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PAULA LÓPEZ
La formación Vaca Muerta se constituye en la esperanza argentina en materia de autoabastecimiento energético y generación de divisas que, según algunas estimaciones, puede superar hacia 2030 al principal aportante de dólares genuinos para la economía: el campo.
Pero como sucede con las otras grandes apuestas para lograr el desarrollo sostenido -el complejo agroexportador, la economía del conocimiento y el sector de transporte y comunicaciones-, el contexto macroeconómico, las regulaciones y los limitantes de infraestructura juegan en contra a la hora de desarrollar todo el potencial del segundo reservorio mundial de gas no convencional (shale) y cuarto de petróleo.
Argentina arrastra años de déficit comercial energético, es decir que por sus propios medios no llega a satisfacer las necesidades internas. Para eso, debe recurrir a la importación, sobre todo en la época invernal para garantizar el gas que necesitan tanto las industrias, generadoras eléctricas y los hogares.
A septiembre pasado, el saldo comercial energético acumulaba un rojo de US$493 millones, según los últimos datos disponibles del Instituto Argentino de la Energía General Mosconi.
Vaca Muerta, en ese sentido, es vista como vital para revertir el déficit de la balanza energética. Está llamada a ser mucho más de lo que es, pero para lograrlo los operadores -empresas gigantes internacionales, nacionales y medianas y pequeñas- insisten en la necesidad de reglas juego claras, previsibilidad e incentivos para el desarrollo de la industria.
Más tras este 2020 atravesado por la pandemia de coronavirus, donde el sector energético fue uno de los más afectados por el contexto mundial y local. El desplome de los valores del crudo internacional, (que se ubica en torno a US$50, una caída de casi 27% en lo que va del año; el congelamiento de las tarifas, la actividad económica más que limitada por la cuarentena y la inestabilidad cambiaria jugaron en contra de la gran esperanza energética.
Las exportaciones de combustibles y energía cayeron en octubre pasado un 56,7% hasta los 182 millones de dólares y acumulan un retroceso de 28,4% en lo que va del año, según el último informe de Intercambio Comercial Argentino (ICA) que elabora mensualmente el Indec.
La baja externa se complementa con una caída en la demanda interna, por la recesión profundizada por las restricciones de la cuarentena. A septiembre pasado, la producción de petróleo total se contrajo 2,8% contra el mismo mes de 2019, aunque la no convencional acumuló un alza de 29,6% en 12 meses, en parte por Vaca Muerta.
Las cifras de gas, por su parte, dan cuenta de una baja acumulada de 5,7% para la producción total, con el segmento no convencional retrocediendo 2,1% en el acumulado septiembre 2019/20 ante los limitantes de la cuarentena y una demanda muy inferior al período previo.
La lenta recuperación en los precios del petróleo a nivel mundial, el decreto por el cual se estableció un precio sostén de US$45 para el mercado interno (el llamado barril criollo, vigente hasta el 31 de diciembre próximo), la eliminación de retenciones a las exportaciones de hidrocarburos, los protocolos para el retorno de la actividad en los yacimientos y el acuerdo entre YPF y los gremios petroleros para la sustentabilidad y el empleo permitieron salir de manera gradual de la paralización a Vaca Muerta.
Según cifras aportadas por Luciano Fucello, Country Manager en NCS Multistage, la cantidad de fracturas (como se mide la productividad en la formación) en Vaca Muerta subió a niveles de 2019. Eso muestra el repunte tras el parate de los meses previos.
Pero, alerta el especialista, la composición de los jugadores activos cambió de un año al otro. “Hay menos y con accionistas locales o empresas con visión a 30 años como puede ser Shell”, sostiene Fucello.
Similar es el recorrido que tiene la producción de gas en la formación neuquina, y adonde apuntan los cañones oficiales para reactivar el sector y a la vez disminuir la dependencia de las importaciones del fluido, desde Bolivia y Chile por ejemplo, y así el déficit de la balanza comercial sectorial.
En ese marco, se puso en marcha el denominado Plan Gas 4, por el cual se busca estimular la producción, viabilizar US$ 5000 millones de inversiones para el conjunto de las cuencas productoras y sustituir importaciones por unos 30.800 millones de metros cúbicos (m3) de gas natural durante los cuatro años del programa.
En ese marco, el próximo 15 de diciembre se conocerán los resultados de la licitación abierta por el Gobierno por un bloque de 70 millones de m3 diarios por los próximos 48 meses a partir del 1 de enero, además de bloques adicionales para los meses de invierno. Las petroleras que oferten menores precios tendrán, además, la posibilidad de exportar 11 millones de m3 diarios en los meses de menor demanda local.
El plan que apunta además a que las petroleras comprometan una creciente participación de proveedores locales, supone un ahorro en divisas de US$ 9274 millones y un ahorro fiscal de US$ 2574 millones.
Fucello plantea que el Plan Gas 2020/2024 tiene su foco en la cuenca petrolera neuquina y “es una esperanza para que Vaca Muerta siga funcionando”, pero enfatiza que la formación tiene “mucho más potencial” por ahora desaprovechado.
¿Qué falta para que la esperanza energética despliegue todo su potencial? Según el experto, se debe avanzar en varias direcciones. Por un lado, encarar una solución a la alta estacionalidad de consumo entre verano e invierno, dado que Argentina tiene en el gas el principal combustible de la matriz energética.
Por otra parte, son necesarias grandes obras de infraestructura que permitan transportar el gas producido en Vaca Muerta, como el gasoducto hacia Bahía Blanca y la construcción de plantas de licuefacción para transformar el gas natural en GLP y poder exportarlo.
También se requiere diseñar y consolidar un plan exportador. Argentina cuenta con gasoductos con Bolivia y Chile. En este último caso, en los meses de verano suelen producirse exportaciones de gas, pero el mercado no es tan grande, sostiene Fucello. Y plantea reparos con la viabilidad de exportar el fluido hacia Brasil, a través de la construcción de un nuevo gasoducto como lo vienen negociando ambas naciones.