CARLOS PAGNI
El Covid-19 se relanzó con más destreza que Alberto Fernández. La mejora en los precios de las materias primas y la aceleración en el proceso de generación de vacunas entusiasmaron al kirchnerismo con un florecimiento económico y, por lo tanto, electoral. Pero la dinámica de la pandemia está modificando el horizonte. El recrudecimiento de los contagios hace su trabajo sobre dos superficies diezmadas. El aparato productivo y el sistema de salud.
La encrucijada está siendo modelada por disputas de poder. Algunas son internacionales y rigen el ritmo de la vacunación. El tablero farmacéutico se ha convertido, más que nunca, en un mapa geoestratégico. Y la Argentina se enfrenta a un dato siempre incómodo: su verdadero lugar en el mundo.
En el orden doméstico también se agrieta la política. Hay enfrentamientos por el problema: por primera vez los gobernadores han dejado aislado al Presidente. Hay enfrentamientos por la solución: la disputa entre La Cámpora y los intendentes bonaerenses, hasta ahora larvada, se acaba de manifestar en una controversia acerca de quién se hace cargo de la vacunación. El futuro de la economía también debe ser recalculado. Las restricciones sanitarias prolongarán la recesión. Y obligarán a reponer subsidios que no han sido contemplados en el presupuesto ni, por lo tanto, en las negociaciones con el Fondo Monetario.
Fernández está alarmado por el rebrote de la enfermedad. Los médicos advierten que la situación es, en alguna medida, peor que la de octubre. El número de casos diarios es menor, pero la curva ascendente es más pronunciada. Además, los centros de salud están deteriorados por las bajas del personal que contrae el virus, que se suman al estrés físico y emocional. Las vacunas son insuficientes. Para una clínica de 1500 profesionales se asignaron 60 dosis. A otra, que había pedido 4000, le prometieron 350, pero recibió 85. Las terapias intensivas de muchos sanatorios ya están desbordadas.
Ante este panorama, el Presidente intentó restablecer la cuarentena en su formato más severo. Pero un coro de jefes provinciales le contestó: "Si querés cancelar actividades y encerrar de nuevo a la gente, mandá vos las fuerzas federales. Nosotros no podemos". La dificultad, por supuesto, no se despejó. Por eso desde la Casa Rosada comenzarán a difundir estadísticas alarmantes sobre la evolución de la enfermedad. Ayer comenzó Ginés González García, al publicar en su cuenta de Twitter dos mapas inquietantes sobre el agravamiento de esta ola. La mitad del país está en rojo. En pocos días se reabrirá la discusión entre el Presidente y los gobernadores.
La perspectiva de reponer la cuarentena paraliza al propio Fernández. Significa eternizar la recesión. También replantear toda la aritmética fiscal. ¿Cuánto tardará en revisarse la suspensión del IFE y en generalizarse la ayuda de los ATP para las empresas? La pregunta es más pertinente en el caso de las clínicas y sanatorios, muchas de las cuales enfrentan el nuevo brote al borde de la quiebra. Martín Guzmán tendrá que volver a calcular las métricas que discute con los técnicos del Fondo.
Ya debió hacerlo cuando Cristina Kirchner le ordenó que mantenga los subsidios energéticos, porque solo permitirá un aumento del 9% en las tarifas. (A propósito de la vicepresidenta: en su entorno aseguran que todavía no bendijo la venta de Edenor de Marcelo Mindlin a José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti.
No es la única operación que la tiene inquieta. También pregunta por la fusión de Disney y Fox y, con mayor interés todavía, por el acuerdo de Disney con la AFA por los derechos del fútbol, ayer fustigado por Marcelo Tinelli. Algún maledicente le comentó que se arregló en 45 millones de dólares cuando había habido una oferta por 55. ¿Claudio "Chiqui" Tapia resignó 10 millones? ¿O están en otro lado? Algunos presidentes de clubes dan una respuesta insidiosa: "Pregúntenle a Guillermo Tofoni, el CEO de los Institutos Tecnológicos de AFA. Él puede saber").
Mientras la señora de Kirchner se interesa en estos acertijos, sus feligreses de La Cámpora ven en la vacunación una vía para sacar ventaja en la provincia de Buenos Aires. Axel Kicillof mira de costado. Y los intendentes despotrican. Uno de ellos, Carlos Bevilacqua, explicitó el problema. Jefe comunal de Villarino, en la sexta sección electoral, Bevilacqua apuntó contra Laureano Alimenti, un seguidor de Máximo Kirchner que está al frente de la Región Sanitaria I. "No voy a admitir que la salud quede en manos de punteros", advirtió. La queja ofrece una curiosidad: Bevilacqua es un allegado de Sergio Massa, que está amigo de Kirchner. En el caso de Massa, "estar" es más seguro que "ser".
La competencia por quién será el vacunador es prematura. La campaña está demoradísima. El 6 de noviembre Fernández pronosticó que a fines de diciembre habría 10 millones de vacunados. Como de costumbre, el Presidente habló de más sobre una materia cuya complejidad se le escapa.
Esa complejidad es extraordinaria. Existen pocos trabajos sistemáticos sobre el estado de la industria farmacéutica antes del Covid-19. Uno de los más completos, de circulación restringida, fue escrito en septiembre pasado, en Madrid, por el historiador y financista José María Castañé Ortega. Se titula "El 'Gran Juego' de la vacuna contra el Covid-19". Allí se consigna que los estudios para una vacuna exitosa, si se tienen en cuenta los antecedentes del período 1998-2009, llevan, promedio, 8 años y medio. Quiere decir que la humanidad está ante un prodigio científico-tecnológico, ya que el genoma del virus fue publicado por China el 12 de enero de 2020, y a fin de año varias vacunas habían superado la última fase de la investigación. Castañé explica que el principal productor de vacunas, medido en valor, es el laboratorio británico Glaxo Smith Kline. El segundo, tercero, quinto y sexto en el mismo ranking son estadounidenses: Merck, Pfizer, CSL y Emergent. Si se considera el número de dosis, el mayor productor mundial es The Serum Institute of India. Fabrica 1300 millones de dosis de las 3500 que se consumen por año. Y las vende a precios bajos.
El desafío de la nueva vacuna, además de científico, es productivo y logístico. Los laboratorios se han propuesto producir en 12 meses 10.000 millones de dosis. Es decir, casi triplicar la producción anual. No debería sorprender que las profecías no se cumplan. La hazaña está condicionada por razones políticas: cada financiador y/o productor quiere cubrir primero su propio mercado. Y también geopolíticas. Castañé observa, por ejemplo, que no hay asociaciones científicas de empresas estadounidenses con empresas chinas. Que Gamaleya, el laboratorio ruso, fabrica la Sputnik V a lo Putin: en forma aislada. El blog elaborado por Bloomberg para estudiar el mercado de vacunas (https://www.bloomberg.com/graphics/covid-vaccine-tracker-global-distribution/) ofrece información muy interesante sobre los beneficiarios de los 14 laboratorios que hoy compiten entre sí. Un ejemplo: mientras la británica AstraZeneca distribuye su producto de manera indiscriminada entre más de 14 países y regiones, la china Sinopharm solo se dirige a Indonesia, Paquistán y Oriente Medio.
Los fallidos de Fernández se explican, en parte, en la pavorosa incertidumbre de este mercado de vacunas. En agosto, se anunció la adquisición de la vacuna elaborada por la Universidad de Oxford y comercializada por AstraZeneca. Primero fue presentada como una operación privada, a cargo del grupo Insud, de Hugo Sigman, encargado de fabricarla. Más tarde se publicó que la compra correría por parte del Estado. Como suele suceder con Sigman, nunca está claro donde empieza lo público y termina lo privado. Más allá de ese detalle, el Gobierno espera disponer de 22 millones de dosis a partir de fin de marzo. La ventaja de esta vacuna es que es de las más baratas: 4 dólares por dosis. Y se conserva en una heladera familiar.
Los plazos de AstraZeneca hicieron que el kirchnerismo mirara hacia Moscú. Kicillof convenció a Cristina Kirchner de la ventaja de adquirir la Sputnik V. Por una vía paralela, González García habló con el embajador ruso. En el camino aparecieron dos dificultades. Una fue sacar del medio al laboratorio HLB, misterioso aspirante a intermediario. La otra, llegar a Vladimir Putin para que destinara a la Argentina dosis que están previstas para los ciudadanos rusos. El canal fue el ubicuo financista Fernando Sulichin, quien, seducido siempre por los liderazgos autoritarios, produce un documental de Oliver Stone sobre el mandamás ruso. Las tratativas quedaron en las más profesionales manos de Cecilia Nicolini, alter ego de Gustavo Beliz en la agenda internacional de la Casa Rosada.
La Sputnik cuesta cerca de 10 dólares y se conserva a 18 grados bajo cero. El gobierno recibió 300.000 dosis y espera otras tantas para este fin de semana. Antes del 31 deberían llegar 5 millones y en febrero, unos 14 millones más. Esos volúmenes no se fabrican en Rusia, sino en las plantas de Gamaleya en la India.
La falta de seguridades hace que el Gobierno insista en contratar con Pfizer. Debería ser la vacuna más accesible, porque parte de la investigación se realizó en Buenos Aires. Pero la negociación quedó bloqueada por un término jurídico: la ley sobre Covid-19 estableció que el laboratorio debe responder ante la Justicia si incurre en "negligencia". El acuerdo está demorado por esa palabra. Pero cerca de Fernández hay quienes sospechan que el entredicho es una excusa para cubrir otro problema: Pfizer no tendría la cantidad de dosis suficientes, sobre todo después de que Donald Trump ordenó que el mercado estadounidense debería ser prioritario para los laboratorios del país, lo que desató una gran discusión doméstica. Son solo hipótesis. La Unión Europea contrató 200 millones de dosis de Pfizer y el Reino Unido está vacunando con ese producto.
Temeroso, con razón, de quedar desprovisto, Fernández ordenó una negociación con el gigante chino Sinopharm. Es una vacuna carísima: 72 dólares la dosis. Más allá de eso, las conversaciones están estancadas sin definición. De nada sirvió cambiar a Luis María Kreckler por Sabino Vaca Narvaja al frente de la embajada en Pekín. Los chinos no terminan de definir los términos del acuerdo. En Latinoamérica solo contrataron con Perú. El intento de comprar a otra compañía china, Sinovac, también es frustrante: produce su vacuna en Butantam, un laboratorio de San Pablo al que le costaría obtener la aprobación oficial. ¿Es porque el gobernador Joao Doria, del PSDB, compite con Jair Bolsonaro? Alberto Fernández cree que sí.
Si se consideran los datos de Bloomberg, la Argentina viene muy atrasada en el ritmo de vacunación. Está en el puesto 36 de dosis suministradas cada 100 personas, con un ratio de 0,37. El ranking está encabezado por Israel, con 22. Rusia tiene una proporción de 1,02. Sin embargo, México está detrás de la Argentina, con 0,07. Y Chile también, con 0,06.
El azote de la pandemia y la demora en la vacunación producen desviaciones. Algunas son superficiales. Fernández batió el parche del suero autoinmune investigado por académicos del Estado y comercializado por la empresa Elea, en otra "articulación público-privada" de su amigo Sigman. Es un éxito para aplaudir, siempre que se aclare que reduce la mortalidad del 40 al 45% pero en cuadros moderados o graves, siempre que sean tratados en su etapa temprana.
Otras reacciones ante la crisis son aterradoras. Por ejemplo, lo ocurrido en el Sanatorio Otamendi a raíz de una decisión del juez Javier Pico Terrero. El magistrado accedió a un recurso de amparo para que se le suministrara una sustancia prohibida por las autoridades, el dióxido de cloro, a un paciente de 94 años. Fue por un pedido de la familia y el juez determinó que debía ser administrado por el médico de cabecera, ajeno al sanatorio. Los directivos del Otamendi apelaron la medida, pero, forzados, acataron la decisión del tribunal. El paciente falleció y ahora aparecen abogados queriendo querellar al centro de salud. Las sociedades de Infectología y de Terapia Intensiva respaldaron al Sanatorio Otamendi. Por eso, cabe la pregunta: ¿se está inaugurando el negocio carancho del Covid-19?
El Gobierno avanza hacia las urnas en un paisaje que se modifica. El desborde del sistema sanitario está más cerca que el año pasado. Por eso, la apuesta a ganar las elecciones con una recuperación económica debe ser reconsiderada. En abril, el Presidente elevaba sus ojos soñadores y se ufanaba de que, entre la vida y un punto de PBI, elegía la vida. Ahora, esa opción se le volvió borrosa. Curiosa variación de un filántropo, diría el Maestro.