Cómo marcha la transición energética en China: los últimos proyectos de renovables; la quema de carbón; la ralentización del crecimiento económico y el financiamiento de los cambios
ANAHÍ ABELEDO
La meta es alcanzar el cero en emisión de carbono para 2060 y, para esto, China prepara ambiciosos proyectos, por ejemplo convertir el desierto extendido hacia su frontera con Mongolia en la mayor planta de generación de electricidad renovable a partir de granjas de viento y sol. Al ritmo de estas iniciativas crece también la quema de carbón. En 2021, China encabezó un nuevo récord global de emisiones de CO2, según el último estudio de la AIE, la recuperación de la actividad post pandemia resultó en una cifra sin precedentes en la emisión de gases. Para 2022 el crecimiento económico está ralentizado mientras se estudian estímulos fiscales y formas de financiar la transición energética.
Según un informe del Centro de Investigación en Aire y Energía Limpia, la generación de energía de China, incluida la calefacción urbana, representa un tercio del consumo mundial de carbón. A la vez, también ha producido más energía solar, eólica e hidráulica que ningún otro. De acuerdo a datos de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA), el país produjo más de un millón y medio de gigavatios procedentes de energías renovables en 2019. Es decir, el triple que Estados Unidos, segundo en la clasificación mundial
Actualmente, China es el país más contaminante del mundo. Contribuye aproximadamente al 28% de las emisiones mundiales de CO₂ a la atmósfera, muy por delante de Estados Unidos (13,6%), la Unión Europea (7,5%) o India (7%). Para cumplir el objetivo marcado la flota de carbón operativa de China “debería caer casi un 40%, de los 1.095 GW actuales a 680 GW en 2030”. Hasta ahora los esfuerzos son vanos.
GRANJAS DE VIENTO Y SOL EN EL DESIERTO
Actualmente, según Reuters, tiene en marcha una serie de gigantescos proyectos solares y eólicos que ampliarán su capacidad actual en casi medio teravatio.
Para 2030, si los planes se llevan a cabo tal y como está previsto, instalará generadores eólicos y fotovoltaicos con una capacidad de generación de 450 GW, lo que será un impulso para las regiones menos desarrolladas en el oeste del país.
"China va a construir la mayor capacidad de generación de energía solar y eólica en el Gobi y el desierto de toda la historia, con 450 GW", dijo He Lifeng, director de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma (NDRC), al margen de la Asamblea Popular Nacional celebrada el sábado en Pekín.
Unos 100 GW de esta nueva capacidad ya están en construcción, y se suman a los 306 GW de capacidad solar y 328 GW de capacidad eólica que ya estaban instalados para finales de 2021.
El presidente chino, Xi Jinping, se ha comprometido a que la capacidad eólica y solar supere los 1,2 teravatios para 2030, como parte del plan del país para que sus emisiones de dióxido de carbono alcancen su punto máximo y comiencen a disminuir en esa misma época.
El desierto de Gobi, hacia la frontera con Mongolia, alojaría granjas de viento y sol
La idea de llevar a cabo esta iniciativa en el Desierto del Gobi tiene, a primera vista, cierto sentido: las horas de sol, sin obstrucción, son muy elevadas y los vientos suelen ser fuertes y constantes. Un paraíso para las renovables. Esto, sumado a una reducción considerable del coste de manufacturación de los paneles solares en el país asiático, ha hecho viable esta iniciativa, cosa que años atrás no podía ser.
A principio de la década de 2010 China propuso planes similares que llegaron a su fin prematuramente debido a la dificultad de trasladar esa energía a través de grandes distancias hasta los núcleos de población. Esto supuso que se limitase, premeditadamente, la cantidad de energía renovable generada, muy por debajo de los niveles que, teóricamente, se podría producir.
El analista del Institute for Energy Economics & Financial Analysis, Simon Nicholas, explica que "Este país es líder mundial en la transmisión de energía a través de grandes distancias y ha estado construyendo líneas de alta tensión con un voltaje 'ultra-elevado' durante años. Esto significa que, si alguien puede hacerlo, es China". Pero no es oro todo lo que parece. El traslado de electricidad es un proceso que, según aumentamos la distancia, se vuelva más y más ineficiente. A lo que suma la dificultad del mantenimiento de esas infraestructuras en un lugar tan hostil a la vez que remoto.
El desierto de Gobi tiene muchas horas de sol sin obstrucciones y vientos fuertes y constantes
Como explica el profesor de la Universidad Nueva York de Shanghái, Yifei Li: "el mantenimiento de una gran granja solar en el desierto será relativamente caro debido a la gran diferencia de temperatura entre el día y la noche y al alto nivel de polvo y arena ambiental, lo que reducirá el rendimiento de estos sistemas". De cara al futuro, el éxito de este proyecto podría suponer su aplicación en otros lugares del mundo, sobre todo, en países menos desarrollados que, todavía, tienen que iniciar su transición energética, pero los costes de esto son todavía inasequibles.
LA MOVILIDAD ELÉCTRICA
Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), China lideró el crecimiento global del mercado de los coches eléctricos en 2021. Solo allí se vendieron más vehículos de este tipo el año pasado que en todo el mundo en 2020.
El porcentaje mensual de compra de coches eléctricos sobre el total durante el año 2021 evolucionó desde un 7,2% en enero a cerca de un 20% en diciembre. El objetivo oficial marcado desde el gobierno chino es que la movilidad eléctrica alcance una participación de mercado del 20% en 2025 durante todo el año.
Asimismo, el país asiático alberga el 70% de la capacidad de fabricación mundial de baterías para vehículos eléctricos. La provincia de Jiangsu representa por sí sola un tercio de la capacidad del país.
LA CRISIS ENERGÉTICA Y LA QUEMA DE CARBÓN HOY
El carbón seguirá sosteniendo las redes energéticas de China por el momento. Aunque un 43,5% de la capacidad total instalada en el país -más de un teravatio en octubre pasado- es ahora renovable, los problemas de intermitencia y los factores de capacidad han hecho que el porcentaje de energía real generada por las energías renovables se acerque al 26%, y que la mayor parte del resto sea de carbón.
Desde el año 2005, se ha duplicado la demanda de electricidad en el país. Y la mayor parte de este aumento se ha cubierto con plantas térmicas de carbón, que suponen más del 60% de la producción eléctrica.
El carbón representó más del 40% del crecimiento general de las emisiones mundiales
La fuerte recuperación económica tras la crisis de Covid-19 fue la causante del aumento récord a 36.000 millones de toneladas, por encima de los niveles pre-pandémicos. La razón: las principales economías recurrieron a la generación con carbón para suplir su demanda al alza. El carbón representó más del 40% del crecimiento general de las emisiones mundiales.
La pausa en el desarrollo de algunos proyectos renovables –que pretendían aumentar la oferta– y los altos precios del gas detonaron el uso de las carboeléctricas, muchas de ellas ya con una tendencia a la baja en su uso, impulsaron el mayor uso de carbón. Los precios récord del gas natural han hecho que los costos de operación de las plantas de carbón sean considerablemente más bajos que las plantas de ciclo combinado. Esto ocurrió principalmente en Estados Unidos y Europa.
“Con el rápido crecimiento del PIB y la electrificación adicional de los servicios de energía, la demanda de electricidad en China creció un 10% en 2021, más rápido que el crecimiento económico en un 8.4%. Con un crecimiento de la demanda superior al aumento de la oferta procedente de fuentes de bajas emisiones, el carbón se utilizó para satisfacer más de
RALENTIZACIÓN DE LA ECONOMÍA 2022. LA FINANCIACIÓN DE LA TRANSICIÓN
La combinación de un crecimiento de la demanda más fuerte de lo esperado y un aumento más lento de la oferta tanto de carbón como de gas provocó una grave escasez de energía en todo el mundo en el período previo a la COP26, sobre todo una escasez de gas natural en Europa y de carbón en Asia, especialmente en China.
Más allá de la escasez mundial de carbón, agravada por la gran dependencia de China de la electricidad generada con carbón y las restricciones a la importación de carbón de Australia derivadas del deterioro de sus relaciones. A fines de 2021 se produjeron apagones generalizados por:
+ 1- Las prisas de los gobiernos locales por cumplir sus objetivos de emisiones.
+ 2- Los topes de precios de la electricidad, que dejan a la demanda sin efecto por el aumento de los costes de los insumos. En el primer caso, la carrera de los gobiernos locales por cumplir los objetivos de emisiones les obligó a frenar, o incluso a detener temporalmente, la producción intensiva en energía. Esto último es crucial, ya que el límite de los precios de la electricidad limita la transmisión de los mayores costes de los insumos a los usuarios de la electricidad, y el reducido margen de beneficios reduce a su vez los incentivos para generar electricidad.
La combinación de los factores anteriores ha elevado los precios de producción en China, y posiblemente la inflación general, y ha sido un lastre para el crecimiento. Las restricciones energéticas impuestas para controlar la demanda han afectado al sector manufacturero, que hasta ahora ha ofrecido el mayor apoyo a la economía china dada la rápida desaceleración de las actividades de servicios, informa el portal Consenso de Mercado. Aunque el impacto directo puede ser sólo en los sectores ascendentes, que tienen una mayor dependencia de los insumos energéticos, también podría reducir los márgenes de beneficio de los sectores descendentes.
Pero el impacto en la economía puede no durar mucho, ya que el gobierno ha reaccionado aumentando la producción de carbón térmico y relajando el límite de los precios de la electricidad producida con carbón (del 10% por encima de la referencia al 20%).
El aumento de la producción de carbón choca con los objetivos de emisiones a largo plazo de China, pero es improbable que dé marcha atrás en sus esfuerzos de descarbonización; China seguirá afinando esos esfuerzos.
La relajación del límite de los precios de la electricidad ayuda a aliviar la carga de los generadores de electricidad, aunque un aumento del 10% no es ni mucho menos suficiente para compensar la casi duplicación de los costes del carbón.
Es decir, se necesita una mayor liberalización de los precios de la electricidad en China, que será eficaz para fomentar cambios en el comportamiento de los consumidores y un cambio hacia las energías renovables.
Con todo, la crisis energética se está normalizando, al menos temporalmente, y no debería ser un impedimento para que China crezca en 2022, aunque a un ritmo desacelerado, y muy por debajo del de 2021, que terminó con un crecimiento del PIB superior al 8%.
El objetivo para 2022 debería situarse entre el 5% y el 5,5%, según el discurso de Li Keqiang durante la Conferencia Central de Trabajo Económico del pasado diciembre. Esto reduciría las necesidades energéticas y debería ayudar, al menos parcialmente, a cumplir los objetivos de emisiones para 2022.
El grado de amortiguación de la desaceleración parcialmente cíclica, pero también estructural, dependerá del alcance de los estímulos fiscales y monetarios. Este último ha comenzado claramente con los recortes del coeficiente de reservas obligatorias a principios de diciembre y, más recientemente, con los recortes de los tipos de interés.
Además, el refuerzo de la inversión en infraestructuras será un instrumento fiscal clave, se espera que la tasa de crecimiento del PIB de China se estabilice en el 5,2% en 2022.
Una de las cuestiones clave que habrá que vigilar en 2022 es la forma en que China pondrá en práctica sus ya conocidos objetivos de reducción de emisiones en medio de una crisis energética mundial. En particular, China también publicó su esperado plan de acción para alcanzar el pico de emisiones en 2030, después de que el presidente Xi lo mencionara por primera vez en septiembre de 2020.
El plan detallaba los objetivos específicos para alcanzar el pico de carbono como parte de la Contribución Nacional Determinada (NDC) actualizada de China, pero sigue siendo escaso en detalles sobre cómo se alcanzarán dichos objetivos, incluso a corto plazo. Además, retrasa la mayoría de los esfuerzos hasta el próximo Plan Quinquenal, que comienza en 2026. Los gobiernos locales podrían tener más margen de maniobra en sus objetivos para 2022.
En este escenario no se puede descartar una nueva crisis energética en China, es decir, restricciones en el uso de la energía, incluso a nivel industrial, así como un aumento de los precios de producción, especialmente para los sectores ascendentes, que alcanzaron un récord del 18,7% en octubre y se han suavizado un poco desde entonces.
A su vez, muchos de los productores de fases posteriores no han podido trasladar el aumento de los precios de los insumos al consumidor final, dada la debilidad del consumo de los hogares en China, que probablemente continuará en 2022.
La financiación de esta transición masiva sigue siendo un reto; pero hay buenas noticias procedentes del Banco Popular de China (PBoC), que lanzó en noviembre de 2021 un nuevo instrumento de emisiones de carbono para ofrecer préstamos a bajo interés a las instituciones financieras que ayuden a las empresas a reducir las emisiones. Esta herramienta es claramente relevante como punto de partida de la contribución del PBoC a la transición energética de China.
De hecho, la creación de una nueva herramienta monetaria verde es una buena señal para un crecimiento más rápido de los activos verdes, porque creará incentivos adicionales para que los bancos den prioridad a las energías renovables, el ahorro de energía y la reducción del carbono en los préstamos. La crisis energética ha hecho que esta transición sea aún más urgente, ya que la escasa inversión en energía marrón, así como la lentitud de la transición a las renovables, son las razones fundamentales de la crisis energética.
En definitiva, la economía china está abocada a la desaceleración en 2022, aunque el apoyo monetario y fiscal probablemente limitará el alcance de la ralentización. Este entorno macroeconómico significa que el crecimiento de la demanda de energía también se ralentizará, lo que respalda el compromiso de China de alcanzar el máximo de emisiones para 2030: una tarea de enormes proporciones que debe iniciarse de inmediato. Sin embargo, si la actividad económica se recupera de forma significativa, la crisis energética, que se ha atenuado en los últimos meses, podría volver al primer plano en 2022. Pero teniendo en cuenta la nueva ola de COVID impulsada por Omicron que se está produciendo en China y los esfuerzos más amplios del gobierno para frenar el crecimiento económico y dirigir la trayectoria de desarrollo del país hacia una trayectoria más ecológica, la probabilidad de una nueva crisis energética parece baja.