MATTHEW SMITH

Hace solo dos años, los analistas elogiaban el auge emergente del petróleo de esquisto bituminoso de Argentina, que muchos creían que sería la próxima gran frontera petrolera en América Latina. La vasta formación de lutitas Vaca Muerta, o Dead Cow en inglés, que bordea la estepa patagónica semiárida de Argentina, se compara con la prolífica lutita pérmica más pequeña. La EIA estima que la formación tiene recursos técnicamente recuperables de 16 mil millones de barriles de petróleo y 308 billones de pies cúbicos de gas natural. El Vaca Muerta es un recurso enorme, clasificado como el segundo depósito de esquisto de gas más grande del mundo. Si se ejecuta adecuadamente, su enorme riqueza en hidrocarburos abordará muchos de los males económicos arraigados de Argentina. 

Para 2011, la explotación de la Vaca Muerta se había convertido en una prioridad para el gobierno con dificultades fiscales de Argentina. Durante 2012, la administración de la presidenta Cristina Fernández se apoderó de una participación mayoritaria de YPF, el mayor productor de petróleo de Argentina, del principal integrante español de energía Repsol. La razón de la nacionalización fue que Repsol no estaba explotando adecuadamente la riqueza sustancial de hidrocarburos de la Vaca Muerta, que podría ser utilizada por Buenos Aires para evitar un déficit energético emergente y una crisis financiera. Este evento alarmó a la comunidad internacional, provocó represalias de España y para muchas compañías energéticas internacionales confirmó el estado de paria de Argentina.

En consecuencia, las entradas de inversión extranjera se desplomaron, acelerando el deterioro de la producción de petróleo y gas natural, que fue crucial para iniciar otra crisis económica. Estos eventos indicaron que Argentina posiblemente nunca podría desbloquear todo el potencial del vasto esquisto de Vaca Muerta porque no recibiría de las compañías petroleras extranjeras el capital y la tecnología requeridos. A medida que las importaciones de energía aumentaron, la presión sobre la ya frágil economía de Argentina obligó a Buenos Aires a contemplar otras medidas para impulsar los ingresos fiscales que se necesitaban con urgencia y la producción de hidrocarburos en rápida disminución de Argentina. Para 2017, la producción de petróleo había caído a un mínimo de varias décadas de 479,633 barriles diarios.

La ascensión a la presidencia de Mauricio Macri a favor de los negocios en 2015 provocó la esperanza entre los mercados financieros internacionales de que Argentina finalmente había llegado del frío económico. Macri se embarcó en un proceso constante de implementación de reformas favorables al mercado que esperaba que aumentaran la confianza en Argentina y la inversión extranjera. Esas medidas, junto con el considerable potencial de hidrocarburos de Vaca Muerta, atrajeron la atención de grandes empresas extranjeras de energía, incluidos ExxonMobil, Chevron y Royal Dutch Shell, así como una serie de pequeños exploradores y productores de petróleo. Eso comenzó la transferencia de tecnología vital y capital necesarios para explotar los considerables recursos petroleros no convencionales de Argentina.

A medida que esas medidas , incluida la eliminación de los subsidios energéticos y la relajación de los controles de capital, cobraron impulso, hubo una enorme afluencia de inversiones en la Vaca Muerta. Para 2018, la inversión extranjera se había disparado a $ 11.9 mil millones, la mayor cantidad en seis años. Se estima que la Vaca Muerta recibió alrededor de $ 4 mil millones de inversión durante 2018, lo que subraya el surgimiento del creciente boom petrolero no convencional de Argentina. 

A fines de 2018, las reservas petroleras de vital importancia del país latinoamericano habían aumentado un notable 24% año tras año a 3.400 millones de barriles, impulsadas principalmente por importantes descubrimientos de hidrocarburos no convencionales. Eso sitúa a Argentina en el cuarto lugar por las reservas de petróleo en América del Sur detrás de Venezuela, Brasil y Ecuador . Para 2019, la producción total de hidrocarburos, que fue ponderada en un 38% al crudo, alcanzó casi 1,4 millones de barriles diarios o un 4,6% más que el año anterior y un 9% más que en 2017.

Esos desarrollos apuntan al considerable potencial de la Vaca Muerta, pero el sueño de Argentina de usarlo como una bala de plata para resolver su economía problemática y sus problemas energéticos se está desvaneciendo rápidamente. Incluso antes de la caída del precio del petróleo en marzo de 2020, que ha provocado que la inversión petrolera se hunda en América Latina, el naciente auge del esquisto bituminoso de Argentina parecía estar en problemas. Otra crisis económica , impulsada por el rápido aumento de la deuda, la depreciación en espiral del peso y la fuerte contracción del PIB, detuvo abruptamente la agenda reformista pro-empresarial de Macri.

En consecuencia, la inversión extranjera crucial cayó a $ 6.2 mil millones durante 2019, casi un 50% menos que el año anterior. Los temores a las compañías energéticas se vieron amplificados por la victoria presidencial del peronista Alberto Fernández en octubre de 2019, en la que la ex presidenta Cristina Fernández, la arquitecta de la nacionalización de YPF, fue nombrada vicepresidenta. Los inversores en energía alarmados se movieron al margen a pesar de las garantías de Fernández a la industria petrolera y la formulación de políticas para proteger la industria.

Estos eventos, junto con la caída del precio del petróleo en marzo de 2020, vieron que las grandes empresas de energía en todo el mundo recortaron el gasto, incluidos los inversores clave en la Vaca Muerta. Chevron anunció recortes de gastos de capital en 2020 de $ 2 mil millones que impactan en las operaciones de mayor costo. Las grandes petroleras mundiales integradas Shell y Exxon también redujeron la inversión en Argentina. En marzo de 2020, YPF, controlado por el estado de Argentina, declaró que reduciría el gasto de 2020 en un 20% en comparación con el año anterior a $ 2.8 mil millones. El estallido de la pandemia de COVID-19 y el bloqueo establecido por Buenos Aires han aumentado las consecuencias causando que la actividad disminuya aún más. 

En respuesta a la creciente crisis, YPF cerró en abril la mitad de la producción de petróleo en el segundo campo petrolero más grande de Argentina, Loma Campana, ubicado en Vaca Muerta y propiedad al 50% de Chevron. Según los datos de Baker Hughes , solo había seis plataformas activas en Argentina a fines de junio de 2020, menos de un 11 de las 68 que operaban al final del mismo período del año pasado, lo que indica que la actividad de perforación se ha derrumbado. 

Ha habido un fuerte impacto en la producción de petróleo de Argentina. La producción diaria promedio de petróleo y gas natural durante los primeros seis meses de 2020 fue de poco menos de 1.3 millones de barriles diarios o 6% menor que el promedio anual de 2019. En un doble golpe para YPF controlado por el estado de Buenos Aires, el mayor productor de petróleo de Argentina, está llevando la peor parte de la crisis. Para junio de 2020, la producción de petróleo y gas natural de YPF se desplomó en un preocupante 16% año tras año a 426,527 barriles de petróleo equivalente por día, creando una mayor presión financiera para la compañía.

Estos desarrollos están impactando profundamente la economía argentina, afectando fuertemente las finanzas del gobierno y un sistema fiscal que ya se está recuperando de la deuda extrema, la inflación desenfrenada de dos dígitos y una moneda muy devaluada. Para evitar que la producción de petróleo se deteriore, la administración de Fernández implementó medidas para apuntalar la industria petrolera argentina. Esto incluye establecer un precio mínimo de venta nacional de Brent de $ 45 por barril y reducir a cero los impuestos a la exportación de petróleo y productos refinados. La captura para las compañías petroleras que operan en Argentina es que deben mantener el ritmo de las actividades, incluida la producción, en los niveles de 2019.

Esas medidas no están teniendo el efecto deseado. A pesar de que la producción de petróleo en junio de 2020 creció un 2.5% en comparación con el mes anterior, el gas natural disminuyó un 2%. Los altos costos de equilibrio de $ 45 a $ 50 por barril, los precios del petróleo fuertemente más débiles, las restricciones de coronavirus y la falta de demanda de exportación están haciendo que las compañías petroleras esperen y vean un enfoque que impide la inversión. Mientras existan esos factores, la producción de petróleo de Argentina será significativamente más débil y afectará drásticamente las exportaciones y los ingresos fiscales. 

Por estas razones, el anuncio de Buenos Aires de que había llegado a un acuerdocon acreedores extranjeros para reestructurar su deuda soberana, para evitar otro impago, no podría haber llegado a una mejor coyuntura. Esto le da a la administración de Fernández un respiro que necesita desesperadamente mientras intenta resolver los importantes vientos en contra que afectan a la industria petrolera argentina.