El índice de pobreza, publicado por el superó el 40% en el primer semestre de 2023
La pobreza crónica de Argentina. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec un 40,1% de los argentinos son pobres.
El país tiene un 25% de pobreza estructural, es decir personas que nacieron y más de dos generaciones no pueden acceder a la canasta básica de alimentos, entre otras cosas.
A ese 25% se le suma un 15% de los nuevos pobres o, mejor dicho, la ex "clase media". Trabajadores asalariados que como consecuencia del alto costo de vida por los desajustes inflacionarios se ubican por debajo de la línea de pobreza.
La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec informó que en el primer semestre del año la pobreza alcanzó al 40,1%, lo que implica un salto de casi un punto frente a la medición de fines de 2022 (39,2%) y de 3,6 puntos en relación con al mismo período del año pasado.
El índice de indigencia, que se refiere a la proporción de personas pobres cuyos ingresos no les permiten adquirir la cantidad mínima necesaria de alimentos para subsistir, se situó en el 9,3% entre enero y junio de este año. De esta manera, el dato marcó una suba de 0,5 p.p, comparado con el 8,8% del mismo período en 2022, y 1,2 p.p. respecto del segundo semestre de 2022, cuando el índice se ubicó en 8,1%.
En los últimos doce meses la canasta básica de alimentos -que sirve de piso para determinar los niveles de indigencia- acumuló una suba de 146,4%, mientras que la canasta básica total -que determina la pobreza- sufrió un alza del 137,7%.
El último antecedente del país con una tasa de pobreza superior al 40% hay que rastrearlo en el primer semestre de 2021, cuando el país todavía enfrentaba la pandemia y la economía empezaba a salir del confinamiento más estricto. En ese momento, el porcentaje de la población que era pobre llegaba al 40,6% y la indigencia alcanza al 10,7%, explicó una nota de Alfredo Sainz en La Nación.
Más atrás en el tiempo, para encontrar indicadores sociales tan regresivos hay que irse hasta el 2002. La explosión de la convertibilidad provocó que el índice de pobreza se disparara al 57,5% y el de indigencia al 27,5%.