STANLEY REED

Este podría ser el año en que los gigantes del petróleo, especialmente en Europa, comiencen a parecerse más a las empresas eléctricas.

A finales del mes pasado, Royal Dutch Shell ganó una licitación para construir un gran parque eólico en la costa de los Países Bajos. A principios de año, la francesa Total, propietaria de un fabricante de baterías, acordó hacer varias grandes inversiones en energía solar en España, y un parque eólico frente a Escocia.

Total también compró una empresa de servicios públicos de electricidad y gas natural en España y se unió a Shell y BP para ampliar su negocio de recarga de vehículos eléctricos.

Al mismo tiempo, las compañías están abandonando sus planes de perforar más pozos a medida que recortan sus presupuestos. Shell dijo recientemente que retrasaría la construcción de nuevos campos en el Golfo de México y en el Mar del Norte, mientras que BP ha prometido no buscar petróleo en ningún país nuevo.

Impulsadas por los gobiernos e inversores a abordar las preocupaciones sobre el cambio climático en relación con sus productos, las empresas petroleras europeas están acelerando su producción de energía más limpia (generalmente electricidad, a veces hidrógeno) y promoviendo el gas natural, que, según sostienen, puede ser un combustible de transición más limpio del carbón y el petróleo a las energías renovables.

Para algunos ejecutivos, la repentina caída de la demanda de petróleo causada por la pandemia (y el consiguiente colapso de las ganancias) es otra advertencia de que, a menos que cambien la composición de sus empresas, corren el riesgo de ser dinosaurios en vías de extinción.

Esta visión en evolución es más sorprendente porque es compartida por muchos veteranos del negocio del petróleo.

"Durante los últimos seis años, hemos tenido una volatilidad extrema en los productos básicos del petróleo", dijo Claudio Descalzi, de 65 años, director general de Eni, que ha estado con esa empresa italiana durante casi 40 años. Dijo que quería construir un negocio cada vez más basado en la energía verde en lugar del petróleo.

"Queremos alejarnos de la volatilidad y la incertidumbre", añadió.

Bernard Looney, un empleado de BP desde hace 29 años que se convirtió en director general en febrero, declaró recientemente a la prensa: "lo que el mundo quiere de la energía está cambiando, por lo que tenemos que cambiar, francamente, lo que ofrecemos al mundo".

La apuesta es que la electricidad será el principal medio de entrega de energía más limpia en el futuro y, por lo tanto, crecerá rápidamente.

Los gigantes estadounidenses como Exxon Mobil y Chevron han tardado más que sus homólogos europeos en comprometerse con los objetivos relacionados con el clima que son de tan largo alcance, según los analistas, en parte porque se enfrentan a una menor presión gubernamental y de los inversores (aunque últimamente la comunidad financiera de los Estados Unidos se está haciendo oír cada vez más).

"Estamos viendo una diferenciación mucho más grande en la estrategia corporativa" que separa a las compañías petroleras estadounidenses y europeas "que en cualquier otro momento de mi carrera", dijo Jason Gammel, un analista petrolero de Jefferies, un banco de inversiones.

Empresas como Shell y BP están tratando de posicionarse para una era en la que dependerán mucho menos de la extracción de recursos naturales de la tierra que del suministro de energía como un servicio adaptado a las necesidades de los clientes, más parecido a las empresas de electricidad que a las perforadoras petroleras.

Esperan aprovechar los miles de ingenieros que tienen contratados para gestionar la construcción de nuevos tipos de plantas energéticas; sus vastas redes de estaciones de venta al por menor para proporcionar servicios como la carga de vehículos eléctricos; y sus oficinas de comercio, que normalmente compran y cubren una amplia variedad de futuros energéticos, para organizar el suministro de energía de bajo carbono para las ciudades o las grandes empresas.

Todas las grandes empresas petroleras de Europa han establecido ahora objetivos para reducir las emisiones de carbono que contribuyen al cambio climático. La mayoría ha establecido una ambición de "cero neto" para 2050, un objetivo que también han adoptado gobiernos como la Unión Europea y Gran Bretaña.

Las empresas planean llegar a esa meta vendiendo cada vez más energía renovable y, en algunos casos, compensando las emisiones con las llamadas soluciones basadas en la naturaleza, como plantar bosques para absorber carbono.

La electricidad es la clave de la mayoría de estas estrategias. El hidrógeno, un gas de combustión limpia que puede almacenar energía y generar energía eléctrica para los vehículos, también desempeña un papel cada vez más importante.

Los cambios que se avecinan son más claros en BP. Looney dijo este mes que planeaba aumentar la inversión en negocios de baja emisión como la energía renovable en diez veces en la próxima década a 5.000 millones de dólares al año, mientras que reduciría la producción de petróleo y gas en un 40%.

Para 2030, BP pretende generar electricidad renovable comparable a unas pocas docenas de grandes parques eólicos marinos.

Looney, sin embargo, ha dicho que la producción de petróleo y gas debe ser retenida para generar dinero en efectivo para financiar el futuro de la compañía.

Ambientalistas y analistas describieron la declaración de Looney de que la producción de petróleo y gas de BP disminuiría en el futuro como un avance que presionaría a otras compañías a seguir.

La medida de BP "los diferencia claramente de sus pares", dijo Andrew Grant, un analista de Carbon Tracker, una organización sin fines de lucro de Londres. Señaló que la mayoría de las otras compañías petroleras hasta ahora no han estado dispuestas a enfrentar "la perspectiva de producir menos combustibles fósiles".

Si bien hay escepticismo tanto entre los ambientalistas como los inversores sobre si las compañías centenarias como BP y Shell pueden aprender nuevas formas de trabajar, sí aportan escala y conocimientos técnicos a la tarea.

"Pasar de una economía mundial que depende de los combustibles fósiles para el 80% de su energía a otra cosa es una tarea muy, muy grande", dijo Daniel Yergin, el historiador de la energía que tiene un libro de próxima aparición, "El nuevo mapa", sobre la transición que se está produciendo en la energía.

Pero señaló: "estas empresas son muy buenas en la gestión de ingeniería grande y compleja que se requerirá para una transición de esa escala".