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ENERGÍA
GH2: El demorado despertar en Argentina
DIARIO AR/ENERNEWS

El contexto internacional construye por primera vez un mercado para este producto. Hay tres proyectos iniciados en la Argentina y el gobierno prepara un nuevo marco normativo, que podría incluir flexibilización del cepo

06/06/2022

DELFINA TORRES CABREROS

Casi tres millones de kilómetros cuadrados de una tierra poco habitada, irradiada al norte por un sol brillante, barrida al sur por los vientos robustos de la Patagonia. Virtudes naturales que el mundo conoce desde hace décadas, pero que solo ahora ponen al país en una posición estratégica.

Con las principales economías en plan de “descarbonización” y Europa en búsqueda de reemplazos para el gas ruso, la Argentina aparece como candidata a producir a gran escala y venderles lo que necesitan: hidrógeno verde. 

El hidrógeno –un elemento que sirve como combustible gaseoso– es el componente más abundante del planeta tierra, sin embargo no se lo puede encontrar “libre” en la naturaleza. A diferencia de lo que ocurre con el petróleo y el gas natural, por ejemplo, no existe un yacimiento a donde se pueda ir a buscarlo. Para obtener hidrógeno es necesario separarlo de las moléculas a las que está asociado. Fabricarlo. 

Aunque se llegue al mismo producto final, ese proceso se puede hacer de muchas maneras. El método más usado a nivel mundial es romper la molécula de gas natural, lo que implica una liberación de dióxido de carbono. Ese es el hidrógeno “gris”. El color del hidrógeno es una etiqueta que sirve para saber cómo fue obtenido, los rastros que dejó su producción en el planeta. El “rosa” se genera con energía nuclear y agua, el “azul” con gas y una fuente de calor, el “negro” con petróleo. 

El hidrógeno “verde” es el que menor impacto ambiental tiene porque en su proceso de producción no se libera dióxido de carbono sino vapor de agua. En términos simplificados, es así: primero se genera electricidad con molinos eólicos o paneles solares (dos fuentes “limpias”) y se lleva con un cable hasta una fuente de agua. Esa energía eléctrica rompe la molécula del agua (electrólisis) y se obtiene un átomo de oxígeno y dos átomos de hidrógeno. 

La potencialidades del hidrógeno y cómo obtenerlo no son una novedad. Ya en 1874 Julio Verne le dedicó un párrafo de La isla misteriosa.  Escribió: “Creo que un día el agua será un carburante, que el hidrógeno y el oxígeno que la constituyen, utilizados solos o conjuntamente, proporcionarán una fuente inagotable de energía y de luz con una intensidad que el carbón no puede. Dado que las reservas de carbón se agotarán, nos calentaremos gracias al agua. El agua será el carbón del futuro”.

Lo que no existía hasta ahora era el negocio. Producir hidrógeno verde era caro y no había en el mundo interesados en comprarlo en gran volumen. La gran mayoría del hidrógeno que se produce en la actualidad no se utiliza como fuente de energía sino como insumo químico (sirve para la refinación de combustibles, para producir fertilizantes y para elaborar alimentos con “grasa hidrogenada”, por ejemplo). Según datos del sector, Argentina consume 400.000 toneladas por año de hidrógeno, el 85% en la industria petroquímica.

Para Daniel Pasquevich, director del Instituto de Energía y Desarrollo Sustentable (IEDS) de la Comisión Nacional de Energía Atómica, hay tres factores centrales que explican el  nuevo escenario. Por un lado, la gravedad del cambio climático que obliga a los países a tomar acciones concretas y “descarbonizar” sus economías. Los países más desarrollados son los más urgidos de avanzar en la transición hacia energías limpias, pero no tienen ni las condiciones climáticas ni el espacio físico para escalar esa producción. Europa tiene molinos eólicos instalados hasta en la superficie del mar. 

Por otro lado, aparece el factor de la escasez de gas y el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, que obliga a abrir el juego a nuevos proveedores. En tercer lugar, el abaratamiento exponencial que registraron en las últimas décadas los equipos para producir energía solar y eólica.

“Antes venían las delegaciones extranjeras de Corea del Sur, de Japón, de Canadá, de Australia, de Alemania. Visitaban la Patagonia, se impresionaban por el paisaje, los vientos, la disponibilidad de agua, pero regresaban a sus países porque no estaba el consumo. Ahora ese mercado está”, resume un ejecutivo de una de las empresas interesadas en invertir en el país, que pide ser citado en off; ser habilitado para hacer declaraciones por su casa matriz puede llevar tres semanas de trámites. 

Actualmente existen parques eólicos y solares que generan energía que se consume dentro del país. Va al Mercado a Término de Energía Eléctrica de Fuente Renovable (MATER), que la distribuye casi en su totalidad a empresas que, por ley, tienen que cumplir con una cuota de energía renovable. El hidrógeno ofrece la posibilidad de almacenar la energía limpia y transportarla sin tendidos eléctricos. Del mismo modo que el gas, puede viajar licuado en barcos (el puerto de Rotterdam, en Holanda, aparece como el gran receptor de Europa) o ser transportado por ductos. 

Según el Ministerio de Desarrollo Productivo, hay tres grandes proyectos que ya están en marcha, aunque hay otros en discusiones por ahora confidenciales. El más ambicioso es el de la empresa australiana Fortescue, que lidera en el país el ex Puma Agustín Pichot y que en la cumbre del clima COP26 que se celebró en Glasgow en noviembre pasado anunció una inversión de US$8.400 millones.

“La inversión internacional más importante para Argentina en el siglo XXI”, tradujo el hoy ex ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. El proyecto, que es 100% exportador, promete generar al menos 15.000 puestos de trabajo directos y 50.000 indirectos.

Pero mucho antes de ese encuentro en Glasgow, Fortescue ya venía preparando el terreno en la Patagonia. Con la ayuda de inmobiliarias locales, la firma australiana avanza en la compra de tierras para su proyecto no solo en Río Negro, donde tendrá su núcleo, sino también en Chubut y Santa Cruz. 

Los campos de cría de ovejas son una oportunidad: por la caída de la rentabilidad de la lana en los últimos años hay miles de hectáreas inactivas, campos prácticamente abandonados en la meseta que compran a valores bajos. Para la estrategia de desembarco en el país la empresa conformó equipos interdisciplinarios, que además de perfiles técnicos y comerciales incluyen profesionales de disciplinas “blandas” específicamente abocados a interactuar con las comunidades locales. 

La pregunta que se hacen los productores de la zona de interés de Fortescue es si la única opción de aprovechar la ola es vender sus tierras o si existe una fórmula que les permita mantener su actividad. En Australia, por ejemplo, el campo arroja postales de ovejas pastando a los pies de los molinos de viento, esas torres blancas de más de 100 metros de alto. En el Ministerio de Desarrollo Productivo explican a elDiarioAR que la posibilidad de “combinar” actividades depende de las normas de cada jurisdicción, pero que “hay experiencias de compatibilidad de actividades agropecuarias con energía”.  

Un segundo proyecto en marcha es impulsado por el gobierno de Jujuy en esa provincia, en base a energía solar. El tercero es el de la empresa estadounidense MMEX en Tierra del Fuego, que anunció una inversión de US$500 millones para construir un campo eólico de hasta 300 MW y una planta de electrólisis para producir 55 toneladas de hidrógeno verde por día que serán exportadas en su totalidad. Consultado por este medio, Nabil Katabi, project finance de la empresa, precisó que una de las principales trabas para la inversión en la Argentina es la “dificultad para repatriar ganancias”. 

Por eso, otorgarles a las empresas del sector una flexibilización del cepo similar a la que se anunció para las firmas de hidrocarburos es una posibilidad que el Gobierno baraja. “Necesitamos dar señales muy claras para posicionarnos como proveedor estratégico”, dice Santiago Borgna, director de Industria Sostenible del Ministerio de Desarrollo Productivo. “Es una de las primeras veces en las que Argentina puede estar a la vanguardia y anticiparse a los sucesos de la economía mundial”, añade en diálogo con este medio desde Estocolmo, donde esta semana se realizó una cumbre sobre temas ambientales convocada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Actualmente se trabaja en una ley que fomente la producción y el uso de hidrógeno verde, que estará lista antes de fin de año. En 2006 ya se había sancionado una ley de promoción de esta tecnología, sobre todo orientada a la investigación, pero nunca terminó de reglamentarse y venció en 2021. ¿Podrían ponerse retenciones a la exportación de hidrógeno verde? Borgna dice que todavía no están definidos los términos normativos ni cerrado el debate, pero que “no sería ilógico e irracional pensar en aplicar un arancel de exportación del hidrógeno”.

Para el funcionario este desarrollo no entra en colisión con otras iniciativas a las que el gobierno le da mucho impulso, como las plataformas offshore para extracción de hidrocarburos en el Mar Argentino. Según explica, la transición energética se hará de manera gradual y convivirán distintos procesos; mientras se masifica el consumo de hidrógeno verde también se reemplazará el carbón (que hoy Alemania está quemando para alimentar sus centrales térmicas) por gas natural, cuya combustión emite menos carbono.

¿Puede el hidrógeno verde encender alarmas en sectores ambientalistas? “El agua es esencial para la vida, por lo que si en el proceso de producción de hidrógeno se utilizan fuentes naturales de agua dulce, esto podría producir grandes problemas de escasez hídrica y sequía en los territorios afectando a la población local y destruyendo ecosistemas”, apuntan en un artículo Jorge Chemes y Maximiliano Proaño, miembros de Taller Ecologista y del Grupo de Trabajo Latinoamericano de Energía y Equidad.

Sin embargo hoy en la Argentina —y en otros lugares del mundo donde esta opción se impone, como en el desierto saudí– se proyecta utilizar agua del mar desalinizada para el proceso. Por ejemplo, se podría tener los molinos en la meseta central patagónica y llevarla por un tendido de alta tensión hasta Sierra Grande, la costa de Río Negro sobre el Atlántico, a donde se terminaría el proceso. “Hoy desalinizar agua de mar encarece un proyecto en el 6%, 8%. Es decir, es un costo pequeño y ya no es un problema hacerlo así”, explica un empresario del sector. 

Chemes y Proaño reconocen al hidrógeno verde como un “instrumento valioso para una transición energética justa, democrática y popular en Latinoamérica”, pero señalan que su despliegue debe “generar un modelo de gobernanza que contribuya en una soberanía energética que mejore la calidad de vida de las comunidades” y no que replique linealmente el modelo de otros sectores, basado en “mega-proyectos neo-coloniales”.

Pasquevich, del Instituto de Energía y Desarrollo Sustentable (IEDS) de la Comisión Nacional de Energía Atómica, explica que “cualquier energía genera problemas para la sociedad”. “Es cierto, los molinos eólicos no contaminan, pero requieren para su construcción de algunos elementos que son muy escasos en la corteza terrestre. Entonces, cuanto más molinos tenga el planeta, más minería tengo que hacer y en algún momento se corre riesgo de que se agoten. Con la energía solar y el silicio pasa lo mismo. Yo compro un panel solar y lo pongo en mi casa, bárbaro, pero hay un agujero en un lugar del planeta, tal vez en Uganda, del que salió ese silicio”, ilustra.  

Para el científico, hay que insertar el debate sobre el hidrógeno verde en una mirada global y tener en cuenta algunas cosas. “A la energía hay que cuidarla y no tiene que ser solo la mejor, la menos contaminante, sino que también tiene que haber la menor cantidad de uso de energía posible. Que la sociedad esté informada es importante y ayuda a la generación de políticas públicas mejores”.


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