El corazón del distrito de joyas del mundo situado en la calle 47 (y la Quinta Avenida) de Manhattan tembló en estos días. No fue por un coletazo de la crisis financiera mundial, sino porque se han detectado barras de oro falsas.
Todo comenzó con una denuncia de una barra de 10 onzas que estaba rellena de tungsteno y recubierta de oro. El precio de estas barras es de aproximadamente 18.000 dólares. Sin embargo, días después, el diario norteamericano New York Post publicaba que se habían detectado más de 10 barras de oro falsas en manos de reputados distribuidores del Distrito Diamante, como se conoce al área (un símil de la porteña calle Libertad).
En un mundo en el que la confianza es como el oro, todos han comenzado a mirarse de reojo. Es más, el jueves pasado hubo una cena de la industria organizada por la Bolsa Comex (Commodity Exchange) en Nueva York, donde los comensales soslayaron las encuestas sobre Obama y Romney y sólo bramaban por el escándalo en la «West 47 Street».
El tungsteno es un metal industrial que pesa casi lo mismo que el oro, pero cuesta un poco más de un dólar por onza. El oro cerró el viernes en u$s 1.777,70 la onza.
El caso ya llegó a manos del Servicio Secreto norteamericano, cuya jurisdicción cubre la falsificación de barras de oro. Aunque también está involucrado en esta denuncia de tráfico de barras de oro falsas el FBI. Ocurre que estas barras de 10 onzas son muy populares entre los inversores del Distrito Diamante, y no se sabe aún la dimensión de la estafa, aunque se sospecha que puede ser millonaria. O sea, cuántas de las barras de oro falsas fueron vendidas a los distribuidores y cuántas fueron adquiridas por el público.
Según el diario neoyorquino, un conocido distribuidor de oro con más de 40 años en el negocio, Ibrahim Fadl, fue una de las víctimas al descubrir que cuatro de las barras de oro que compró, por valor de unos 72.000 dólares, eran falsas.
Fadl, que fue dueño de la refinería de oro Express Metal Refining durante los últimos 11 años y cuenta con una maestría e ingeniería química de la Universidad de Columbia, le compró las cuatro barras falsas a un comerciante ruso conocido con quien ya había hecho negocios.
Pero tras los rumores y la denuncia de Fadl surgieron otros casos. Todos ellos bajo anonimato, ya que nadie quiere quedar pegado ni sospechado ni admitir tener en sus cajas fuertes barras falsas. Otro refinador de la calle 47 reconoció que había comprado seis barras de oro que resultaron ser en su mayoría de tungsteno, con sólo una chapa de oro.
Fadl empezó a sospechar cuando el vendedor aceptó rápidamente un importante descuento, comentó una fuente al diario, aunque los crecientes rumores sobre barras falsas que circulaban terminaron por preocupar al distribuidor engañado. Allí dispuso radiografiar las barras marca PAMP para determinar la pureza del oro y el peso de éstas, y las marcas suizas que eran perfectas (pertenecían a la prestigiosa Produits Artistiques Metaux Precieux, PAMP). Para terminar con sus sospechas, Fadl perforó una barra y descubrió el tungsteno, cuyo color plata es distinto del brillante color amarillo del oro.
Nassim Raymond, CEO de Manfra, Tordell y Brookes, el brazo norteamericano de la firma suiza que creó las barras de oro originales, con su número de serie y la clasificación pureza claramente estampada en ellas, dijo que informó de la situación al Servicio Secreto de los EE.UU. Se especula con que se trata de una red internacional en la que participa un joyero profesional capacitado para haber llevado a cabo la operación.
En marzo, aparecieron barras de oro llenas de tungsteno en Inglaterra.