Paso Yobai, Guairá, Paraguay (Enviados especiales). La tierra en este punto paraguayo es igual que en varios departamentos del Sureste y nada de diferente a la que caracteriza a la provincia de Misiones. La tierra es roja, colorada. Pero a esa tierra colorada, pegagosa y resbaladiza se le suma una arena fina y casi dorada. Los rayasos del sol cada vez más impiadoso, potencian el color único que ofrece gran parte de las 68.000 hectáreas de extensión del pequeño poblado de Paso Yobai, en donde hasta hace poco más de 10 años, la yerba mate y la caña de azúcar eran las únicas salidas económicas para su gente.
Ahora, son unas 30 mil personas que viven en el cada vez más famoso pueblo. Incluso, ya en la portada de la coqueta Municipalidad se puede leer lo escrito orgullosamente como sello distintivo del municipio del departamento Guairá: “Capital del oro y la yerba mate”.
Ahora, las historias sobre lo que genera tener oro debajo de los pies es parte de lo cotidiano y ya prácticamente están a un paso de convertirse en mitos.
Pero lo real es que a diario se presentan compradores desde la Argentina y se llevan incluso el oro casi en su extracto rudimentario. Pero quienes lo compran ya molinado, secado y concentrado, lo ponen a la venta en las vidrieras de la avenida Libertad, en el corazón de la Capital Federal.
Un gramo de oro, lo que se puede conseguir “en despensas” del lugar (en referencia a ciertos lugares de Yobai), tiene un valor aproximado de 150 pesos.
Para los mineros artesanales asociados, el producto bruto final diario purificado en casi un 80 por ciento tiene un peso de 20 gramos y un costo de hasta 500 dólares. Y se lo conoce como esponja, algo que entra fácilmente en el envase de los ya casi extinguidos rollos fotográficos.
Tierra, piedra, oro
Llegar hasta Paso Yobai desde Posadas, por ejemplo, demanda viajar aproximadamente 400 kilómetros al Noreste, aunque dependiendo de los caminos recomendados de acuerdo a la época y las condiciones climáticas, pueden ser un poco más. Hay que atravesar los departamentos de Itapúa y Caazapá para llegar hasta el de Guairá, en donde en su punto casi límite con el de Caaguazú, se encuentra el poblado de Yobai. Para llegar hasta la capital del oro, irremediablemente hay que transitar caminos de tierra y piedra. Como en gran parte, después de todo, de la ruta nacional 8.
La conectividad hacia Paso Yobai es un condicionante. Pero evidentemente la fiebre generada por el oro no fue ni es impedimento para que los interesados puedan llegar finalmente a una localidad situada como en un pozo y rodeada o en el medio del cruce de dos arroyos, situación que le dio el nombre al municipio en lengua guaraní (yobai).
El pueblo de Paso Yobai es pobre. Lo reconoce el intendente y en sus calles se nota que no hace mucho empezaron a urbanizarlo. La calle principal está en ese proceso de empedrado y a sus costados, sobre la propia calle o las veredas, se observa la cañería de la red de agua potable. Todo es relativamente nuevo. Y de la misma forma, sucede con varias casas, que denotan una construcción nueva y confortable respecto a la mayoría de las viviendas de la localidad. Aunque sí es notable, cómo todas las casas, de menor y mayor confort, tienen techos de tejas. Y hasta pareciera de mejor fortaleza ante eventuales tormentas tropicales.
Algunos negocios de Yobai también reflejan cierta mejoría. Si hasta incluso hay al menos tres hospedajes que dan un total de unas 20 habitaciones con lo básico, aunque en todas es posible contar con climatización y lugar para estacionar los vehículos. Qué más.
“Estamos sentados sobre oro, la veta pasa por el pueblo, es así”, dijo sin ocultamientos y confirmando todo los rumores, el intedente de la capital del oro, Edgar Chávez.
Chávez tiene tres puntos sobresalientes en la historia. Tiene 29 años y es el alcalde más joven del Paraguay. Y nadie se atreve a asegurarlo, pero también puede serlo de la historia política de Paraguay.
Edgar lidera desde el comienzo de la fiebre del oro el movimiento de pobladores que reclama del Gobierno nacional la derogación de una ley que concedió a la compañía Lampa (Latin American-Paraguay INC), subsidiaria de la canadiense Latin American Minerals Inc, la explotación del mineral. Y además es muy querido por la gente, sobre todo muy reconocido por los adultos, por quienes tienen más de 30 y 40 años.
El intendente se encuentra en plena campaña para reiniciar los caminos tras lo ocurrido con Lugo y la sorpresiva y rápida asunción de Franco a la presidencia. En abril del próximo año son las presidenciales. Y el objetivo del joven intendente y sus aliados, es lograr que el parlamento paraguayo modifique la Ley minera.
“Lampa sólo se compromete a dar 5 por ciento al Estado. Es inconcebible que el resto de la riqueza vaya a parar al extranjero y, en contraste, nosotros sigamos sumergidos en una pobreza alarmante”, dice como masticando bronca.
Detrás de ese liderazgo, se calcula hay alrededor de 2 mil mineros artesanales.
La producción de la multinacional se inició oficialmente en febrero pasado, en medio de incidentes y agresiones cuando los llamados mineros artesanales sitiaron la sede de la compañía.
“Nos obligaron a permanecer adentro por más de 24 horas hasta que se retiraron”, relató Luis Amarilla, encargado del personal, compuesto por unos 200 empleados, el 90 por ciento residentes en Paso Yobai, de acuerdo a lo publicado por la agencia AFP a comienzos de este año y publicado por El Territorio.
Por entonces, la resistencia de los pobladores estaba en su máxima tensión. Todas las hectáreas concedidas a la multinacional amenazaban con dejar de lado a todos quienes habían empezado de manera precaria, la exploración y explotación del mineral, a poco de iniciarse el 2.000.
Y la pelea no fue ni será fácil, teniendo en cuenta que la ministra de Minas y Energía de Paraguay, Mercedes Canese, dijo en forma categórica que el gobierno respetará la ley de concesión.
Las acciones fueron compradas por la multinacional de origen canadiense en el 2007 y comprende un total de 6.700 hectáreas en Yobai, lo que hasta entonces pertenecía a Minas Guairá.
En total, de acuerdo a lo informado, la veta del oro tiene una extensión de aproximadamente 1.200 metros.
Resistencia y un acuerdo
Si bien todo estaba preparado para que los pobladores y el municipio vean perder la batalla - la resistencia empezó a notarse poco después de 2007-, durante este año las buenas noticias empezaron a aflorar como las pepitas de oro en uno de los arroyos de Yobai.
“La empresa Lampa tuvo que ceder, es que no era conveniente tener a todo el pueblo en su contra”, dijo sin titubear el intendente Chávez.
“Cedieron terrenos y se presentaron pequeños empresarios artesanales que se unieron para conformar otra alternativa, ahora estamos en pleno proceso de ofrecer mejoras en todo sentido a los trabajadores de Yobai”.
Al recuperar los terrenos, los preciados terrenos por donde pasa el yacimiento, se disparó la correspondiente tarea de legalizar la actividad, algo que aún no está hecho por el Gobierno.
A pesar de que pasó una década, en Yobai están empezando a ver los frutos reales de lo descubierto a fines de la década del 90 por un ecuatoriano. El hombre con experiencia minera, estaba de visita y reconoció en un arroyo el brillo de una pepita...
A fines de la década de los 90 un minero ecuatoriano llegó de visita a este pueblo, por entonces poco frecuentado por extraños y sin dudas que le cambió la vida para siempre. Desde el intendente Edgar Chávez al habitante más joven saben de la historia y en ninguno de los casos difiere una de otra.
Esa historia se la cuenta con pocos detalles, tanto así que no se sabe hasta ahora qué sucedió con ese hombre luego de haber contado lo que encontró en una de sus refrescantes jornadas agobiantes en el poblado más joven de la región paraguaya.
Según el relato de los pobladores, los antiguos obrajeros que circundaban la zona de la cordillera del Ybytyruzú, ya hablaban de la existencia de pepitas de oro en los arroyos de la zona, pero nadie tenía la certeza hasta que ocurrió un hecho casi fortuito.
Un día se formó un asentamiento campesino a unos 8 a 10 kilómetros de la localidad, y una de las jóvenes del lugar emigró a Asunción para trabajar como doméstica. La joven volvió a su tierra natal acompañada de un ecuatoriano, a quien se le atribuye el descubrimiento de la existencia de oro en las aguas del arroyo Santa Clara, que pasaba por la propiedad de los padres de su por entonces pareja.
Lo concreto es que a partir de ahí comenzó “la fiebre del oro” que cambió la vida a cientos de familias.
Desde entonces comenzó la explotación de manera artesanal. De 10 años a esta parte, la población casi se duplicó.
El presente
Pero en Paso Yobai, ahora eso es parte de lo sucedido años atrás y poco importa. Lo que importa es que tras ganar la pelea en parte con la multinacional canadiense, desde este año se inició el proceso de ordenarse y legalizarse, de mejorar las condiciones de trabajo y de crecer en la producción y en la demanda.
José Bogarín, de profesión metalúrgico, nacido en Asunción, es uno de los cuatro mineros artesanales y empresarios que invirtieron para la construcción de la planta modelo y mecanizar el proceso de extracción del metal.
Bogarín explicó a El Territorio que son “aproximadamente 21 personas las que trabajan en un terreno que se obtuvo con la inversión y está fuera del área concedida por Ley a Lampa (la empresa subsidiaria de una firma canadiense). El área está a nombre de Dionisio Barbúdez, que es uno de los socios y estamos resolviendo el nombre a colocarle, pero podría llamarse como La Unión de Artesanos y el municipio nos ayudará para legalizarlo. No queremos caer en eso de una cooperativa, porque lamentablemente esa denominación está prostituída...”.
De acuerdo a lo expresado por Bogarín, todos los empleados son de Yobai o de la colonia Mangrullo, que se encuentra a unos dos kilómetros del casco urbano de Yobai.
“Ellos trabajaban de manera muy básica, pero ahora se los está capacitando y por ahora cobran un salario mínimo y lo próximo sería darles un seguro, eso vendrá de la mano de la legalización y de la mano que no está dando el municipio. Esta planta estaría terminada en 2 meses y una vez que esté finalizada, será completa y muy compleja”.
Bogarín aseguró que “nuestro personal cuenta con equipos de seguridad, por ejemplo botas de acero y la mayoría de los artesanos está siendo parte del equipo. En cuanto a la cantera, no se requiere la participación de mucha mano de obra humana, sobre todo porque el municipio controla mucho”.
Y los controles tienen que ver no sólo con las condiciones laborales de los mineros, sino del cuidado al medio ambiente, situaciones que potenciaron en cierta forma las dudas hacia cómo Yobai lidiaría con las nuevas exigencias.
La producción y el proceso
De acuerdo a lo explicado, la producción depende de la Ley de Minerías, que regula como ideal una onza de oro al día. Es decir, eso sería ya productivo, porque esa Ley establece 5 gramos por tonelada, "por lo que para llegar a 10 gramos, se tendría que molinar dos toneladas”, aseguró Bogarín.
“Ahora estamos en los 3 gramos por tonelada del material, que es arena y piedra. El proceso productivo comienza con el trancado. Contamos con tecnología moderna. Si se usa mercurio, se lo usa de manera controlada. Aquí rebota, porque el mercurio no sirve por el tipo de material. De aplicar tecnología de cianuración, la mineralización no es adecuada para la cianuración, mientras que al mercurio lo usan (por los mineros con menos recursos) como medio amalgamante para el proceso, pero está controlado. Por eso no estamos preocupados”.
Bogarín y sus colaboradores aseguran que el material sobrante no es biodegradable y por eso se está construyendo un laboratorio para impedir el escape del producto al ambiente. “Nosotros no vamos a usar mercurio en el proceso productivo. Vamos a usar concentrador de concentrado y después el mineral de cabeza va a un sistema de fundición. Vamos a ver cómo miniaturizamos el proceso productivo del material con otro sistema para otorgarle a los más pequeños y pobres, que usan pico y pala, las mismas posibilidades de mejor manejo con el ambiente”.