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OIL & GAS
Apuntes de la (mala) gestión del gas en Argentina y Bolivia
IPS/ENERNEWS

Tras años de indecisión, el gobierno argentino financiará la construcción del gasoducto entre Vaca Muerta y Buenos Aires, mercado que se cerró a Bolivia tras la cancelación del gasoducto del nordeste

30/08/2022

DANIEL GUTMAN

Dueña de uno de los yacimientos de hidrocarburos no convencionales más importantes del mundo, Argentina se ha visto obligado a importar gas por US$ 6.600 millones en lo que va de año, unos mil millones desde Bolivia, que a su vez tiene un problema con la gestión de sus reservas convencionales, en franca declinación.

La principal razón de esta paradoja en Argentina - que agravó los desequilibrios de la inestable economía de este país sudamericano- es la falta de infraestructura de transporte para llevar el gas desde Vaca Muerta a Buenos Aires, principalmente.

El presidente Alberto Fernández firmó en un acto público el 10 de este mes los demorados contratos para la construcción, por más de US$ 2.000 millones a financiar por el Estado, de un moderno gasoducto que se propone atender esta realidad. El objetivo es acercar a la capital, Buenos Aires, donde vive cerca de la tercera parte de los 47 millones de habitantes de este país del Cono Sur americano, ese gas no convencional.

Se trata de una formación geológica con abundancia de hidrocarburos de esquisto (un tipo de roca), ubicada en cuatro provincias: Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza, a más de 1000 kilómetros de Buenos Aires.

El nombre de Vaca Muerta ha estado en la boca de los últimos presidentes argentinos, como símbolo del mejor futuro que espera a un país cuya economía padece por una crónica falta de divisas y una moneda local debilitada, cuyo resultado es una sociedad con alrededor de 40 % de su población en pobreza.

Así ha sido desde que en 2011 la estadounidense Administración de Información Energética (EIA, en inglés) señaló que el yacimiento colocaba a la Argentina como el segundo país con mayores reservas de gas de esquisto, detrás de China, y el cuarto de petróleo.

Vaca Muerta tiene reservas por 308 trillones de pies cúbicos de gas (TFC, en inglés) y 16 200 millones de barriles de petróleo, según datos de la EIA, confirmados por la estatal petrolera argentina YPF.

“Con Vaca Muerta, Argentina tiene el potencial no solo para lograr el autoabastecimiento energético sino también para exportar. Estamos perdiendo una oportunidad inmensa”, dice Salvador Gil, director de la carrera de Ingeniería en Energía de la pública Universidad Nacional de San Martín, en las afueras de Buenos Aires.

Gil sostiene que Argentina puede jugar un rol importante, ante el escenario de crisis por el aumento de precios de la energía impulsado por la guerra en Ucrania, que amenaza con prolongarse.

Pero para ello debe resolver no solo sus problemas de transporte, sino también los desequilibrios de la economía, que dificultan desde hace años la llegada al país de grandes inversiones.

“Hoy lo que necesita el mundo es seguridad energética y Argentina tiene gas, que ha sido señalado como el combustible principal para el período de transición hacia energías limpias, en el contexto de la lucha contra el cambio climático”, considera el especialista.


MÁS DEPENDENCIA EXTERNA
Sin embargo, desde 2011, cuando la EIA hizo públicos sus primeros datos sobre el potencial de Vaca Muerta, que llevaron a políticos y especialistas a soñar en que Argentina sería en pocos años una especie de Arabia Saudita en Sudamérica, el país es de hecho cada vez más dependiente desde el punto de vista energético.

Un estudio del período 2011-2021 difundido este año por un centro de estudios privado señala que “la década se caracterizó por un incremento de la dependencia externa de los hidrocarburos en Argentina: las importaciones de gas se incrementaron un 33,6 % en la década mientras que las importaciones de gasoil se incrementaron en 46% y las gasolinas lo hicieron en un 996%”.

El documento, publicado por el Instituto de la Energía General Mosconi, señala que Argentina, que hasta fines del siglo XX gozaba de autoabastecimiento de gas y petróleo, comenzó a experimentar una considerable disminución de la producción en 2004.

Dos años después se empezó a importar gas por gasoducto desde Bolivia y en 2008 se sumaron las compras de gas natural licuado (GNL), que llega en barco, principalmente desde Estados Unidos y Qatar.

“Desde entonces, la proporción de gas importado sobre el total consumido en el país creció. En 2009 representaba solo 6 % y en 2014 pasó a ser 22 %. En 2021 representó 17% del total”, señala el informe.

Todavía muy por debajo de su potencial real, la producción de Vaca Muerta ha ido creciendo. En junio aportó 56 % de los 139 millones de metros cúbicos diarios de gas natural producidos en Argentina, según datos oficiales.

El gas es el principal combustible de la matriz energética del país, con alrededor de 55 % del total. En petróleo, Vaca Muerta aportó 239.000 de los 583.000 barriles diarios de producción nacional en junio.

Hoy el gas de la Patagonia es trasladado a Buenos Aires y otros grandes centros urbanos de consumo de energía con tres gasoductos construidos en la década de los años 80, que no cubren el requerimiento.

Por eso, el gasoducto cuyo contrato se firmó este mes ha sido definido tanto por la dirigencia política como por el mundo académico como la obra de infraestructura más urgente que necesita la Argentina.

Su costo fue fijado a fines de 2021 en US$ 1.491 millones, pero probablemente superará los 2.000 millones, por la devaluación y el desbordamiento de la inflación que castigan a la economía argentina. Según el gobierno, el gasoducto estará operativo en junio del año que viene, al comienzo del próximo invierno austral.

En 2018, durante la gestión del expresidente Mauricio Macri, se canceló la construcción del gasoducto del Nordeste, que era de máximo interés para Bolivia ya que conectaba sus ductos con Buenos Aires. La apuesta fue por el de Vaca Muerta.


EN BUSCA DE INVERSIONES
“Por supuesto que el gasoducto es importante, pero no va a resolver todos los problemas energéticos de la Argentina”, advierte Daniel Bouille, investigador doctorado en economía de la energía.

El especialista recuerda que un factor importante es que la extracción de hidrocarburos de esquisto se realiza con la técnica de la fractura hidráulica (fracking, en inglés) que “es más cara que la de los convencionales” aunque en caso de éxito, es más rentable.

“Para desarrollar el gran potencial de Vaca Muerta hacen falta inversiones por entre 60 000 y 70 000 millones de dólares”, explica.

Bouille dice que hoy no están dadas las condiciones para que esas inversiones se produzcan, en un país cuya economía no crece desde 2010 y donde existe control de cambios y está limitada la posibilidad de exportar divisar, lo que no contribuye a la confianza del capital internacional.

En lucha contra ese dato de la realidad, el ministro de Economía, Sergio Massa, anunció que el 9 de septiembre visitará en sus sedes en la ciudad estadounidense de Houston a gigantes petroleros como Chevron, Exxon, Shell y Total, para tentarlos con la posibilidad invertir en Vaca Muerta.

Argentina no parece pensar en alternativas. “Desde hace 20 años disminuye de manera sostenida la producción de petróleo y gas convencional del país, porque todas las cuencas se han ido agotando”, dice Nicolás Gadano, economista especializado en Energía en la privada Universidad Di Tella.

“Son justamente los hidrocarburos de esquisto de Vaca Muerta lo que en los últimos cinco años han compensado la situación para frenar la caída de la producción total”, agrega.

Gadano cree que un mayor desarrollo del potencial de Vaca Muerta será positivo para Argentina incluso desde el punto de vista ambiental.

“Este año en Argentina se usó mucho petróleo para la producción de electricidad debido a la falta de gas. Pero cuando se habilite el gasoducto, los combustibles líquidos serán reemplazados por gas, que es un combustible más limpio”, sostiene.

Con menor visibilidad, también aparecen voces críticas sobre la apuesta a Vaca Muerta como camino energético de la Argentina.

“El fracking, además de su impacto negativo ambiental y social, es muy caro”, dice Martín Alvarez, investigador del Observatorio Petrolero Sur, organización no gubernamental que se enfoca en el ángulo ambiental y social de los temas energéticos.

Recuerda que “los hidrocarburos de Vaca Muerta no tenían posibilidades de ser exportados hasta la crisis energética global actual. Solo el aumento internacional de los precios de este año les creó un mercado”.

“Argentina se ha olvidado de las energías renovables y apuesta a consolidar los combustibles fósiles, lo que es un retroceso y atenta contra los acuerdos climáticos internacionales. Buscar el desarrollo de Vaca Muerta ha sido la única política energética de este país en los últimos 10 años”, critica.


BOLIVIA Y SU PROBLEMA CIRCULAR CON EL GAS
La gestión de los hidrocarburos en Bolivia tiene sensibles diferencias y algunas similitudes con la de Argentina. La principal es de visión: YPFB a pesar de la nacionalización de 2006, sigue pensando básicamente en exportar la materia prima, pero también han compartido una historia en el tiempo que vale la pena señalarla.

En 2006, cuando Bolivia nacionaliza los hidrocarburos pone el acento en la propiedad de los recursos bajo tierra, reformula las tributaciones y finalmente, renegocia los contratos con las transnacionales, que acaban satisfechas, mientras que YPFB consolida empresas con su participación accionaria, principalmente YPFB Andina y YPFB Chaco, pero sigue alejada de la operación misma.

En 2012, cuando Cristina Fernández recupera YPF para Argentina, luego de que hubiera sido “regalada” a Repsol en los 90, el Estado se convierte en pilar central del desarrollo precisamente de Vaca Muerta.

Bolivia cuenta con dos grandes gasoductos que básicamente contemplan la exportación hacia Brasil y hacia Argentina, mientras que el previsto de construir hacia el Pacífico pasando por La Paz para conectar la capital y buscar una salida al mar que permita regasificar y competir en el mercado metanero ha quedado en promesas.

El gasoducto hacia Brasil conecta la red de tubos hasta Sao Paolo, aunque el gas principalmente se utiliza en las termoeléctricas brasileras del Mato Grosso. El gasoducto prácticamente amortizado con el contrato de exportación de 1999 con Petrobras es ahora una infraestructura que le permitiría a Bolivia competir en el mercado liberalizado que pretendía Jair Bolsonaro.

El gasoducto hacia Argentina, sin embargo, abastece solo al norte, cuyos pozos también están en declinación. La cancelación del gasoducto del noreste en 2018 cerró las puertas del mercado bonaerense al gas boliviano.

Argentina priorizó el acercamiento con Vaca Muerta, y es que, aun siendo deficitaria en la producción, Argentina produce unos 130 millones de metros cúbicos de gas al día y Bolivia apenas 40, de los que entre 10 y 14 manda hacia Salta.

El problema actual de Bolivia es circular: los mercados se cierran y las inversiones no se justifican, y sin inversión, los campos en declinación no son reemplazados. En 2014 se batieron récords de producción con 61 millones de metros cúbicos diarios. Hoy apenas son 45 y las reservas van a la baja.

El último ministro de la era Evo Morales, Luis Alberto Sánchez, apelaba a un “mar de gas” que hasta ahora no ha emergido. La metáfora tenía que ver con el uso de técnicas no convencionales como las de Vaca Muerta para liberar gas de esquisto, pero su propio gobierno había condenado estas prácticas enérgicamente por lo que el debate sigue sin abrirse en el país.

En Argentina, sin embargo, nunca hubo un debate sostenido del impacto ambiental del fracking en la cuenca neuquina, ni el gobierno, aparentemente progresista, se ha planteado el dilema.


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews

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