Todo comenzaría con el incremento de los precios del hidrocarburo en un plazo de 2 a 5 años
A pesar de las enormes cifras de los titulares, es poco probable que los paquetes de estímulo post-Covid generen un periodo de fuerte inflación, ya que la mayor parte del "dinero" prometido por los gobiernos y los bancos centrales de todo el mundo nunca llegaría a las cuentas bancarias de las personas. Si no hay dinero extra para gastar por parte de los hogares, se traduce en pocas posibilidades de inflación. No obstante, hay que contar con la inflación de los precios de los commodities y de los fletes en los próximos tres a cinco años.
De hecho -según Alphabulk- se podría dar de una inflación significativa, ya que se podría observar una repetición del superciclo impulsado por China que tuvo lugar entre 2003 y 2008, aunque esta vez estaría impulsado por la transición del mundo hacia una industria carbono neutral.
Para llegar a ser carbono neutral en 2050, el mundo tendrá que consumir mucho más de todo lo que ha consumido hasta ahora para cambiar todos sus equipos y gran parte de sus infraestructuras. De hecho, podría darse la paradoja de que el mundo contamine mucho más para llegar a ser limpio. Por si fuera, también puede ser que en este momento el mundo necesite todo el petróleo posible para fabricar paneles solares, coches eléctricos, etc., de ser así, puede que estemos inmersos en la madre de todas las crisis de suministro de petróleo, comentan desde la consultora.
Por ejemplo, Total y Exxon, que planean aumentar su producción de petróleo y gas al tiempo que incrementan su producción de energías renovables para "maquillar" sus informes anuales, plantea Alphabulk.
En algún punto intermedio se encuentran la mayoría de las demás compañías petroleras. Muchas prometen la neutralidad del carbono para 2050 sin admitir que esto se logrará reduciendo la producción de petróleo y gas.
Es el caso de BP que ha declarado que aumentará su producción de energía renovable en un 50% de aquí a 2030, y que al mismo tiempo disminuirá su producción de petróleo y gas en un 40% en el mismo periodo. Shell ha declarado públicamente un objetivo de reducir la producción de petróleo y gas entre un 1% y un 2% años.
De hecho, las emisiones de las grandes petroleras tienen que incluir las llamadas "Scope 3" (es decir, las emisiones producidas cuando el petróleo es quemado por el usuario final) en sus objetivos de neutralidad de carbono.
En el caso de BP, las emisiones de alcance 3 son unas 20 veces superiores a las de alcance 1, de ahí la decisión de BP de reducir su producción. En otras palabras, la mayor parte de sus emisiones procede del uso del petróleo y el gas una vez extraído y no de la energía utilizada para la extracción. Por tanto, es muy probable que la mayoría de las grandes petroleras tengan que disminuir su producción para reducir sus emisiones.
En resumen, podría producirse un fuerte aumento de los precios del petróleo en un plazo de 2 a 5 años, lo que a su vez reforzará la huida hacia un mundo carbono neutral, desencadenando un superciclo en los commodities y, por tanto, muy probablemente también en el transporte.
Por tanto, si los paquetes de estímulo de Covid-19 tienen pocas probabilidades de desencadenar la inflación, la transición hacia un mundo carbono neutral sí podría hacerlo.
Otro sector opina que con la crisis económica inducida por Covid-19 estamos a punto de entrar en una crisis de deflación, fenómeno que viene de la mano de un par de desagradables efectos secundarios. El primero es que, salvo en el caso de los alimentos y otros commodities, la demanda se verá frenada por la expectativa de que los precios sean más baratos mañana.
Por lo tanto, la deflación creada por un choque de demanda deprime aún más la demanda, lo que conduce al desempleo, ya que la producción se ajusta a la reducción de las necesidades de la demanda. Lo segundo es que la deflación aumenta el valor real de la deuda, lo que conduce, en última instancia, a impagos masivos.
El punto de partida de este argumento es que la crisis económica desencadenada por la pandemia es el mayor schock de demanda que ha sufrido la economía mundial desde la Segunda Guerra Mundial.
Los defensores de la deflación argumentan entonces que una vez que la pandemia haya terminado, digamos dentro de un año, el mundo no volverá a sus antiguos hábitos. Claro que sí, los aviones volverán a volar, los coches nuevos se exhibirán en los concesionarios, los restaurantes y los cines volverán a abrir. Sin embargo, no reanudaremos nuestras vidas como si nada hubiera pasado.
En primer lugar, muchas personas habrán perdido su empleo, lo que, por supuesto, limitará su capacidad de consumo. Mientras tanto, muchos de los que aún tienen trabajo, tendrán deudas mucho mayores, lo que a su vez restringirá su capacidad de gasto. Por último, para los que siguen trabajando y no tienen una deuda adicional significativa, existirá sin embargo el temor a lo desconocido en los próximos años. Todo esto podría deprimir la demanda, desencadenando la deflación.
Quienes proyectan la deflación, también señalan el hecho de que, a pesar de los billones movilizados por el gobierno y los bancos centrales desde la crisis de 2007/2008, la inflación se ha mantenido marginalmente por encima de 0%, lo que evidencia para algunos que ya estamos sometidos a algún tipo de presión deflacionaria.
Si todos los paquetes de estímulo desplegados en 2008 sirvieron para salvar al sector bancario, fracasaron estrepitosamente a la hora de restablecer el empleo y la demanda de los consumidores. Es esta misma demanda de los consumidores la que está siendo deprimida aún más por la pandemia y en una escala que empequeñece a la de 2008.
El argumento sigue siendo que todas las armas desplegadas por los gobiernos y los bancos centrales son totalmente inadecuadas para reabrir las empresas en quiebra o para que los desempleados compren vehículos nuevos.
Para Alphabulk, nuestros gobernantes, dirigidos por académicos, están obsesionados por la crisis de 1929 para formular su respuesta a las crisis de los últimos quince años y esta consiste en regar los problemas con dinero.
Pues bien, la crisis de 2007-2008 fue una crisis de solvencia (demasiado dinero creado por demasiada deuda) y no una crisis de liquidez, por lo que regar el sistema con dinero no resolvió nada. Mientras tanto, la crisis actual es claramente un shock de demanda, por lo que inundar el sistema con liquidez tampoco resolverá el problema. De ahí el peligro de deflación.