de los sindicatos de influir en los gobiernos del Reino Unido.

El país se estremeció en 1982, cuando Thatcher decidió enviar una fuerza naval a las islas Malvinas, que la Argentina intentaba recuperar luego de años de ocupación británica. Pese a perder varias embarcaciones, finalmente el Reino Unido logró quedarse con las islas, 74 días después de iniciado el conflicto bélico. Un total de 649 soldados argentinos y 255 británicos murieron en la guerra.

Una encuesta de opinión en 1981 calificaba a Thatcher como la primera ministra británica más rechazada de la historia del país. Pero dos años después, luego de la Guerra de las Malvinas, la mandataria ganó nuevamente el poder en medio de una ola de patriotismo y en 1987, en su tercera victoria electoral consecutiva, obtuvo de nuevo una amplia mayoría en el Parlamento.

Thatcher acompañó una era de "capitalismo popular" que elevó la cantidad de propietarios de hogares en Gran Bretaña al 68% y que convirtió a una de cada cinco personas en accionista.

Lanzó una ola de privatizaciones de monopolios estatales como los servicios de gas, petróleo, acero, teléfonos, aeropuertos y la mismísima aerolínea British Airways, a la que siguieron las ventas a privados de las empresas de electricidad y agua. Pero mientras el thatcherismo avanzaba, el desempleo se duplicó a mediados de la década de 1980, a más de 3 millones de personas, un nivel que no se registraba desde la hambruna de los años 30.

Fue el periódico Pravda del Partido Comunista Soviético el que la apodó la Dama de Hierro, algo que ella parecía disfrutar. No obstante, cuando el líder soviético Mijail Gorbachov llegó al poder, en 1985, Thatcher estableció una fuerte relación de trabajo con él.

Las relaciones de Gran Bretaña con sus vecinos europeos eran tensas debido a la reticencia de Thatcher a apoyar planes para una mayor integración regional.

El expresidente francés François Mitterrand dijo alguna vez que la mandataria británica tenía "los ojos de Calígula y los labios de Marilyn Monroe".

En 1984, un ataque con bomba del Ejército Republicano Irlandés (IRA) impactó en el hotel de Brighton donde se albergaba, y casi provoca la muerte de todo su gabinete. Thatcher resultó ilesa, pero cinco personas murieron y algunos colegas cercanos resultaron gravemente heridos. Pocas horas después del ataque, y según estaba previsto, dio un discurso en la conferencia anual de su partido, prometiendo no ceder en la lucha contra el terrorismo.

También en 1984, la entonces primera ministra y su par chino, Zhao Ziyang, firmaron una declaración bajo la cual Gran Bretaña acordaba entregar Hong Kong a China en 1997, tras 156 años de Gobierno colonial por parte del país europeo.

Luego de once años en el poder, Thatcher padeció una revuelta en su partido. Un nuevo impuesto local, que provocó un fuerte descontento social, contribuyó a su caída.

La controvertida líder padeció una serie de accidentes cerebrovasculares menores a fines de 2001 y en 2002, luego de los cuales redujo sus apariciones públicas. Su deterioro hacia la demencia fue representado en la película ganadora del Oscar "La Dama de Hierro", protagonizada por Meryl Streep.

Thatcher, la política que sentó las bases de la economía neoliberal

Financial Times/ CHRIS GILES

El desempeño económico que tuvo Margaret Thatcher entre 1979 y 1990 (que comenzó y terminó con una recesión y en el medio se produjo un auge) coincidió bastante con el resto de la historia de la posguerra de Gran Bretaña. Pero si se observan únicamente los agregados económicos se pierde noción de la importancia de los años ochenta y el duradero legado que dejó el período.

Patrick Minford, el compañero de viajes de Thatcher y profesor de Economía en la Escuela de Negocios de Cardiff, comentó: “Para quienes no vivieron en los setenta es difícil comprender el legado, que no sólo ha sido derrotar la inflación. Ella transformó el lado de la oferta de la economía británica”.

Elegida en 1979 después del Invierno del Descontento, la gestión económica de Gran Bretaña en ese momento consistía en una elaborada serie de medidas apuntadas a apagar incendios en plena caída. Thatcher heredó políticas de ingresos y precios que tapaban la inflación, tipos de cambio que evitaban una batalla cambiaria y el uso de la política fiscal para manejar la demanda; y ella descartó el lote completo.

Las altas tasas de interés y la ajustada política fiscal de la “estrategia financiera de mediano plazo”, la primera encarnación del monetarismo thatcheriano, colocó a la economía en una profunda recesión, generó más de tres millones de desempleados, diezmó la industria manufacturera del norte de Inglaterra y borró la inflación del sistema.

El crecimiento que se produjo en la segunda mitad de la década de los ochenta estaba geográficamente concentrada en Londres y el sudeste de Inglaterra, dominada por el espectacular alza del consumo de los hogares a raíz del boom de los precios de las viviendas y del petróleo del Mar del Norte.

Entre el segundo trimestre de 1979 y el cuarto trimestre de 1990, el crecimiento promedio anual de la economía fue de 2,3%, nada mejor a la norma británica de la posguerra. Si bien el ritmo de expansión estaba lejos de ser excepcional comparado con el pasado de Gran Bretaña, los economistas de izquierda y derecha tienden a coincidir en que el legado es mucho más impresionante en comparación con el desempeño contemporáneo de otros países.

Mientras los ingresos per cápita del Reino Unido bajaban en relación a los de Estados Unidos entre 1950 y 1979, otras economías líderes de Europa (Francia, Alemania e Italia) se recuperaban. Pero a partir de los ‘80 el estándar de vida británico subió más que otras grandes economías de la UE y sólo dejó de mejorar en relación a EE.UU. cuando comenzó la crisis financiera de 2007.

Lo que apuntalaba este progreso era el incansable foco puesto en que la economía debía funcionar mejor en relación con las fuerzas del mercado. “Esta revolución del lado de la oferta fue el cambio más importante que produjo ella en la economía”, aseguró Sir Alan Budd, asesor económico del Tesoro durante parte de los noventa.

“No se puede ir en contra de los mercados,” fue la respuesta de Thatcher al deseo de Nigel Lawson de pegar la libra esterlina al marco alemán, pero en su gobierno ese concepto se aplicó a todos los aspectos de las políticas y se ha extendido durante treinta años, aseguró Jonathan Portes, director del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social.

Las fuerzas del mercado lograron mejorar el desempeño relativo de la economía británica, pero ese avance provocó daños colaterales y efectos secundarios inesperados. El más evidente fue el enorme aumento de la desigualdad, provocada por las disparidades salariales; y la desregulación en el sector de servicios financieros impulsó aún más ese proceso.

Muchos nunca se recuperaron del deterioro industrial de principios de los ‘80. Y el legado de los altos precios inmobiliarios afecta a muchos británicos.

Según el profesor Minford, esos problemas nuevos (algunos relacionados con el período Thatcher) demuestran que “los problemas del lado de la oferta nunca mueren”. En los 23 años desde que Thatcher dejó el poder, Gran Bretaña ha sido más capaz que muchas economías de seguir adelante con los cambios, sabiendo que el beneficio en el largo plazo pesa más que el sufrimiento en el corto plazo.


Aznar: "Su energía reformadora y su pasión por la libertad son el mayor legado de Thatcher"

ABC

El primer ministro británico, David Cameron, fue el primero en reaccionar a la muerte de la ex jefa de Gobierno Margaret Thatcher, fallecida este lunes. En un mensaje en Twitter, Cameron lamentó la muerte de la «gran líder». «Con gran tristeza me enteré de la muerte de la señora Thatcher. Hemos perdido una gran líder, una gran primera ministra y una gran británica», escribió Cameron en la cuenta de Downing Street, residencia oficial del «premier».

El líder conservador, que se reunió este lunes en Madrid con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, ha cancelado su viaje a París, previsto para esta tarde, según la cadena pública británica BBC, para regresar directamente al Reino Unido.

Aznar: «Ha sido protagonista indiscutible»

El expresidente del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, José María Aznar, ha lamentado profundamente el fallecimiento de la exprimera ministra británica Margaret Thatcher, y ha destacado que «su energía reformadora y su pasión por la libertad son su mayor legado». Para Aznar, «Margaret Thatcher ha sido protagonista indiscutible de la gran política del siglo XX. Fue un ejemplo de convicciones, de coraje y de capacidad de desafío, y una de las más valientes y enérgicas defensoras de la libertad del pasado siglo».

«No sólo acabó con la hegemonía socialista en su país, sino también con el ambiente de resignación y el fracaso económico y social. Nunca se resignó a ser mejor gestora de un paradigma ajeno, sino que logró establecer su propio paradigma. Un paradigma de crecimiento y prosperidad basado en la libertad y las reformas», ha declarado Aznar tras conocer su fallecimiento.

Asimismo, ha manifestado que «también debemos a Thatcher el fortalecimiento del vínculo transatlántico, que fue determinante para la derrota del comunismo. Desempeñó un papel exigente pero leal dentro de la Unión Europea. Fue la gran renovadora no sólo de la política británica, sino también de la europea. Con ella, Gran Bretaña llegó a sus mayores niveles de poder e influencia internacional de las últimas décadas».

Isabel II, «triste»

La reina de Inglaterra, Isabel II, ha manifestado su «tristeza» por la muerte de Thatcher. «La reina ha conocido con tristeza la noticia de la muerte de la baronesa Thatcher y remitirá un mensaje privado de condolencias a la familia» de la antigua primera ministra, informó el Palacio de Buckingham en un comunicado.

Blair: Una figura política «imponente»

El exprimer ministro laborista Tony Blair calificó a Thatcher de «imponente» figura política que tuvo un «vasto impacto global». «Muy pocos líderes logran cambiar no solo el panorama político de su país sino el del mundo entero», señaló en un comunicado Blair, para quien la «dama de hierro» era «una verdadera líder». «Era amable y de espíritu generoso y siempre se mostró increíblemente dispuesta a ayudarme como primer ministro, a pesar de que procedíamos de polos políticos opuestos».

«Incluso si estabas en desacuerdo con ella en ciertos aspectos, en ocasiones fuertemente en desacuerdo, no podría dejar de respetar su carácter y su contribución a la nación británica», señaló Blair, líder del Partido Laborista del Reino Unido entre 1994 y 2007. «La echaremos de menos con tristeza», afirmó Blair.

Obama: «Una verdadera amiga»

El presidente norteamericano Barack Obama ha recordado a la fallecida Margaret Thatcher, que fue —dijo— una «verdadera amiga» de Estados Unidos. «Con la muerte de la baronsea Margaret Thatcher, el mundo pierde a una de las grandes defensoras de la libertad y Estados Unidos pierden a una verdadera amiga», ha indicado Obama en un comunicado.

«Mostró a nuestros hijos que no existe obstáculo que no se pueda superar»
«Como primera ministra, ayudó a restablecer la confianza y el orgullo que siempre han sido la marca de Gran Bretaña en sus buenos momentos. Y como apoyo tenaz de nuestra alianza transatlántica, ella supo que con fuerza y resolución podíamos ganar la Guerra Fría y extender la promesa de la libertad», añadió.
Gorbachov: «Gran personalidad»

El exlíder reformador soviético Mijail Gorbachov ha calificado a Thatcher, tras conocer la noticia de su muerte, de «gran personalidad política» que «quedará para la historia».

Netanyahu: «Inspiró a una generación de políticos»

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, lamentó la muerte de Thatcher, a quien definió como «una firme amiga» de Israel y del pueblo judío. «Lamentamos la muerte de la exprimera ministra del Reino Unido, la baronesa Thatcher. Fue una gran líder, una mujer de principios, decisiva, fuerte, una gran mujer», afirmó Netanyahu en un comunicado difundido por su oficina.

Según Netanyahu, que no se dedicaba a la política cuando ella gobernaba, Thatcher «fue una firme amiga de Israel y del pueblo judío» e «inspiró a toda una nueva generación de políticos».

Pons: «Irrepetible»

El vicesecretario general de Estudios y Programas del PP, Esteban González Pons, ha dicho que Thatcher era «una de esas mujeres políticas irrepetibles que ha marcado una época» y ha señalado que «sin ella probablemente el muro de Berlín habría tardado mucho más en caer». «Los ingleses la verán con sus luces y sus sombras. Los que no somos ingleses y nos sentimos muy europeos la recordaremos como una de las impulsoras decisivas de la caída del muro de Berlín y del avance de la democracia en el este de Europa», añadió el dirigente del PP.

Boris Johnson: «Su memoria vivirá»

A través de Twitter ha reaccionado a la muerte de Thatcher el alcalde de Londres, Boris Johnson, que ha manifestado abiertamente su deseo de llegar a ser un día líder de los «tories». «Su memoria vivirá mucho después de que el mundo haya olvidado los trajes grises de la política actual», ha subrayado.

Aguirre: «Fiel a sus principios»

La presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, ha dicho que Thatcher fue, junto a Winston Churchill, «la política que más han hecho por la libertad en todo el siglo XX». En un comunicado, Aguirre, a quien muchos compararon con la «dama de hierro», ha lamentado la muerte de la política conservadora de la que destacó su «trayectoria absolutamente admirable». «Ningún político de los últimos 60 años ha sido más fiel a sus principios que ella», afirma.

Walesa: «Contribuyó a la caída del comunismo»

El expresidente polaco y Premio Nobel de la Paz en 1983, Lech Walesa, ha asegurado que Thatcher «contribuyó a la caída del comunismo» en Europa. «Tuvo una gran personalidad e hizo muchas cosas por el mundo, contribuyó a la caída del comunismo en Polonia y en Europa del este con Ronald Reagan, el Papa Juan Pablo II y el sindicato Solidaridad», dijo un emocionado Walesa a la agencia Afp. «Rezo por ella», añadió.

UPyD: artífice de un laborismo «más de derechas»

La portavoz de UPyD en la Comisión de Exteriores del Congreso, Irene Lozano, ha destacado la gran relevancia política que tuvo a nivel mundial la ex primera ministra británica, quien, en su opinión, emprendió la «gran renovación ideológica conservadora que estamos padeciendo». En declaraciones a Efe, subrayó también que consiguió arrastrar a los laboristas a posiciones ideológicas «más de derechas» hasta el punto de forzar un nuevo laborismo en Gran Bretaña. Criticó su «clara significación» en favor del exdictador chileno Augusto Pinochet cuando fue arrestado en Londres acusado por la justicia española de tortura y cuya detención entonces calificó de «cruel» e «injusta».

Berlusconi: «Derrotó al comunismo»

«Margaret Thatcher fue la mujer que con Reagan cambió el curso de la historia, derrotó a comunismo», así ha recordado el ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.


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