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ANÁLISIS
Juan José Garrido: Tía María ¿Y ahora, qué?
18/05/2015

Juan José Garrido: ¿Y ahora, qué?

Peru21

(Por Juan José Garrido*) Terminado el affaire Tía María, ¿qué hacemos? Porque, sin exagerar, acabamos de darle plena razón a Jorge Luis Borges cuando sostiene que la democracia no es más que una superstición.

Ya hemos, colectivamente, analizado hasta la saciedad nuestros problemas, límites, oportunidades, y así. No importa si eres de izquierda o derecha, centro, liberal o agnóstico ideológicamente hablando. Es muy probable que: 1. sepas que nuestras instituciones, además de precarias, no dan para más; 2. sostengas que el Estado, como está, no funciona (sin discutir sobre tamaños, alcances y etc.); 3. que despotriques sobre la clase política y nuestras élites; y 4. que tengas muy claro que estamos perdiendo el tiempo.

Estoy seguro de que una encuesta nacional arrojará otros puntos de encuentro en ese gigantesco diagrama de Venn de intereses, pero estos cuatro puntos, de por sí, desnudan una fatal conclusión: estamos jodidos. Puedo utilizar múltiples sinónimos menos agresivos, pero esa es la realidad. La pregunta en La Catedral estaba equivocada, habla en términos del pasado cuando sigue siendo el presente.

Muy bien; y de nuevo, ¿entonces, qué sigue? ¿Qué hacemos?

Los hechos recientes en Arequipa y la paralización (pausa, o como quieran llamarle, da lo mismo) del proyecto minero nos debieran exigir acciones inmediatas. En verdad, nos debieron obligar Tambogrande, Conga y tantos otros. No porque creamos que solo la minería salvará al Perú; eso no es verdad. Pero hay que tener una visión muy limitada de la realidad para sostener que la minería y el resto de las actividades económicas están enfrentadas, o para desperdiciar esa inmensa riqueza que, bien utilizada, puede darnos un empujón hacia el desarrollo.

La paralización de esos proyectos nos debió llevar a tomar decisiones por una sencilla razón: detrás de ellos están temas mayores, como institucionales, modelo de desarrollo, cómo nos vemos y tratamos unos a otros, y así. En otras palabras, cualquiera de esos ejemplos (como otros que pudieran nacer en otras actividades, pero que, tal vez por escala, no son tan llamativos) nos pudo hacer levantar una ceja y decir ¡o arreglamos esto hoy, desde la raíz, o nos vamos al despeñadero!

Pues bien, ya fuimos, ya vimos y nada ha cambiado.

Como toda acción, requerimos actores que las impulsen, pero, como ya sabemos, no hay actores capaces de desarrollar un programa a la altura de las demandas. No existen en la clase política, y tampoco en las élites: el comunicado del viernes de los empresarios lo demuestra, exigiendo cosas que el gobierno hace rato no estaba dispuesto a hacer (pero con un lenguaje casi palaciego), y encima ¡el gobierno los deja en offside a los pocos minutos!

Los analistas y la academia están en otra. Casi no hay uno que se mantenga objetivo, que no tome partido y defienda una postura como si estuviéramos ante dos barras bravas enfrentadas. De nuevo, todo esto ya lo sabemos.

Estos meses, encima, no serán más tranquilos; se vienen asonadas en la zona sur del Perú, un Niño (leve o moderado, esperemos), la ralentización de la economía (Tía María será un golpe brutal a la inversión privada), y una guerra sangrienta entre los partidos políticos. Pobre Perú.

*Director de Perú21


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