TOM SANZILLO

La hoja de ruta de la Agencia Internacional de Energía (AIE) publicada recientemente para una transformación económica neta cero para 2050 no solo establece una visión de energía y más allá, sino que también establece los pasos clave necesarios para lograrla. 

La hoja de ruta para inversores institucionales contiene tres elementos principales. Los inversores deben: La situación es espantosa y el mensaje para los inversores institucionales, en particular los fondos públicos, es severo. Mantener rendimientos que cumplan con los objetivos financieros y proteger la solvencia fiscal de las naciones, los estados y los gobiernos locales requerirá una acción deliberada pero rápida. Permanecer al margen no es un curso fiduciario responsable. 

+ Evalúe todas las empresas de energía en sus carteras actuales y utilice estándares mínimos de preparación para la transición como base para posibles acciones. La IEA predice que el negocio tradicional de petróleo y gas disminuirá a un ritmo constante y sustancial hasta 2050. 

+ Involucrar a todas las industrias para establecer estrategias netas cero. Las empresas en carteras de inversión que no son productoras de energía ni forman parte de la industria de combustibles fósiles deben evaluar sus estrategias comerciales para capitalizar la amplia gama emergente de nuevas oportunidades de inversión en los sectores residencial, empresarial y gubernamental. 

Se están conjurando industrias completamente nuevas a medida que cambian las inversiones. Las empresas que no tienen ningún interés en la transición energética pronto aprenderán que la transición energética tiene interés en ellas.

Las empresas también deben reducir su huella de carbono individual y establecer objetivos respaldados por planes de inversión. La historia reciente y los modelos de innovación en las industrias de energía, transporte y uso final apuntan a una disminución general en el costo de la energía. A medida que la eficiencia energética se traduzca en ahorros de costos para los consumidores y las empresas, cambiarán tanto los presupuestos familiares como los modelos comerciales.

+ Comprometerse más con la política gubernamental. Se requiere más inversión del sector privado, por lo que son necesarias nuevas políticas. 

Debe abordarse una política gubernamental en particular. Durante la mayor parte del siglo pasado, las industrias del carbón, el petróleo y el gas han sido tratadas como una clase políticamente protegida. Esto puede haber tenido sentido el siglo pasado, pero no lo tiene ahora.

Hoy, sin embargo, el modelo de negocio entre el gobierno y los intereses del carbón del sector privado se ha desmoronado. El consumo estadounidense de carbón cayó a 436 millones de toneladas en 2020. Es hora de un cambio de política que favorezca nuevas industrias menos intensivas en carbono.

Cuando Estados Unidos se vio afectado en la década de 1970 por una crisis de seguridad energética, por ejemplo, una de sus respuestas fue inundar los mercados estadounidenses con carbón barato de la cuenca del río Powder en Wyoming y Montana. El programa de arrendamiento de carbón del Departamento del Interior de EE.UU. apoyó décadas de expansión de la planta de carbón. La nación consumió 320 millones de toneladas de carbón en 1970, alcanzando un máximo de más de mil millones de toneladas en 2007. 

Las nuevas tecnologías y sus aplicaciones están impulsando esas nuevas industrias, particularmente en energía renovable y almacenamiento de baterías, electrificación y eficiencia energética. Los líderes políticos deberían cambiar las políticas para dar a estas industrias el mismo tipo de estado protegido que han disfrutado los combustibles fósiles. Los líderes también pueden optar por incentivar los proyectos de captura de hidrógeno y carbono, para determinar si pueden ser apropiados y efectivos y dónde. Es posible que algunos proyectos no tengan éxito, pero la investigación y el desarrollo harán avanzar la economía.

Los trabajadores y las comunidades sufrirán cambios significativos durante la transición energética, y las políticas públicas también pueden aliviar el estrés. Moody's ofreció recientemente su opinión de que el hecho de que el gobierno no aborde la creciente desigualdad puede socavar y debilitar las instituciones de las que dependen los países para mantener la estabilidad necesaria para respaldar la actividad económica. 

Los fondos institucionales, en particular los que están estrechamente alineados con los gobiernos nacionales, están en una posición única para liderar las cuestiones fiscales, laborales y de desarrollo. 

La hoja de ruta de la AIE subraya la importancia de los inversores y la participación de los gobiernos nacionales en las redes mundiales para establecer un marco adecuado para las políticas y las inversiones. El Acuerdo de París, por ejemplo, es una herramienta institucional fundamental para un nuevo rumbo económico. 

El camino a seguir está claro. El informe proporciona una lista de "tareas pendientes" para las partes interesadas: empresas, gobiernos, profesionales de la inversión, jubilados, empleados y funcionarios electos. Durante los próximos 30 años, el informe de la IEA puede ser una buena herramienta para medir el cambio. Si los líderes clave del gobierno, la industria y la inversión se ponen a la altura de la tarea, el cambio será sustancial.