Las energías renovables cumplen un rol central para los países en vías de desarrollo en su transición energética, y Chile no es la excepción. Con un crecimiento exponencial en la energía solar en los últimos años, el país ahora quiere exportar su excedente energético a Asia a través de un cable submarino de 20 mil kilómetros en el océano Pacífico.
Si suena ambicioso, es por lo que es. El proyecto Antípodas, como ha sido bautizado, nunca se ha hecho antes en esta escala.
“Este proyecto nos permitirá compartir con los países de Asia Pacífico la energía solar limpia, confiable y renovable que podemos producir en Chile durante la jornada diurna, para satisfacer la demanda eléctrica nocturna en algunos países asiáticos, sustituyendo la energía contaminante por energía limpia y renovable”, dijo el presidente saliente de Chile Sebastián Piñera, en la cumbre virtual de Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en noviembre.
“A través de este proyecto, estaremos sacando provecho de la distancia entre nuestros países, que muchas veces se ve como un obstáculo para nuestra integración, como una ventaja que nos permitirá producir y consumir energía solar las 24 horas del día”, agregó el mandatario.
La idea es producir entre 200 y 600 gigawatts en el desierto de Atacama, el más árido del mundo, pero también uno de los mejores lugares para generar energía solar en el planeta por sus niveles de radiación. Esa energía luego sería exportada a países de Asia con el nuevo cable submarino.
Con ello, el proyecto tendría, además, el potencial de reducir la emisión global total de CO2 en hasta 4,5%, es decir eliminar más de 1,6 mil millones de toneladas por año, gracias al reemplazo de energía contaminante por energía renovable.
Antes de la cumbre virtual, el mandatario chileno habló del proyecto en el Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) 2021, realizado en Santiago. Ahí también aseguró que es necesario hacer estudios y crear alianzas con Asia para su concreción.
Factibilidad del proyecto
Fuentes del Ministerio de Energía dijeron que todavía no hay información pública del proyecto y que el mismo está en estudio. Aún así, los especialistas aseguran que hoy no es posible hacerlo por varias razones.
“Nadie puede responder si es posible realizar (el proyecto Antípodas) porque no hay ningún estudio que lo confirme”, dijo Claudia Rahmann, directora del Solar Energy Research Center (SERC) y académica del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Chile. Y menos existe uno sobre la envergadura específica de este proyecto, continúa, que certifique su estabilidad y control necesarios para que opere en forma segura.
A principios de octubre pasado entró en operaciones el cable eléctrico submarino más largo del mundo, North Sea Link. Este recorre el mar del Norte por 720 kilómetros, entre Noruega y Reino Unido. Su capacidad máxima es de 700 MW, pero con posibilidad de ampliarse hasta los 1.400 MW. A pesar de ser la mejor comparación disponible, estaría lejos de lo que se quiere alcanzar con el proyecto Antípodas, con un cable 20 veces más largo y una capacidad transmisión de gigawatts y no de megawatts.
Mientras que en el hemisferio sur, específicamente entre Australia y Singapur, se está trabajando en un cable de 4.200 kilómetros, Australia-Asia Power Link. El plan es que entre en operaciones el 2027. Pero, nuevamente, tendría menos de un cuarto de la extensión de Antípodas. Los dos países ya comparten un cable de comunicaciones submarino de 4.600 km, pero la transmisión de energía plantea un desafío diferente.
“Esta puede ser una idea interesante a largo plazo, pero estamos muy lejos de la tecnología que se necesita para materializarla”, dice Claudio Huepe, director del Centro de Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Diego Portales.
Los desafíos por delante
El primer gran desafío es justamente el largo del cable que se necesitaría. Hoy un kilómetro de una línea de transmisión de corriente continua de alta tensión (HVDC) cuesta entre 1 y 3 millones de dólares. Eso hay que multiplicarlo por 15 mil o 20 mil, sostiene Huepe.
A modo de ejemplo, la empresa británica Xlinks construirá 10,5 GW de capacidad de generación de energía eólica y solar en Marruecos. El objetivo es llevarlos a Reino Unido con un cable de 3.800 kilómetros. Todo costaría sobre los US$24 mil millones.
Otro factor crucial es la seguridad. No sólo porque el cable va a tener decenas de miles de kilómetros, sino también porque va a estar en las profundidades del Océano Pacífico. ¿Cómo se le haría mantenimiento de ser necesario?
“La pregunta aquí es si el cable fuera más barato, ¿realmente se justificaría instalarlo?”, dice Álvaro Lorca, académico de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica. Esto porque al ser tan largo tendría pérdidas de energía considerables. Un cable en tierra pierde hasta el 5% de lo que se transmite, pero Antípodas podría llegar a perder más de un 10%, asegura el académico.
Pero además de lo anterior, está el problema de la generación de energía en sí. Antípodas transmitiría entre 200 y 600 GW, en otras palabras hasta 20 veces toda la energía que Chile genera hoy.
Según datos de Generadoras de Chile, entre junio de 2020 y junio de 2021 se sumaron 1.900 MW a la capacidad instalada de las centrales solares fotovoltaicas. Así el país pasó de tener 3.045 MW a 4.936 MW. Con ello, la participación de la energía solar en el sistema nacional pasó de 11,9% a 17,6%.
Por su parte, la generación eólica en los últimos 12 meses ha crecido en 538 MW de capacidad instalada, alcanzando un total de 2.602 MW, según datos del Coordinador Eléctrico Nacional. Ambas fuentes de energía son parte de la estrategia nacional para alcanzar la carbono neutralidad para 2050.
ón propuesta para el proyecto Antípodas, pero siguen surgiendo nuevos proyectos en Chile.
“Ha habido una gran revolución con los paneles solares y estamos empezando a incluir también la concentración solar a nuestra generación, mientras tenemos planes con el hidrógeno verde. Antípodas podría depender de cómo evolucione todo esto”, dice el académico.
Aún así, para planear un proyecto de esta envergadura se debe tener segura la tecnología, pero también la demanda. “Tanto desde el lado de la producción como desde la demanda (en Asia) se deben hacer grandes inversiones”, asegura Claudio Huepe.
Pero también, agrega Álvaro Lorca, el cable tiene que funcionar en ambas direcciones. El objetivo detrás del proyecto, y por eso se calcula que podría ser un aporte importante para la reducción de emisiones de CO2, es que sería complementario con las propias energías limpias de Asia cuando estas no pueden generar, como es el caso de la solar durante la noche. Pero la idea también sería que los países asiáticos transmitieran energía limpia de vuelta cuando en Chile es de noche.
“El problema es que la demanda de nuestro país es demasiado pequeña”, dice el especialista. Por ello haría más sentido planificarlo con una interconexión previa entre los países de Sudamérica. Incluso, esa interconexión podría convertirse en una etapa anterior para probar la tecnología.
Claudia Rahmann asegura que hablar de interconexión es muy importante, sobre todo por el contexto en el que el mundo va a vivir, pero “no tiene sentido hablar de interconexión con un cable de 20 mil kilómetros cuando ni siquiera estamos interconectados con nuestros vecinos”. Argentina, Bolivia, Brasil y otros podrían conformar junto con Chile una gran red que podría aprovechar el máximo potencial solar del país. “Exportar energía a otro continente no está entre las prioridades actuales”, opina.
Álvaro Lorca agrega que si bien Antípodas hoy no es factible, ello no implica que no lo sea en el futuro, pero en un futuro lejano. Claudio Huepe es de la misma opinión y recuerda que en el sur de Chile ya se estudió la posibilidad de tener un cable submarino paralelo a la costa, pero se descartó por su complejidad y costo.