Ningún país permite la venta ya de este combustible tras el veto ejecutado por Argelia. La ONU lamenta el daño para el medio ambiente y la salud pública provocado con este carburante
MANUEL PLANELLES
El ingeniero estadounidense Thomas Midgley (1889-1944) es el responsable de algunos de los inventos más dañinos para la calidad del aire y la atmósfera del planeta. Fue el padre de los compuestos clorofluorocarburos (CFC), que se idearon para los sistemas de refrigeración pero que destruyen la capa de ozono.
También fue quien patentó en 1922 el tetraetilo de plomo como un aditivo de la gasolina para lograr un mejor rendimiento de los motores de combustión.
Las tres grandes petroleras estadounidenses Standard Oil, General Motors y DuPont incorporaron rápidamente este elemento a sus combustibles a pesar de que desde un principio saltaron las alertas sobre la toxicidad del plomo y los riesgos de contaminación del aire.
Las evidencias científicas a lo largo del siglo XX se multiplicaron, pero no ha sido hasta este 2021 cuando la humanidad ha erradicado por completo esta dañina mezcla, como ha recordado el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
Argelia era el último país en el que se seguía permitiendo la venta de este combustible para la automoción. Pero en julio se vetó por fin, según resalta el Pnuma, que lamenta la “catástrofe para el medio ambiente y la salud pública” que el uso del tetraetilo de plomo ha generado desde que en 1922 se empezó a usar como aditivo de la gasolina. Esta agencia de la ONU recuerda que con este combustible se ha contaminado “el aire, el polvo, el suelo, el agua potable y los cultivos alimentarios durante la mayor parte de un siglo”.
“La gasolina con plomo causa enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer”, añade el Pnuma. Pero una de las cosas que más ha preocupado a los expertos es la incidencia en el desarrollo de los niños. El profesor de Salud Pública de la Universidad Francisco de Vitoria José María Ordóñez recuerda que el plomo tiene efectos neurológicos y afecta al progreso de las habilidades intelectuales. Algunos estudios, por ejemplo, sugieren una reducción de entre cinco y 10 puntos de coeficiente intelectual por la exposición a esta sustancia.
Además, otros análisis han vinculado incluso las altas tasas de violencia en EE.UU. a la exposición a este metal pesado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que el plomo suele acumularse en los huesos y durante el embarazo se libera hacia la sangre y se convierte en una fuente de exposición para el feto. Es tan dañino que la OMS no establece un umbral de seguridad para la exposición a este contaminante: “No existe un nivel de exposición al plomo por debajo del cual se puede afirmar que no se sufrirán efectos perjudiciales”. Ordóñez remacha: “Cualquier nivel de exposición es peligroso”.
Pese a su peligrosidad, no fue hasta los años ochenta y noventa del siglo pasado cuando los Gobiernos empezaron a prohibir la gasolina con plomo. Los países desarrollados fueron los primeros en hacerlo, aunque no todos al mismo ritmo. España, Grecia y Italia fueron los últimos en ejecutar ese veto en la Unión Europea hace justo 20 años ahora.
Esto supuso el fin de la venta de la conocida gasolina súper en las estaciones de servicio españolas. A pesar de las pegas de las petroleras, el plomo se pudo sustituir por otros elementos para lograr los mismos resultados sin necesidad de aumentar la contaminación causada con este metal pesado.
Ordóñez formó parte de un estudio en la Comunidad de Madrid en el que se analizó la presencia de plomo en la sangre de menores antes y después de la prohibición de la gasolina súper. “Pegó un bajón, pasó de 3,5 microgramos por decilitro a 1,1″, señala este experto.
Pero, a pesar de esa reducción, esta contaminación sigue persistiendo en las ciudades décadas después de prohibirse su uso, como indican varios estudios internacionales. “El plomo se elimina en los coches en partículas en suspensión que no desaparecen y terminan depositándose en el suelo y las aceras”, explica Ordóñez.
A principios de este siglo el uso del plomo en los combustibles ya se había erradicado en la inmensa mayoría de países desarrollados, pero no así en el resto del mundo. En 2002, el Pnuma inició una campaña para eliminar el plomo en la gasolina, que entonces suponía “una de las amenazas ambientales más graves para la salud humana”.
En ese momento, la gasolina con tetraetilo de plomo estaba permitida todavía en 117 países. Progresivamente este metal pesado se fue eliminando y el único Estado en el que se admitía su uso era ya Argelia. “Se ha estimado que prohibir el uso de gasolina con plomo previene más de 1,2 millones de muertes prematuras al año, aumenta el coeficiente intelectual entre los niños, ahorra 2,44 billones de dólares para la economía mundial y disminuye las tasas de delincuencia”, sostiene la ONU.
Un futuro de movilidad limpia
Pese al éxito que supone el fin de la gasolina con plomo, los combustibles fósiles siguen siendo el principal agente de contaminación del aire, un problema que causa anualmente siete millones de muertes en el mundo, según la OMS.
El Pnuma ha advertido este lunes de que, además de contribuir a la contaminación, el sector del transporte es responsable “de casi una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero relacionadas con la energía”.
La ONU ha apostado este lunes por fijarse en el ejemplo de la erradicación de la gasolina con plomo para avanzar hacia los vehículos limpios y la movilidad eléctrica. “Necesitamos una movilidad libre de emisiones”, ha explicado António Guterres, el secretario general de la ONU, en una conferencia de prensa virtual.
Guterres ha considerado que el final de la gasolina con este metal pesado es una “historia de éxito internacional” y del multilateralismo. Y la ha comparado con la exitosa aplicación del Protocolo de Montreal, que veta los CFC que dañan la capa de ozono y que también son una creación del ingeniero Midgley.