El último horno
La Voz - Por Fernando Agüero
El 30 de noviembre de 2012, se escuchó por última vez la sirena que acompañaba la marcha del horno rotativo de la planta Yocsina, propiedad de la cementera Holcim Argentina.
El chirrido sonó hondo en los corazones de los vecinos de este barrio de Malagueño, que se fue construyendo a la par de la fábrica de la ex-Corcemar, en los últimos años de la década de 1960, y que llegó a albergar a unos 700 puestos de trabajo en sus mejores años.
La decisión de la multinacional de capitales suizos de apagar el horno, luego de 50 años de producción, camina junto con la apertura de un registro de retiros voluntarios para unos 60 operarios de la firma y abre una serie de interrogantes sobre el futuro laboral y social de la ciudad de Malagueño, un polo minero por excelencia de la provincia de Córdoba.
Hasta la década de 1990, convivían en esta ciudad tres grandes empresas nacionales de capitales cordobeses: Canteras Malagueño, que desde principios del siglo 20 se dedicaba a la producción de una de las mejores cales del país; y las cementeras Corcemar y Minetti, que se instalaron en la zona en 1980. Entre las tres, llegaron a generar alrededor de 2 mil puestos de trabajo.
La economía regional se movía al ritmo de la explotación de las canteras de piedra caliza que circundan la zona.
A mediados de los años ’80, la corporación suiza Holder Bank, hoy Holcim, absorbió a Corcemar, que ya había comprado Cal Malagueño. Al poco tiempo, Corcemar y Minetti se fusionaron dando origen a lo que hoy es Holcim Argentina, con plantas en Mendoza, Jujuy y Campana, provincia de Buenos Aires.
La fusión produjo como consecuencia una caída de los puestos de trabajo que se hizo sentir en la comunidad, en la que comienzan a advertirse distintas problemáticas sociales.
El intendente de Malagueño, Pedro Ciárez, abrió el paraguas ante los problemas que se avizoran si, una vez efectivizados los retiros voluntarios, otros 60 habitantes de la zona quedan fuera del sistema laboral formal.
“El anuncio de la parada del horno significa prácticamente la puesta en fin de la planta”, dijo a La Voz del Interior el jefe de Gobierno.
Ciárez aseguró que, con los despidos que se produjeron a mitad de 2012 y la afectación que tendrá este cierre en los contratistas, en 2013 serán 200 las familias que no tendrán un sostén estable.
“La mayoría es gente de la zona, y el panorama hacia el futuro es complicado”, aseguró el intendente, quien recordó que en abril del año pasado se produjeron otros 30 despidos de la ex planta Minetti.
“Vienen y ofrecen indemnizaciones para inducirlos a que se vayan, pero al que no quiera irse lo van a echar lo mismo”, sostuvo Ciárez, quien anticipó que dentro de la empresa se producirán cambios de roles, según lo que recogió en conversaciones con los empleados.
Luego, trazó un diagnóstico a futuro: “Significa que se nos viene un tiempo muy serio, con mucha gente que se queda sin trabajo. La indemnización es engañosa, y se nos plantea un panorama bastante complejo hacia adelante”, dijo.
La empresa y los gremios. Cuando dio a conocer la decisión del cierre del horno, en noviembre pasado, la empresa Holcim emitió un comunicado en el que anunció que se desactivaría definitivamente la planta Yocsina, y descartó toda posibilidad de nuevas inversiones para su “readecuación”.
Este diario intentó consultar a los directivos de la empresa, pero su única respuesta fue que había que remitirse a lo ya dicho en ese comunicado, en el cual se advierte que el equipamiento de la planta, que comenzó a funcionar aproximadamente en 1963, “no resulta compatible con los actuales estándares de productividad y eficiencia ambiental que aplica la sociedad”.
“Hay que recordar que Holcim había recibido reclamos de parte de los pobladores por olores generados por esa planta, como también denuncias por parte de la entidad ecologista Funam por supuesta liberación de dioxinas (químicos contaminantes)”, indicó la firma.
En esa oportunidad, se dio a conocer el plan de retiros voluntarios, destinado a trabajadores de 54 o más años de ambas plantas. Y se creó un equipo especial que haría tareas operativas relacionadas con la ejecución de inversiones y mantenimiento.
Pedro Argañaraz, secretario general de Aoma Córdoba, el gremio que representa a los trabajadores de la planta Yocsina, dijo que “lo que hablamos con la empresa es que sobran 57 trabajadores porque se cierra un área de la fábrica, la parte del horno y un molino. Queda la embolsadora y el molino de cemento. Esa gente que sobra es de la planta Norte”.
El sindicalista se mostró enfático al señalar que no se trata de despidos. “Despidos no habrá, no queremos escuchar la palabra despido”, dijo, y apuntó que quienes se acojan al retiro voluntario recibirán el 100 por ciento de sus indemnizaciones y un 30 por ciento adicional. “Si no se quieren ir, los tendrán que reubicar en cualquier otro sector de la empresa”, aclaró el dirigente.
Apuntó que “como gremio, sabemos que es una fuente de trabajo y nos afecta en general. Ante la posibilidad real de que la fábrica de Yocsina pelea contra el viento y la marea: ambientalistas, barrio, countries y autopista”.
Pedro Cucchalo, trabajador de la planta Norte (Yocsina) y secretario general de la seccional 28 de Octubre de Aoma, cuyos afiliados corresponden a la planta Sur (ex-Minetti) planteó que “como gremio tenemos representación en la planta Sur y tenemos mucha incertidumbre”. Y añadió: “Cuando fue la fusión, también le pusieron el título de retiros voluntarios que no fueron tales”.
Cucchalo apuntó que la sensación de los empleados mayores de 50 años es de mucho temor. “La gente se siente muy discriminada por el tema de la edad”. El secretario gremial de esta seccional, Walter Sánchez, aseguró que la gente hizo funcionar a pulmón esa planta. “La sensación es muy fea porque se sienten afectados por una lista provisoria que circula. Asimismo, está incorporado adentro nuestro que un retiro voluntario termina siendo forzado”.
Los hombres entran y salen de la planta Yocsina donde aún funcionan otras áreas, como la de expedición. Quedan silos llenos de cemento por vender, aunque nunca más se utilizará el horno rotativo. Nadie sabe bien qué pasara con ese predio cuando se acabe el cemento.
Ocaso de un polo minero. En la década del ‘80, el conjunto de cementeras que operaban en Yocsina generaba unos 2 mil puestos de trabajo. La economía regional se movía en torno a la explotación de las canteras de piedra caliza que circundan la zona.
Tres vidas, entre piedra y cemento
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Héctor Armann se quedó fuera del sistema laboral en plena crisis de 2001. Cobró la indemnización y lo “agarró” el corralito. Había ingresado a Corcemar en 1972 y lo despidieron luego de la fusión con Minetti.
En la casa que construyó en Yocsina, lamenta que el horno “se pare para siempre”. Su mujer, Graciela, relató que sintió una emoción muy fuerte el 30 de noviembre, cuando oyó por última vez el sonido de la sirena del horno rotativo. “Apagaron el corazón de Yocsina”, dijo.
“A mí me dijeron que me tenía que ir, pero lo que está pasando ahora es peor, porque ahora cierran la fábrica”, opinó Armann. Toda su vida laboral tiene que ver con ese horno, con esa fábrica y con el cemento. “Me hice ahí, fue la mejor época de mi vida. Entre 1974 y 1980 pude comprar un terreno y hacerme mi casa. Nosotros ganábamos bien, la plata alcanzaba”, advirtió.
“Me llama la atención que nadie diga nada, y eso que se trata de un cierre. A nivel nacional y provincial no se dice nada, y son fuentes de trabajo que quedan fuera del sistema”, dice Héctor, que tenía 53 cuando lo despidieron. “Antes, salías de una empresa y entrabas a otra, pero en la época que me tocó a mí no había trabajo para nadie. No trabajé más en ningún lado”, dijo.
También vio cómo muchos de sus excompañeros sufrieron por la pérdida del sustento económico de sus hogares. “Mucha gente quedó mal. Muchos tuvieron ataques, depresión, muchos murieron”, contó.
José García trabajó 29 años en la planta Yocsina. Y, con 64 años, todavía hoy espera su jubilación. Afortunadamente, se abocó a atender el negocio de ropa que tiene con su mujer y pudo salir adelante. “Antes, la fábrica era una familia. Los despidos se producen con la fusión, cuando llegaron los capitales suizos. En nuestro caso, fue por etapas, y la expectativa de la gente era tremenda”, remarcó.
José fue uno de los primeros que despidieron luego de la fusión entre las cementeras. Y pudo vivir la incertidumbre de sus excompañeros. “Estaban todos atentos al teléfono, esperando lo peor”, dijo.
“El pueblo sufrió las consecuencias: Canteras Malagueño desapareció también, y era una empresa tradicional. La borraron de golpe y porrazo. Esos capitales, a nosotros, prácticamente nos mataron”, aseveró.
Mario San Martín también trabajó en Corcemar, y se fue de la fábrica en 1993. Como muchos en Malagueño, viene de familia de mineros: sus dos abuelos trabajaron en las canteras al igual que sus dos padres. “Hoy, la queja es estéril, y me parece que tenemos que transformarla en un reclamo concreto. Me parece que es ese el camino que tenemos que seguir como comunidad”, aseguró.
Consideró además que desde la empresa se debe tener en cuenta que los habitantes de la ciudad también son parte del negocio del cemento. “Cuesta entender cómo, de un día para otro, no resulta ‘compatible con los actuales estándares de productividad y eficiencia ambiental’, según la propia empresa expresa, y está en contradicción absoluta con la defensa que se venía realizando por parte de la misma unas semanas antes”, agregó. Consideró, además, que la empresa debería comprometerse “de verdad” con la comunidad.
El barrio y la fábrica. Así como Malagueño se conformó como población en torno a las canteras, Yocsina lo hizo alrededor de la fábrica de cemento.
El problema ambiental, uno de los ejes del cierre
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Las denuncias de contaminación en Malagueño figuran entre los fundamentos de la empresa para desactivar el horno.
En 2011, un estudio científico detectó altos valores de metales en el ambiente, y los vecinos apuntaron a Ecoblend, una empresa del grupo Holcim que procesa residuos.
Se detectaron metales pesados en el suelo, aire y cultivos en proporciones mayores que en otros sitios de Córdoba. En algunos casos superaron los límites legales, o bien excedieron valores que afectan la salud ambiental, según parámetros del Consejo Canadiense de Ministros de Ambiente (CCMA), un referente legislativo.
Según los resultados de la tesis doctoral de Gonzalo Bermúdez, del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal, el nivel de bario en suelo estuvo por encima de los límites de uso residencial y agrícola de la legislación nacional. La sustancia puede traer males respiratorios y estomacales.
A su vez, se detectó que el cromo estaba en concentraciones para suelo por encima de lo que el CCMA estipula como límite “para la salud medioambiental”. Eso significa que con esos valores ya hay registros de daños en poblaciones de seres vivos. El cromo es un micronutriente, pero en altas concentraciones puede provocar alergias y dermatitis.
En el aire, elementos como calcio, níquel, zinc y cobre estaban en proporciones mayores que en otras partes de la provincia.
La empresa, que en su momento salió a defenderse ante estos ataques, tomó nota de la situación. En uno de los fundamentos del cierre, que se dieron a conocer en su momento, señala la cuestión ambiental.
La casa propia con el sudor en la cantera
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José Rafael Gutiérrez tiene 80 años y pasó la mitad de su vida trabajando entre canteras y fábricas de cal y de cemento.
Hoy vive en una casita de la calle Primera Junta, de Yocsina, un barrio de Malagueño que creció a la par de la ex-Corcemar. A ese lugar llegó cuando era una chacra que la empresa decidió lotear para que los trabajadores se hicieran sus casas. En Yocsina lo conocen como “el Pelado”, y es una “institución” entre los vecinos.
En 1951, José comenzó a trabajar en la Calera Yocsina, que entonces explotaba las canteras de la zona para la producción de cal. Cuando llegó Corcemar para fabricar cemento, en 1969, lo invitaron a seguir trabajando para ellos. “Me jubilé en 1993, después de trabajar 44 años entre las dos empresas”, dice, con orgullo.
Clemencia, su mujer, se sienta a su lado y no quiere salir en ninguna foto. Prefiere contar su historia, la de los dos, la que construyen juntos desde hace 54 años. “Nosotros vivíamos al lado de la fábrica, y yo siempre lo esperaba cuando volvía a las 4 de la mañana”, cuenta y agrega: “Yo calentaba el agua en la cocina a querosén para que él se pudiera bañar después del trabajo”.
Fueron años de mucho trabajo para la familia. “La fábrica era mucho para mí, mi vida de trabajo. De ahí le di de comer a mi familia y levanté mi rancho”, dice José.
“A la casa la hicimos porque yo le insistí mucho a mi marido. Mi papá no tuvo nunca casa propia, vivía como el tordo (el pájaro), porque era puestero,
y le prestaron siempre la casa. Cuando se jubiló tuvo que venirse con nosotros”, aseguró Clemencia.
Para los Gutiérrez, la casa construida con el trabajo en la cantera es su orgullo. Y hoy sufren lo que está pasando con la planta en la que José trabajó tantos años.
“Es una pena, una lástima que se cierre. Porque era la vida de una persona trabajar ahí”, sostiene José, quien añade: “Trabajé con muchos chicos jóvenes a los que les decía que cuidaran el trabajo porque era para toda la vida. Y me falló, no era para toda la vida”.
“Esto antes era una gran chacra”, recuerda José sobre el origen de las tierras. Una huelga por pedido de aumentos en los salarios arrojó un balance positivo para los trabajadores y les entregaron un dinero retroactivo. Con esa plata se les ofreció comprar un lote en lo que es hoy Yocsina. “Ganamos un fondo y la empresa, para no pagar, loteó, y algunos entramos en este loteo”, cuenta José. Como a muchas familias de Malagueño y Yocsina, la empresa les prestó a los Gutiérrez un lugar en el que vivir mientras el padre de familia trabajara en la fábrica.
“Vivía al lado de la fábrica, donde me habían prestado una casa. Y cuando se empezó a armar Corcemar me dijeron que iba a tener que salir porque se iba a montar la fábrica”, cuenta José, con nostalgia. Por eso, el lugar tiene para los Gutiérrez un significado especial, en el que se mezclan el hogar y el trabajo digno.