La turbulenta historia reciente de la empresa que es guardiana del futuro de los pueblos de la cuenca del carbón
Hace poco más de cuatro meses, la empresa que les da sentido y sustento a los pueblos de la Cuenca Carbonífera comenzó a entregar energía al sistema eléctrico nacional. Sin embargo, no fue magia, sino parte de un proceso de recuperación urgente luego de un proceso breve pero fulminante, casi de vaciamiento.
No fue hace mucho que la empresa mantuvo en vilo a cientos de familias que dependen de ella, cuando las organizaciones de trabajadores y las comunidades que integran la cuenca organizaban abrazos simbólicos luego de que el poder central, gobernado por Mauricio Macri, tomara medidas que perjudicaban a la región.
Para entonces, YCRT había sufrido fuertes recortes presupuestarios y en paralelo, los trabajadores veían adeudados sus sueldos y el fantasma de una posible privatización era una amenaza latente.
El último abrazo simbólico que se hizo fue protagonizado por las cuatro organizaciones sindicales en la central térmica “14 Mineros”, reclamando que el interventor Omar Zeidán, hoy candidato a diputado nacional por Cambiemos, dejase de obstaculizar la puesta en marcha del proyecto.
Antes de eso, despidos masivos y retiros voluntarios arreciaron en el capital humano activo, bajo el argumento de no tener recursos para hacer funcionar la empresa, pero con la paradoja de que, a días de dejar la gestión, en plena campaña electoral, Zeidán y Eduardo Costa incorporaron a más de cuatrocientos nuevos agentes sin experiencia y con irregularidades en las altas.
Los despidos dejaron un tendal de desocupados en la zona, cuyas víctimas protagonizaron largos acampes y un periplo judicial en el fuero federal que les dio la razón en todas las instancias, porque los empleados del Estado Nacional tienen carácter de permanentes y los argumentos que utilizó Cambiemos para despojarlos de ese derecho estaban más que flojitos de papeles.
Durante meses, desde el comienzo de 2018, la cuenca fue un grito de que se restituyeran las fuentes de trabajo.
En otros casos, quienes aceptaron los retiros voluntarios, no sin presiones, quedaron sin recursos al poco tiempo, tal como pasó en los 90 con la privatización de YPF. El que no puso un kiosco o un remise, se “comió” la indemnización.