Con Lenín Moreno se impusieron medidas de austeridad por un préstamo del FMI por US$ 6.500 de los cuales se han desembolsado US$ 4.000
El exbanquero conservador de 65 años Guillermo Lasso asumirá la presidencia de Ecuador en mayo en medio de una severa crisis económica agravada por la pandemia de covid-19.
Lasso pretende estimular la economía aumentando la inversión extranjera e impulsando la producción de petróleo, el producto de exportación más importante de la nación sudamericana.
Durante la campaña prometió generar dos millones de puestos de trabajo y expandir el sector agrícola a través de préstamos a bajo interés.
Pero con un país profundamente endeudado y con escasos recursos en las arcas fiscales, su agenda económica probablemente sea un camino cuesta arriba.
El presidente electo se hará cargo de un país en bancarrota, un Congreso fragmentado y un fuerte descontento social.
En una economía dolarizada, con pocas municiones para cumplir sus promesas electorales, probablemente Lasso enfrentará una avalancha de demandas de la población en un país polarizado entre correísmo y anticorreísmo.
Estos son tres de los mayores problemas económicos que enfrentará el nuevo presidente de Ecuador.
La economía del país petrolero ya estaba en crisis por los bajos precios del crudo y el alto nivel de endeudamiento cuando estalló el brote de coronavirus en 2020.
Arrastraba problemas estructurales (como un déficit fiscal permanente desde 2009) que llevaron al presidente Lenín Moreno a imponer dolorosas medidas de austeridad como parte de las condiciones de un préstamo de US$6.500 millones aprobado por el Fondo Monetario Internacional, FMI, de los cuales ya se han desembolsado US$4.000.
Una de esas medidas fue poner fin al subsidio a los combustibles, una decisión que generó un estallido social a fines de 2019 que obligó al presidente Moreno a echar marcha atrás.
El nuevo mandatario heredará la parte más dura de los requisitos del FMI, que incluye una reforma fiscal para conseguir el equivalente a un 2% del PIB en nuevos ingresos.
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El gran desafío será cómo implementar el ajuste económico en medio de una crisis que el año pasado provocó una contracción económica de 7,8%.
Y Lasso asumirá el desafío sin una mayoría en la Asamblea Legislativa, con un tercio de la población en la pobreza y cerca de cinco millones de ecuatorianos que cobran menos del salario básico.
Mientras la deuda pública de Ecuador bordea el 63% del Producto Interno Bruto (unos US$63.000 millones) y el déficit fiscal supera el 7%, el país enfrenta el gran reto de financiar un alto nivel de gasto público.
"El endeudamiento es enorme para un país como Ecuador que tiene un alto riesgo país, el servicio de la deuda es carísimo y el gasto fiscal es gigantesco", le dice a BBC Mundo Vicente Albornoz, decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de las América (UDLA).
En la última década el peso de la deuda ha crecido año a año y pese a las negociaciones con acreedores internacionales, las puertas del mercado financiero internacional están prácticamente cerradas.
Sin nuevas fuentes de financiación disponibles y con un elevado riesgo país cercano a los 1.200 puntos, Lasso tendrá que recortar el gasto público si quiere acceder a más fondos provenientes del FMI u otros organismo multilaterales.
O endeudarse con China, que no le ha cerrado las puertas, pero le cobra altos intereses o garantías de petróleo.
Un camino para disminuir el déficit es bajar el gasto y subir impuestos, pero así como en Ecuador fue imposible eliminar el subsidio a los combustibles, tampoco sería fácil reformar el sistema tributario.
Ecuador depende del petróleo. En el año 1998 el barril de crudo llegó a venderse en US$7 el barril y en 2008 se disparó a US$117.
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"Era como haberse sacado la lotería, pero desgraciadamente nos gastamos hasta el último centavo", dice Albornoz.
"No solo nos gastamos todo el dinero, sino que además nos endeudamos".
Luego se produjo otro ciclo de bonanza petrolera entre 2010 y 2014 pero, como no hubo ahorro, esas ganancias se gastaron en la misma medida que entraban los petrodólares al país.
En esos años el expresidente Rafael Correa (quien está condenado por cohecho), aumentó el gasto fiscal y repartió una parte de los beneficios del boom petrolero en ayudas para los sectores más vulnerables.
Los recursos provenientes del crudo representaban cerca de un tercio de los ingresos fiscales.
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A partir de 2014 comenzó un período de vacas flacas. La economía comenzó a rodar cuesta abajo, aumentó aún más el endeudamiento y la pandemia terminó de convertir el estancamiento en una crisis devastadora.
Actualmente tanto el barril de petróleo WTI, que se transa en EE.UU., como el Brent (en Reino Unido) bordean los US$60.
En la medida que la economía mundial se recupere, las proyecciones de expertos son que a futuro el precio del crudo debería mostrar una tendencia al alza, dándole un respiro a la economía ecuatoriana. Pero eso está por verse.
En Ecuador uno de cada cuatro niños menores de 5 años sufre de desnutrición crónica, según la Unicef. La pobreza llega a un 35% de la población y aunque el desempleo formal apenas bordea el 6%, una gran parte de la población vive del subempleo (en condiciones precarias).
En los últimos años el costo de vida ha aumentado tanto como el de los tanques de oxígeno que ahora se venden en el mercado informal para auxiliar a las víctimas de la pandemia.
El país tiene deflación (o inflación negativa de 0,8%) porque hay muy poco consumo y la gente suele comprar únicamente lo indispensable.
Y aunque el sueldo mínimo está en US$400, más alto que en otros países latinoamericanos, el costo de vida también es alto.
En un país con las arcas fiscales escuálidas, con serias dificultades para aumentar el gasto social, sin posibilidades de endeudarse en el mercado financiero y con el FMI que le impone un ajuste en medio de la crisis, Lasso tendrá que sortear muchas barreras.
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En ese contexto, un potencial estallido social podría poner en jaque al nuevo gobierno si no encuentra una manera rápida de financiar sus promesas electorales.
Frente a un escenario tan complejo, Lasso le dijo a BBC Mundo que desea impulsar alianzas entre el sector público y privado para atraer tanto inversión local como extranjera.
"El sector petrolero global verá la invitación que hará el Ecuador para que venga a invertir en contratos de riesgo compartido", dijo en campaña.
Y agregó que respetará los contratos en el sector minero formal "tramitando con mayor agilidad las licencias ambientales, para generar más ingresos fiscales".
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Sobre el acuerdo con el FMI, Lasso ha señalado que respetará el pacto, excepto en un punto.
"Nosotros no vamos a desconocer el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Lo que no vamos a hacer es a subir el IVA", afirmó Lasso, aclarando que se pueden poner en orden las cuentas fiscales sin incrementar ese impuesto al consumo.
Incluso el candidato aseguró durante la campaña que será aún "más audaz" que las metas fijadas por el FMI.
"Ellos hablan de ir reduciendo el déficit, yo hablo de llegar a déficit cero, porque el día que Ecuador llegue a déficit cero no habrá más deuda".
Para conseguir recursos, Lasso propone aumentar al doble la producción de petróleo, incentivos a la inversión extranjera, reducir tanto el gasto público como el tamaño del Estado y combatir la corrupción.
La gran piedra en el zapato es que tiene solo cuatro años de mandato para implementar su agenda.
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Inversores y analistas internacionales recibieron el triunfo de Lasso como una buena noticia.
"La deuda pública seguirá una senda sostenible y probablemente impulsará los bonos soberanos en dólares del país en el corto plazo", señaló Nikhil Sanghani, economista de Mercados Emergentes de la consultora Capital Economics.
Mientras que el banco de inversión Credit Suisse, con sede en Zúrich, Suiza, señala que "buena parte de su programa económico se enfoca en crear condiciones para el emprendimiento, menos regulación y procesos más eficientes".
Durante su campaña Lasso ofreció subir el salario mínimo a US$500 al mes, entregar un sueldo de US$210 a las amas de casa y "atender con urgencia a 300.000 familias que sienten hambre".
Al entregar esos y otros beneficios, probablemente tendrá dificultades para compatibilizar sus promesas con la disciplina fiscal.
Es una delgada línea por la que el próximo presidente de Ecuador tendrá que caminar para sacar adelante su agenda económica y política y asegurar la gobernabilidad del país.