El fantasma tan temido del desastre ambiental, al acecho desde que se hundió el Costa Concordia el viernes pasado, ayer se hizo más presente que nunca.
El denominado "crucero del horror" -que pesa 114.500 toneladas- volvió a moverse con una rotación de un metro y medio hacia el abismo, algo que hizo suspender todas las tareas de rescate y aumentar la alarma sobre una catástrofe ecológica en el archipiélago de la isla toscana del Giglio, escenario del naufragio que conmovió al mundo.
En el vientre de la nave hay 2380 toneladas de combustible que deben ser bombeadas antes de que sea demasiado tarde y causen daños irreparables en esa parte del Mediterráneo. El crucero de lujo Costa Concordia naufragó el viernes pasado después de encallarse absurdamente en un escollo señalado en los mapas náuticos y dejó 11 muertos y más de 20 desaparecidos.
Su comandante, el denostado Francesco Schettin o, acusado de homicidio culposo múltiple, abandono de la nave y naufragio, se encuentra bajo arresto domiciliario en su casa de Sorrento. Considerado un cobarde luego de salir a la luz una conversación telefónica en la que es conminado a volver a bordo del crucero por otro comandante de la guardia costera, Schettino provocó la tragedia por un juego absurdo: hacer la "reverencia", un tradicional saludo marinero que implica acercarse casi rozando la costa, en homenaje al maître del buque, oriundo de la isla del Giglio.
El ministro de Medio Ambiente italiano, Corrado Clini, advirtió del peligro de derrame de carburante en el mar, que podría extenderse por toda la costa del Tirreno.
"Existe ya un daño ambiental, muy contenido, relativo a los fondos marinos de la isla del Giglio", reconoció Clini ante periodistas presentes en los pasillos de la Cámara baja italiana, al comparar el gigantesco Costa Concordia con una "pequeña nave petrolera", por su capacidad de almacenamiento de combustible.
"Estamos ante una situación límite porque la nave es inestable. Es una carrera contra reloj", advirtió el funcionario, que detalló que para vaciar las 2380 toneladas de combustible de las cisternas de la nave harán falta al menos dos semanas.
Ante la Cámara de Diputados, donde ayer hubo un minuto de silencio por las 11 víctimas del naufragio, el ministro Clini explicó, además, que para su extracción será necesario antes calentar el carburante, "porque es muy denso y la temperatura actual del mar conlleva un riesgo progresivo de solidificación".
Por otra parte, admitió que "obviamente" se necesitarán más de dos semanas para poder sacar al "Titanic italiano" del lugar en el que se encuentra. "Basta un poco de sentido común para entender que existe un juego peligroso", dijo. "Existe el serio riesgo de que futuras marejadas puedan provocar el hundimiento" de la nave, agregó Clini, ya que cerca de la zona donde se encuentra apoyado el gigantesco barco hay una pendiente que lleva a una profundidad de entre 50 y 90 metros.
El temor al desastre ambiental es tan fuerte que la organización ecologista Legambiente denunció la existencia de una "contaminación ya significativa con sustancias tóxicas en contacto con el mar" y pidió la intervención de la Unión Europea.
Más allá de esto, la jornada estuvo dominada por la polémica por la excarcelación y el arresto domiciliario del comandante Schettino, que fue recusada por el fiscal de Grosseto, Francesco Verusio.
"Cayó" en el bote salvavidas
Para limpiar su imagen de "capitán cobarde", en su declaración de ayer ante la justicia Schettino dijo que no se quiso "escapar", sino "que estaba ayudando a los pasajeros a bajar un bote salvavidas al agua" y se cayó en él.
Schettino dijo que tuvo un problema con el mecanismo de descenso del bote, que se trabó y volvió a funcionar y eso "hizo que tropezara y de repente estaba con los pasajeros en el barco", afirmó.
Pero las ocho páginas de la ordenanza con las que la jueza de instrucción Valeria Montesarchio determinó su arresto domiciliario son demoledoras. Si bien se explica que le concedió el beneficio de arresto domiciliario porque considera que no hay peligro de que se escape ni de que manipule las pruebas en su contra, la magistrada no duda en calificar al hombre de imprudente, negligente, incapaz e incompetente.
"Permaneció parado en la escollera de la isla del Giglio a la que había llegado a bordo de una lancha y desde allí miró la nave hundirse", denunció. La magistrada también habla de la "objetiva gravedad del hecho, un desastre de proporciones mundiales". Pero con su ordenanza también queda claro que Schettino no es el único culpable, sino que no funcionó la cadena de mando.
De hecho, la justicia tiene en la mira a otros oficiales que estaban con él -y que también abandonaron la nave-, y a la empresa Costa Cruceros. Schettino, en efecto, llamó tres veces durante esa fatídica noche del viernes 13 a Roberto Ferrarini, responsable de la Unidad de Crisis y de Control de la Flota de Costa, antes de ordenar la tardía evacuación del barco.
