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ANÁLISIS
Escribe Alonso: Catalina Alfaro, pionera de la minería argentina
EL TRIBUNO/MINING PRESS
19/12/2022

RICARDO N. ALONSO *

El estudio de documentos históricos puede llevar a descubrimientos curiosos e insospechados. Precisamente un informe minero del siglo XVIII, trae incorporado el nombre de una mujer minera en un tiempo en que ellas estaban proscritas.

Toda una mitología diabólica del mundo de los socavones ponía freno a la presencia de las mujeres en las minas. Y también de los curas, quienes promovían un sincretismo entre los intereses del diablo en las profundidades y de vírgenes y santos en la superficie.

Las mujeres sólo podían trabajar en el exterior de la mina, en las canchas de minerales, haciendo el trabajo de palliris. Las palliris eran las encargadas de seleccionar el mineral, o sea separar lo útil o mena de lo inútil o ganga. La salteña Lola Mora, dejó el arte para dedicarse a la minería y al petróleo. Realizó cateos en varias minas antiguas, del tiempo de los incas o los jesuitas. Siempre quedó flotando en el aire si, como mujer disruptiva en su tiempo, la minería no fue un desafío en contra de esas creencias fuertemente enraizadas en la cosmovisión andina.

Sea como fuere, Lola Mora se inscribe en el selecto grupo de mujeres pioneras de la minería argentina. Al igual que Ascensión Isasmendi de Dávalos, primera empresaria minera de Salta, dueña de minas de boratos en los salares de Hombre Muerto y Diablillos. Ella pidió a su nombre las concesiones mineras, explotó el mineral ulexita o borato común en sus minas Providencia y Calchaquina al sur del salar del Hombre Muerto, realizó la concentración y beneficio para aumentar la ley del producto, vendió el borato seco y embolsado a los compradores, negoció las propiedades con terceros, transfirió las minas por testamento a sus hijos, en fin, una larga cadena de acciones mineras que la convierten en la primera empresaria mujer en el rubro minero.

Tampoco podemos dejar de mencionar a Annie Mulryan O'Neil, una norteamericana de origen irlandés que se radicó en Jujuy a fines del siglo XIX para explotar oro en Rinconada y boratos en Salinas Grandes. Mujer de armas llevar, Annie es recordada por su fuerte carácter y su energía inusitada tal como lo señaló el famoso arqueólogo sueco Eric Boman quien la conoció personalmente. Ascensión Isasmendi de Dávalos y Annie Mulryan, quedaron viudas con hijos pequeños y tuvieron que hacerse cargo de los negocios familiares. Ellas dos tuvieron su mayor actuación a fines del siglo XIX, mientras que Lola Mora lo hizo en la década de 1920.


LA PIONERA DEL ACONQUIJA
A esta exclusiva lista hemos podido agregar ahora a doña Catalina Alfaro, de quien carecemos de mayores datos biográficos, pero que fue una mujer minera tal como se demuestra en un documento del siglo XVIII rescatado del Archivo General de Indias de Sevilla.

El asunto es serendípico por donde se lo mire. En lo que hoy es territorio de Catamarca, al sureste del Campo del Arenal y sobre la ladera occidental del Aconquija se encontraban las ruinas de un gran ingenio metalúrgico abandonado. Por el tamaño de las construcciones, las acequias para transportar agua, las piedras de molino, los restos de menas minerales, las escorias de fundición, los restos carbonizados de leña y otras evidencias fácticas, hubo allí un importante establecimiento metalúrgico.

El ingenio estaba ubicado sobre el río Potrerillos y si bien esa ubicación era perfecta por la cantidad de agua necesaria para mover las grandes ruedas hidráulicas de molienda, también traía aparejado el riesgo geológico de las inundaciones por flujos densos o volcanes de barro. Al parecer el lugar fue castigado en un par de oportunidades hasta quedar completamente abandonado. Fue así que a fines del siglo XVIII ya no quedaban más que las ruinas y los viajeros del siglo XIX no lograban explicarse que era lo que allí se hacía exactamente ya que no había fuentes de minerales en los alrededores próximos, ni quedaban tradiciones orales.

El velo se correría gracias al ingeniero de minas sueco Carlos F. Stubbe, radicado en Tucumán a principios del siglo XX. Intrigado por el tema, Stubbe recurrió al Archivo de Indias y obtuvo copia de un manuscrito que daba cuenta detallada de las minas que se explotaban y de los ingenios que las trataban dentro de ese complejo metalúrgico colonial; el más importante en el norte argentino.

Estaba allí la ciudad de San Carlos del Arenal, hoy tapada por la arena, pero bien visible hoy en las imágenes de Google. Fue fundada y habitada por vecinos de Salta y de Potosí. Notables vecinos de Salta, como los Arias Rengel, Saravia, Puchetta, Burela, entre otros, figuran entre los propietarios de minas o ingenios en el complejo minero metalúrgico de San Carlos del Arenal. Entre ellos destaca Francisco Gabino Arias Rengel, gobernador de Salta en tiempos coloniales, navegante del Bermejo y explorador del Chaco.

El tema lo hemos desarrollado en profundidad en el libro "Historia Minera Colonial. Documento Minero Inédito del Noroeste Argentino en el Archivo General de Indias", publicado en coautoría con Natalia Solís, Emilia Silva y Noemí Robles por editorial Mundo Gráfico Salta en 2018. Allí comentamos la visita que hizo el 20 de julio de 1762 el Alcalde Veedor del Cerro Rico de la Villa Imperial de Potosí y Visitador de Minas y Registros don Juan José de Argumosa, a las minas de Nuestra Señora del Rosario de Anselpoca en Aconquija.


EL INFORME DE ARGUMOSA
Argumosa debió ser un experto minero ya que se lo consigna como "consumado en la inteligencia de minerales". En esa su ya novena visita al distrito minero, las que comienzan en 1760, informa que visitó las labores realizadas en la mina Nuestra Señora de Aránzazu perteneciente a doña Catalina Alfaro.

Señala que Catalina contaba con "registro en mano" y haber hecho ese registro en forma legal acreditando "pella y metal en mano", lo que hoy en día sería la muestra legal. O sea, demostraba no solamente que había encontrado metal sino también que lo había beneficiado con azogue (mercurio) para obtener una pella. Y que los derechos los compartía con su legítimo marido Alejo Fernández.

Llama la atención que se refiere siempre a Catalina como "doña Cathalina Alfaro" y a su marido sin ningún apelativo de don. Informa que Catalina había realizado el pedimento a partir de la "Estaca de su Majestad cerro arriba" y que la veta requerida era distinta a las demás del lugar por lo que solicitaba se le concedieran 60 varas, unos 50 metros de longitud aproximadamente. Argumosa da fe de que entró en persona a dicha labor donde se hallaba el "Pozo de Real Ordenanza", lo que hoy se conoce como la labor legal.

Señala que la labor es de "grande fundamento en metales pacos de caudal de dos tercias de ancho", o sea de minerales oxidados o pacos como les llamaban los incas y alrededor de un 1,5 m de espesor aproximadamente. Apunta que el mineral es de "buenos panizos" (calidad en metales) y se encuentra en "cajas firmes", o sea una veta metalífera en roca dura. También menciona la palabra "criaderos" que siguió usándose hasta nuestros días para hacer referencia a una veta metalífera rica y de fácil explotación. Señala además que mandó sacar una muestra para reconocer su calidad y ley por parte del beneficiador o ensayador de metales. Se refiere a don Domingo Thenorio, experto en la práctica del beneficio y conocimiento de metales, quien acompañaba a Argumosa en sus visitas oficiales.

Cumplidos todos los requisitos y en nombre de su Majestad Real, el visitador Argumosa otorgó la concesión minera a doña Catalina Alfaro y su marido Alejo Fernández en un todo de acuerdo con las ordenanzas mineras de entonces.

A falta de "papel sellado", hizo las diligencias debidas en un papel común y lo mandó a firmar además por dos testigos que lo acompañaban a quienes nombra como Eusebio Joseph de Escasena y Francisco Masías de la Guardia. Téngase presente que las minas descriptas con sus viejos nombres en el documento de Indias son las que hoy forman parte del distrito minero de Bajo de la Alumbrera, Farallón Negro, Agua Rica y otros.

Catalina Alfaro es entonces una mujer minera de mediados del siglo XVIII, salteña o potosina, casada legítimamente con Alejo Fernández, que poseyó minas metalíferas subterráneas, que explotó los metales y que esos metales fueron enviados para su tratamiento en los ingenios metalúrgicos cercanos de la ciudad de San Carlos del Arenal. Tenemos así a una auténtica pionera mujer de la minería argentina.

* Doctor en Ciencias Geológicas


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews