Ámbito Financiero
El esqueleto de capitales mínimos de Basilea III quedó definido este fin de semana tras intensas negociaciones que involucraron a banqueros centrales y supervisores bancarios de 27 países (incluida la Argentina). La obra final no está concluida, y restan aspectos importantes de la estructura por resolver -como el tratamiento específico que recibirán las entidades que suponen riesgo para el sistema financiero-, pero sí se forjó un acuerdo sobre la columna vertebral del nuevo paradigma internacional de normas bancarias.
El Comité de Basilea integrará dos componentes centrales -la reforma de las exigencias de capital y un estándar paralelo de requerimientos de liquidez- en una propuesta de reforma financiera global que girará a los líderes políticos del G-20. Se espera que su aprobación sea el plato fuerte de la próxima reunión presidencial que se realizará en Seúl en noviembre.
Mucho se escribió sobre las gruesas fallas del mercado que permitieron la avalancha financiera de 2008/2009, pero no es menos cierto que la crisis no se produjo en condiciones de vacío. También perforó olímpicamente la trama regulatoria de contención urdida en un escrupuloso trabajo de décadas. El Comité de Basilea data de 1974 (tras la liquidación del Banco Herstatt en Alemania y como fruto de sus turbulentas derivaciones en los mercados cambiarios). La versión original de Basilea I -el primer corpus normativo con raigambre supranacional- se sancionó ya en 1988. Se sabe que la crisis arrasó con Basilea II -el régimen pensado para sucederlo- antes que entrara en vigencia plena.
La superposición temporal de Basilea I y II no impidió la borrasca. Y hubiera podido ser aún peor de haberse completado la migración al régimen sofisticado (en su cabal acepción) de Basilea II. Es que el arbitraje regulatorio cobró un peaje abultado. Desde los vehículos especiales de inversión (ocultos fuera de balance) hasta los abusos con las calificaciones de riesgo de crédito encontraron su razón de ser en la explotación activa de los vericuetos normativos. Que quede asentado: las dos disciplinas fallaron, la del mercado y la de la regulación y supervisión. Pero, a la hora de reconstruir las finanzas, lo que manda es la voluntad acrecentada de erigir una fortaleza regulatoria.
Basilea III será, pues, un edificio más robusto que sus antecesores. Las exigencias patrimoniales aumentan de manera sustancial. Comenzando por la propia definición de qué se considera capital. Se establece así un umbral mínimo de capital genuino; esto es, capaz de absorber quebrantos a pleno. Ya no alcanza con reunir suficiente capital tier 1 apelando a la emisión de instrumentos híbridos como acciones preferidas. Se exige ahora contar con un núcleo duro, conformado únicamente por acciones ordinarias o ganancias retenidas. De suceder un percance, no habrá zonas grises. Todo ese capital podrá consumirse sin ningún tipo de prerrogativas. Así, será obligatorio contar con el 4,5% de capital ordinario, más un adicional del 2,5% como colchón para afrontar eventuales episodios de estrés. En tiempos de crisis, se podrá utilizar ese margen sin necesidad de reposición automática, pero ello gatillará limitaciones en la distribución de utilidades. Cuando se compara con la situación actual, las exigencias de capital genuino trepan del 2% al 7%.
Sin embargo, los requerimientos no se agotan aquí. Está previsto incorporar otro escalón de capital que se desplace a contramano del ciclo económico. Se moverá en una franja entre el 0% y el 2,5% y se fijará de acuerdo con las circunstancias de cada país. Sólo entrará en vigor cuando las autoridades nacionales consideren que el crecimiento excesivo del crédito supone riesgo potencial para la estabilidad financiera. Asimismo regirá, en paralelo, otro límite al endeudamiento que oficiará como doble candado.
El capital propio no podrá ser menor a un porcentaje del valor de los activos (calculado de manera simple, sin ponderación por riesgo). Se acordó ensayar con un umbral del 3% de capital tier 1 en una fase de prueba. Por último, las instituciones sistémicas -aquellas «demasiado grandes para caer»- deberán cumplir con un nivel adicional de exigencias. Dicho régimen específico permanece todavía en el tablero de diseño, pero contemplaría la afectación de un mix de sobretasas de capital, capital contingente y deuda subordinada.
Basilea III será más robusto que todo lo conocido, pero menos que lo que pudo haber sido. Con la convicción de que sus bancos ya están holgadamente capitalizados, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Suiza favorecían la aplicación de un andamiaje más restrictivo. Alemania, Francia, Italia y Japón encabezaron la contracorriente. A la postre, la iniciativa original de llevar los capitales mínimos al 8% se rebajó en un punto completo. La duración del período de transición hasta su implementación definitiva fue el eje de la última disputa. Estados Unidos quería que no fuera más allá de cinco años, Alemania pedía diez. Se arribó a una solución salomónica: las entidades tendrán hasta enero de 2019 para finalizar su adecuación.
¿Cuán severo será el proceso de ajuste? La mejor respuesta es empírica. En Wall Street brotó un inesperado rally en las acciones bancarias. Nada de eso se observa en el Viejo Continente (por no hablar del castigo que recibió el Deustche Bank al sugerir una probable ampliación de capital). Con Basilea III, el umbral de exigencias salta del 2% al 7% del capital ordinario, pero el promedio de la banca estadounidense ya lo satisface: su nivel actual de integración es del 8,79%. Definir el marco regulatorio suma así una certeza valiosa. Lejos de tener que ajustarse, la banca de EE.UU. recupera margen de acción. Desde el punto de vista estricto del interés de los inversores, se abre un abanico de alternativas no desdeñables que estaban frenadas por la incertidumbre. Al estar líquidos y capitalizados en exceso, los bancos podrían aumentar el pago de dividendos o recomprar sus propias acciones en circulación. «Cero», en el caso de la banca regional, será el blanco de posibles adquisiciones. La única duda es la de siempre: ¿cuán realista es la valuación de los activos en cartera? Pero, se sabe, su invocación es intermitente.
José Siaba Serrate (Economista)
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