Diario Uno

Nuestra provincia supo ser hermana mayor y guía en Cuyo. Hoy no es así. Y hay asimetrías sustanciales. Las mismas que existen entre Jaque y Gioja.

Andrés Gabrielli

San Juan no es Mendoza. Tierra minera y áspera, madre del Zonda, entre sus quebradas se ejercita el hombre en el arte de la supervivencia bajo condiciones extremas.

Mendoza, si bien en el desierto, otorga condiciones más amables a sus sufridos habitantes.

Allá en el norte, Sarmiento, el autor de Facundo, fue su gobernador eminente. Recuerdos de provincia es un legado para “el ancho seno del pueblo”, como le gustaba decir a don Domingo Faustino.

Aquí, la impronta histórica la dejó el general San Martín, ocupado en la formación del ejército libertador.

Desde la colonia, Mendoza fue una especie de hermana mayor de San Juan, dentro de la gran casona de la familia cuyana.

Ahora no.

Los chicos crecen.


El juego de las diferencias
Ya no están Sarmiento ni San Martín. Las épocas han cambiado. Radicalmente. Hoy nos gobiernan, José Luis Gioja, allá; Celso Alejandro Jaque, acá.

Otros hombres, otros conductores para gestas menos heroicas.

Y si los tiempos son otros, también las realidades de ambas provincias.

Hermanas que se separan y se diferencian cada vez más en el derrotero de sus propias vidas adultas.

Algunas comparaciones.

En Mendoza, no hay reelección alguna para el gobernador. Reformar la Constitución, de paso, es una ilusión poco menos que imposible. Ni la Legislatura ni la Justicia son poderes dóciles al Ejecutivo. Ni la población está apasionada por tales menesteres.

San Juan, en cambio, marcha hacia la re-reelección de su mandatario y, quizá, hacia la reelección eterna. Gioja consiguió, por escandalosa mayoría (31 diputados sobre 34), el aval legislativo para convocar, el 8 de mayo, a una consulta popular vinculante que lo habilite para un nuevo mandato.

En Mendoza, con visto bueno de Jaque, emergen como hongos los candidatos a gobernador. En dicho triatlón electoral está inmerso medio gabinete.

En San Juan, sólo hay un candidato excluyente dentro del PJ, Gioja. O, a lo sumo, dos, incluyendo a su hermano y rival, el senador César Ambrosio Gioja. Queda en familia.

En Mendoza no se podrá dar la palabra definitiva respecto de las listas para octubre. La decisión no será puramente local. Dado el embrollo de postulantes y las peleas intestinas entre los grupos, los referentes tuvieron que desfilar, uno por uno, en estos días, por el despacho del operador maestro, Juan Carlos Mazzón, en Buenos Aires. El Chueco los aleccionó e instruyó acerca de las intenciones de la Presidenta de lograr una fórmula de consenso. Jaque, cuando mucho, intentará ubicar, al tope del medallero, a su pollo, el secretario Alejandro Cazabán. El resto de los cargos importantes se repartirá de forma equitativa entre los sectores en pugna.

En San Juan no hace falta ordenar nada. Todo, o casi todo, orbita alrededor del caudillo.

A Mendoza le cuesta horrores, le “cuesta un Perú”, sonsacarle a la Nación obras vitales como, por ejemplo, viviendas. Jaque, tal cual lo reconoció alguna vez el poderoso ministro Julio De Vido, es un tramitador tenaz, un fatigador insomne de los pasillos de la Rosada, arrastrando toneladas de carpetas y expedientes bajo el brazo.

A San Juan le cuesta poco y nada. Tiene, en Gioja, a un manguero supremo, a un pedigüeño profesional con pico de oro (son recordados sus exitosos lobbies en favor de la promoción industrial, del paso de Aguas Negras o de la minería, entre otros). Lo reconoció públicamente la propia presidenta Cristina Fernández, cuando, el miércoles, durante la inauguración del Estadio del Bicentenario en la vecina provincia, contó, risueña, que la megaobra había sido un regalo de Néstor Kirchner tras un “mangazo terrible” (sic) de Gioja.

En San Juan caen estadios del cielo como aquí cae granizo.


El “factor Cristina”
Las notables asimetrías entre ambas provincias determina, también, los márgenes de decisión política en cada una.

Por ejemplo, San Juan, si quisiera, o si se lo pidieran desde la Presidencia, podría desdoblar tranquilamente las elecciones, algo tan sano para la autonomía provincial e incluso municipal.

El peronismo mendocino, en cambio, jamás dividiría los comicios. La única carta de triunfo segura se llama Cristina Fernández y necesita que la Presidenta traccione desde la cúspide de la boleta electoral.

Hasta tal punto existe una dependencia de la voluntad y de la popularidad presidenciales que, si hiciera falta, el peronismo local aceptará, mansamente, alguna que otra colectora para fortalecer la chance de Cristina de ganar en primera vuelta.

En resumidas cuentas, el “factor Cristina” será determinante para la suerte del justicialismo mendocino.

Es por ello que se sigue con enorme interés lo que ocurre en el escenario nacional. El fin de semana pasado, el “factor Catamarca”, con el triunfo del kirchnerismo sobre el radical Brizuela del Moral, fue tomado aquí como un feliz augurio. Con una frutilla en el postre: dos mendocinos con evidente peso político en la provincia, el vicepresidente Julio Cobos y el precandidato presidencial Ernesto Sanz, estuvieron en Catamarca asistiendo, en vivo y en directo, a la derrota de su correligionario.

Claro que las mieles no duraron mucho tiempo. Apenas ganó, la nueva gobernadora catamarqueña, Lucía Corpacci, reivindicó el clan Saadi y volvió a echar un manto de duda sobre el caso María Soledad.

Así pues, el emergente “factor Saadi” vino a ensombrecer en algo el “factor Catamarca”.

Y, en las últimas horas, una nueva tormenta. La amenaza de huelga masiva, para garantizar la impunidad del líder camionero y pope cegetista ante distintas investigaciones judiciales, introdujo el “factor Moyano” y añadió un elemento negativo.

¿Cómo operará hoy el “factor Chubut”?
Un triunfo del candidato del gobernador Das Neves, Martín Buzzi (Partido Justicialista-Modelo Chubut), aportará algunas vitaminas al alicaído Peronismo Federal. Una victoria del representante K, Carlos Eliceche (Frente para la Victoria), terminará de atontar a la desorientada oposición.

Lo curioso es que, en Mendoza, todas las fuerzas seguirán con atención estos comicios lejanos. Pues ninguna está fuerte. Ninguna depende enteramente de sí misma, sino de factores externos. Los peronistas, porque van colgados de Cristina. Los radicales, porque se están canibalizando en una interna fratricida. Los demócratas, porque no saben en qué vereda pararse. Y los partidos menores, porque ni siquiera tienen una vereda a la vista.

En resumen, Mendoza no es San Juan.

Allá, todo es certidumbre.

Aquí, no hay otra cosa que recelo y vacilación.

Lo cual, quién sabe, tal vez sea mejor para la calidad de la democracia y sus instituciones.

Eso sí, recuerden, los capangas que habrán de pronunciarse, el dicho: “Los perros te lamen la cara porque instintivamente están buscando restos de comida”.