En 1958 Jorge Oscar Abbate llegó a Río Turbio para desempeñarse como técnico minero en la flamante empresa estatal YCF-Yacimientos Carboníferos Fiscales-que explotaba el oro negro desde hacía una década. Había estudiado en la Escuela de Minas de Buenos Aires. En 1961 se trasladó a Río Gallegos convocado por el perito minero Darío Sansón-director provincial de Minas-que lo sumó a su equipo de trabajo. Esta era la época en que Santa Cruz-recién convertida en una provincia-daba inicio a sus instituciones y esta Dirección recibía ahora las denuncias mineras.
En Buenos Aires
En 1935 nací en el barrio de San Telmo, Buenos Aires, cuando todavía los autos tenían el volante a la derecha y en la ciudad teníamos el tranvía…¡Si habré andado en tranvía!...Eramos una familia numerosa. Mis abuelos paternos, italianos y los maternos, españoles. Mi abuelo Pedro Pascual Abbate tenía una empresa de cloacas y mi padre, Alfredo Elías Abbate, trabajaba en Obras Sanitarias de la Nación. Mamá, María Gómez, era ama de casa.
En ese momento San Telmo era el barrio más pesado de la Argentina y como éramos chicos no nos dejaban salir de la puerta de calle. En el barrio vivía Jorge Vilariño, el criminal más pesado que tenía el país en ese momento. Mi familia vivía en calle Independencia-cuando era angosta-y Vilariño vivía con sus padres y hermanos en el pasaje Golfarini, muy cerca de casa. El hizo los robos más llamativos de la época. El comisario Meneses era al único tipo que temía. Escuchábamos de los integrantes de la banda como el “turco”, “el ruso” y un chico “bien”, hijo de un empresario porteño...Había muchas casas de inquilinato, es decir conventillos.
Hice la primaria en la escuela Guillermo Rawson y después empecé la secundaria en el Otto Krause. Mi deporte era el básquet. En el colegio no me gustaba mecánica que era la especialidad porque me parecía rígida. Más adelante se abrió un curso de enlace con la Escuela de Minas donde también estudiaron Darío Sansón y Diego Saborido (que fueron peritos mineros y a quienes conocería luego). Entre los mejores profesores estaban los doctores Edmundo Catalano y Romeo Crocce, y el ingeniero Carlos Ponti.
En 1956 estuve en Río Turbio-entre varios estudiantes de Córdoba, Catamarca y Buenos Aires-a raíz de las becas que daba YCF a los estudiantes para hacer cursos de tres o cuatro meses.
En un DC-4 llegamos a Río Gallegos y antes de llevarnos al Turbio nos dejaron caminar por la calle Roca. Me acuerdo de ese paseo haber visto a Clarita Treffler frente a la tienda de sus padres, “Blanco y Negro”. Me llamó la atención porque era una chica colorada, pelirroja.
En Río Turbio como técnico minero
En 1958 me recibí de técnico minero. Me fui a caminar por Buenos Aires visitando las empresas mineras-que no eran tantas-y llegué a la oficina de YCF-que funcionaba en Diagonal Sur-para pedir trabajo: “Me vine a ofrecer para ver si hay posibilidades de ingresar” y me dijeron: “¿Quiere viajar mañana a Río Turbio?”. Me acuerdo que pedí pasar Navidad con mi familia, despaché un baúl con mis pertenencias y viajaría en avión. Mis padres-porteños de ley-me decían: “¡Dejate de hinchar!” porque no podían creer que me fuera tan lejos. El oficio que tenía lo consideraban un riesgo mayúsculo y no comprendían que no buscara un empleo de oficina.
Una vez que llegué a Gallegos-antes de viajar al Turbio-salí a caminar por la Roca y me encontré casualmente otra vez con Clarita Treffler. Esa noche coincidí en la confitería “Carrera” con Darío Sansón, que era el director de Minas de la provincia y me ofreció trabajar con él en Gallegos, pero tenía un compromiso asumido, además todavía no quería ser un técnico minero de escritorio sino que deseaba hacer esta experiencia. Igualmente el contacto estaba hecho y el ofrecimiento se mantenía.
El 4 de enero de 1959 viajé a Río Turbio contratado como técnico minero de la empresa. Me designaron técnico en seguridad de las tres minas, 2, 3 y 4, porque la mina 1 se había cerrado.
El día que fui a buscar mi equipaje me encontré con que me habían robado todo, entonces mi primer sueldo fue para vestirme nuevamente, pero por suerte eran buenos sueldos y la comida de la gamela era muy buena.
En Río Turbio había pocas familias y reducidas a ellas mismas. Muchos hombres solteros se dedicaban a la bebida y otros se desahogaban en Natales...Esa no era mi vida. Hice amistad con Schastok, el jefe de turno de la mina y con el ingeniero Schuerbar que tenía la frase: “¡A mí no me vengas a joder porque este sobre todo es más viejo que vos!”. El había estudiado en su país natal, Alemania, después, durante la Segunda Guerra, estuvo en Francia como oficial a cargo de una mina de carbón y luego trabajó en China. Me acuerdo que lo consultaba: “¡Ingeniero...Usted sabe que me encuentro con un rechazo de la veta!”-“Buscalo dos metros más arriba” y ahí estaba.
El material de origen alemán nunca fallaba. Había puntales-para sostenimiento de techo de las galerías-rusos, franceses, polacos, checoslovacos, que al rato aparecían afuera doblados. Los equipos alemanes eran los mejores, después se posicionaron los ingleses.
En esa época empezaron a venir los primeros ingenieros de minas de San Juan como el ingeniero Gregorini (que después fue director de minas en su provincia) Soldatti y Fazzio.
Hacia Río Gallegos
Más adelante me encontré con Darío Sansón quien volvía a ofrecerme que lo acompañara en la Dirección de Minas. En 1961 salió formalmente el nombramiento, dejé Turbio después de dos años y me trasladé a Gallegos. En el edificio del Ministerio de Economía (Roca y 25 de Mayo) funcionaba Minas y Energía, entre otros organismos como Vialidad.
Sansón había vivido en Río Turbio. Ingrid Wend-su primera esposa-también era perito minero y le ayudó a organizar la minería en la provincia.
Me hospedé en la pensión “Mallo” de calle Avellaneda que a veces no tenía agua caliente, entonces los sábados a la tarde algunos empleados nos bañábamos en el ministerio, que tenía buenas duchas.
Me costó adaptarme al sur…Me costaba relacionarme porque-a decir verdad-no era un tipo muy sociable. Me gustaba la música, extrañaba los conciertos del Colón y en la Facultad de Derecho. (Me acuerdo de un director ruso-director de la orquesta sinfónica de Boston-que venía todos los años a Buenos Aires para dar conciertos. Una vez dijo que al año siguiente daría su caché a la mejor composición de un argentino. Estuve allí, lo recibió Astor Piazzola).
Una vez regresaba de Buenos Aires durante un viaje de trabajo y dudé en el momento de subir al avión, pensé en volver a la casa de mis padres, pero finalmente abordé...
Un tiempo después llegó a Río Gallegos mi hermano Eduardo que fue jefe de operaciones de Austral.
Martha
En esa época Martha Etura trabajaba en la parte de registro gráfico de la Dirección de Minas y era muy buena dibujante. Esta tarea consistía en recibir una denuncia minera y volcarla en un registro para que no existiera superposición sobre otros derechos. Había sido maestra rural en el cerro Michacheo, cerca de Zapala. El padre, don Pedro Etura, fue muy conocido en YCF.
El 11 de enero de 1962 nos casamos y fueron naciendo nuestros hijos: Paula, Gabriela… La familia me cambió la vida. En la casa teníamos la carbonera y mensualmente nos repartían media tonelada de carbón. En la cocina funcionaba una típica estufa “Bosio”.
En Caleta Olivia vivimos alrededor de cuatro años debido a mi traslado para hacer control de paso de petróleo. Allí nació Ernesto. Más adelante hubo un cambio de gobierno, renuncié y fui a trabajar a Vialidad, pero poco después nos trasladamos a Perito Moreno donde trabajé en la empresa vial “Arabia”. Allí nació Ana María.
Unos tres años después finalizó la obra, busqué empleo en Caleta, pero no había nada, entonces regresamos a Río Gallegos con la preocupación de no contar con un empleo. Un día volví a casa y mi esposa me dijo: “¡Mirá el telegrama que te llegó!” y leí: “le ofrezco el cargo de director de fomento minero en esta dirección de minas, firmado: Darío Sansón”.
Al principio alquilamos una casa de “Tito” Ariztizábal, que nos dio una mano grande, después compramos un terreno y con un crédito hipotecario fuimos levantando nuestra propia casa. Aquí nació Juan Manuel, nuestro quinto hijo.
El pasaje donde vivimos lleva el nombre de Feruglio a raíz de un pedido que hice en el municipio, convencido de que lo merecía por su aporte a la minería.
Martha se especializó en cerámica, volvió a la docencia y organizó la Escuela de Cerámica municipal donde se desempeñó hasta jubilarse.
Esos viajes de comisión
En los ´50 Santa Cruz recién se provincializaba y había que organizar distintos organismos con funciones que antes dependían del estado nacional, es decir que toda denuncia minera que se realizaba en Buenos Aires ahora debía hacerse en la provincia de Santa Cruz adonde se empezaban a llevar los expedientes mineros. Una denuncia minera es el descubrimiento del yacimiento de un mineral con miras a explotarlo.
En ese momento comenzamos a pergeñar comisiones de estudio que era lo que más me gustaba y empecé a recorrer toda la provincia, llegando a los lugares más remotos y más bellos, sobre todo de los lagos Burmeister y Nansen, que son parques nacionales, pero absolutamente desconocidos. En ciertos puntos existían algunas denuncias mineras, entonces debía corroborar que fueran denuncias reales, es decir verificar su existencia.
En ese momento no eran muchos yacimientos además del carbón de Río Turbio, básicamente arcillas y caolines, canto rodado, piedra y arena, ni siquiera laja…y el oro en Cabo Vírgenes que se desarrollaba de manera muy artesanal.
En esa época no contábamos con muchos elementos…teníamos un contador Gueiger por el tema del uranio y nada más, pero teníamos olfato y era cuestión de caminar y caminar, entender, no entender, buscar bibliografía…Hay que reconocer que antes de nosotros había estado YPF en la Patagonia que hizo un importante relevamiento geológico.
Uno de ellos fue Egidio Feruglio que hizo una recopilación geológica de la Patagonia editando tres tomos que fueron de gran ayuda. Ellos eran más doctores en ciencias naturales que geólogos, por eso derivaban más en la parte paleontológica, además su especialidad era buscar petróleo. Esta era un poco nuestra bibliografía porque donde íbamos nos encontrábamos con exactamente lo que había dicho Feruglio aunque lo viéramos desde el punto de vista minero.
En verano los viajes de comisión eran habitualmente haciendo la primera escala en San Julián, tramo que nos llevaba un día entero. Mi primer viaje de comisión al Deseado fue a mitad de otoño en una estanciera verde con el chofer que era un tipo muy macanudo: Lagonegro. Ese día tardamos más de doce horas en llegar a Lemarchand porque nos sorprendió una nevazón y tuvimos que avanzar paliando nieve.
Cada viaje era una experiencia distinta…Otras veces íbamos en unos jeepones IKA de la provincia-no siempre en buenas condiciones-cargado de bártulos, generalmente tres o cuatro con un chofer que hacía de ayudante…Un poco la vida de gitano, pero que era un placer. A veces venía un peón para hacer pozos o en el lugar adonde íbamos contratábamos un peón como baquiano.
Me caracterizaba por ser una persona prudente, además si yo era el jefe de la comisión, los que venían conmigo se volvían prudentes a la fuerza.
Una vez que llegábamos al área que queríamos revelar pedíamos permiso al propietario o administrador del campo y nos alojábamos en los galpones del establecimiento, después generalmente nos ofrecían de comer. Una visita a una estancia era todo un acontecimiento para la familia-que todavía vivía en el campo-porque llevábamos novedades y nuestra compañía…Tengo anécdotas extraordinarias…
Una vez un hombre de campo me dijo: “¡¿Sabe don Abbate?!...¡He descubierto un líquido para hacer largavistas!”. Como no podía decirle que no existía lo acompañaba hasta el lugar en cuestión y tomaba las muestras correspondientes para analizarlas. Otros encontraban “minas de Pull-oil” y me llevaban todo tipo de cascotes para que les diera mi opinión.
Me acuerdo de la estancia “La Leona” de Pasarón al oeste del Deseado con quienes pasamos una Navidad; la estancia de Gallastegui cerca de Truncado, familias magníficas que nos atendían con especial hospitalidad. Una vez que llegábamos a una estancia prácticamente no teníamos gastos.
Otro lugar al que siempre me gustó ir es el Posadas, los primeros descubrimientos metalíferos que se produjeron en la provincia fueron justamente en la zona del cerro San Lorenzo. Hicimos un relevamiento bastante detallado para una empresa porque en esa época el Banco Industrial facilitaba créditos para desarrollar estudios de yacimientos, pero ésta no tuvo suerte porque algunas galerías se les derrumbaron, quedando material adentro sin poderlo rescatar. Se marchó después de haber abierto una galería en el valle del río Oro de casi doscientos metros de largo.
(continuará el próximo domingo…)