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RUSIA EN UCRANIA
Midcat, de olvidado a gasoducto clave. El rol del gas natural
DIARIOS/ENERNEWS/MINING PRESS
16/03/2022

Mucho se ha dicho de la importancia del gas ruso para Europa, según cifras de la UE el 45% proviene de la nación de Putin y es lo que llevó, hace 22 años, a elaborar una estrategia para disminuir esa dependencia y es ahí donde entra en juego el gasoducto Midcat. 

La Península Ibérica cuenta con un tercio de la capacidad de regasificación del conjunto de Europa, pero su capacidad de exportación está limitada. El gasoducto elevaría la capacidad de interconexión hasta los 15.000 millones de metros cúbicos, aunque lejos de los 55.000 millones del Nord Stream 1

El Midcat fue un proyecto de los operadores gasistas español (Enagás) y francés (Térega), iniciado a principios de los 2000, con una inversión prevista de 3.000 millones de euros, destinada a transportar 7.500 millones de metros cúbicos de gas natural cada año en ambas direccione

 


Midcat: el olvidado gasoducto que la guerra en Ucrania ha convertido en clave

NURIA RIUS/AS

Fins aquí llega el Midcat. Imagen de la infraestructura en Hostalric, donde llega el gasoducto procedente de Argelia que ahora se quiere intentar conectar con Francia.

"El presente Libro Verde es fruto de una constatación: el futuro aumento de la dependencia energética europea (...) y los riesgos que se derivan de esta". Así arrancaba en 2000 el documento de la Comisión Europea Hacia una estrategia europea de seguridad del abastecimiento energético en que se alertaba de la extrema dependencia que Europa tenía –y tiene– del gas ruso.

Según Bruselas, proviene el 45% del gas que llega a Europa. Veintidós años después, la invasión rusa en Ucrania y la consiguiente crisis energética, marcada por los precios desorbitados, ha vuelto a poner aquel debate encima de la mesa. Esta vez, sin embargo, con la sensación de que no hay tiempo que perder.

"La Unión Europa tiene que poder liberarse de la dependencia del gas y del carbón ruso. Y por eso tenemos que diversificar nuestras fuentes de energía", decía el pasado 5 de marzo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Las palabras de Von der Leyen tenían lugar en la capital española, en el marco de una visita oficial. El eco entre decirlas en Madrid o, como es habitual, en Bruselas, podría ser el mismo, si no fuera porque la propia presidenta de la Comisión resaltaba ante el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que "España tendrá un papel muy importante en el abastecimiento energético de Europa". ¿El motivo? La capacidad de poder proveer de gas como el que llega de Argelia al resto de los países europeos gracias a las interconexiones de la Península con Francia. Y aquí entra en juego un proyecto concreto, hasta ahora olvidado dentro de un cajón, que se sitúa cerca de los Pirineos, en el municipio de Girona de Hostalric: el gasoducto Midcat, que tenía que unir Catalunya con Occitania y que ahora se sitúa como una de las claves de la geopolítica europea.

Este gasoducto nace en Argelia –de donde España recibe gran parte del gas que importa–, entra por Almería trazando un camino similar al de Corredor Mediterráneo y actualmente muere en Hostalric. Tenía como promotores a Enagás y a la compañía francesa Teréga. En el año 2019, sin embargo, después de un informe independiente de la Comisión Europea encargado a la consultora Pöyry, el proyecto se paralizó por el elevado coste y las dudas sobre su rentabilidad a largo plazo. La opinión pública tampoco era partidaria de que se acabara: recibió las críticas de entidades ecologistas y de ayuntamientos por su impacto ambiental.

 

Fuente: Elaboración propia / Grafico: Eduard Forroll Isanda

"[En el informe] se apuntaba que solo en caso de que los precios del gas se dispararan mucho, o ante un conflicto con Rusia, sería interesante el Midcat. Se decía que eran cosas improbables, que, en cambio, al final han pasado y por eso ha vuelto el interés", explica Raúl Fernández, actual director general de negocio de gas natural de Factor Energia, que conoce de cerca la infraestructura. La pregunta ahora es si este gasoducto se puede retomar y qué impacto tendría. "Es el momento de poner las interconexiones en marcha", ha defendido Pedro Sánchez en la Cumbre de Versalles, consagrando así el proyecto. A pesar de la ambición mostrada por el presidente del Gobierno español, a la que hay que añadir la de Foment del Treball, a corto plazo, tanto la mayoría de los expertos como el propio ejecutivo español asumen que la crisis actual exige respuestas inmediatas –como por ejemplo un cambio en la regulación del mercado mayorista– y esta no lo es. En el mejor de los casos, fuentes del ministerio de Transición Ecológica apuntan que harían falta unos seis años para acabar la infraestructura.

Además, sobre el Midcat sobrevuelan algunas incógnitas. La primera es quién asume el coste. El Gobierno español no quiere que la finalización de la obra, así como su mantenimiento, recaiga sobre los contribuyentes del Estado, sino que quiere financiarla a escala comunitaria. Por ahora, Europa no se ha comprometido. "Aquí ya no hablamos de problemas técnicos, sino que es cosa de voluntad política", comenta Fernández al ARA. La segunda vuelve a ser la de la vida útil. Fuentes del ministerio que dirige Ribera apuntan al ARA que no solo hay que pensar en el gas que ahora se podría trasladar de Argelia al resto de Europa, sino en las tecnologías que se quieren potenciar en un futuro: "Si estamos defendiendo que hay que dejar de depender del gas y apostar por energías como el hidrógeno renovable, el gasoducto también tiene que ser capaz de transportar y no es fácil", aseguran. Además, esta no sería la única tecnología: encima de la mesa está la posibilidad de trasladar gas natural mezclado con biometano u otros gases renovables.

Tres protagonistas
De la misma manera que las palabras de Von der Leyen tuvieron un eco diferente en Madrid, las de Sánchez lo tuvieron en Versalles. Alrededor del Midcat, el protagonismo no solo lo toma España, sino también Francia y, en consecuencia, el resto de Europa.

Hoy en día el gasoducto no solo muere en Hostalric, sino que no tiene una continuidad con la parte francesa y, por lo tanto, no funcionaría. Diferentes voces del sector energético consultadas por el ARA aseguran que el país vecino "nunca ha mostrado interés". No solo por su apuesta por la energía nuclear, sino porque, a pesar de los avisos, Rusia ha sido siempre el proveedor preferido. Además, la decisión de poner punto final al proyecto "tampoco levantó mucha preocupación al Gobierno español", apuntan fuentes del sector al ARA.

"El Midcat es una pieza más", recuerdan desde el ministerio de Transición Ecológica. De hecho, su capacidad es de 9 bcm (miles de millones de metros cúbicos el año) de gas. Esta, sin embargo, se añadiría a los dos gasoductos que sí que están en funcionamiento en España y que conectan el País Vasco y Navarra con Francia (unos 8 bcm anuales). En total, son 17 bcm, lejos todavía de los 190 bcm que llegaron de Rusia a Europa en 2020. Ahora bien, hay que añadir las seis plantas de regasificación que hay en España (siete, si se tiene en cuenta a Portugal) y que permiten convertir el gas líquido (GNL) que llega a la Península en gas normal, otorgándole un tercio de la capacidad de regasificación del conjunto de Europa, así como la posibilidad de transportar GNL a través de barcos metaneros.

Finalmente, existe la posibilidad de intercambiar energía a través de las interconexiones eléctricas, pero aquí la península Ibérica pincha porque estas se sitúan en el 6%, cuatro puntos por debajo del mínimo establecido por la UE para el año 2020 (un 10%). Fernández añade que una mejora de las interconexiones con Europa no solo reduciría la dependencia energética, sino que "facilitaría" la gestión del mercado eléctrico. "Pueden competir más actores", apunta. Una idea que también se recogía hace 22 años en el libro verde de la Comisión Europea.


Guerra en Ucrania: La importancia del gas natural licuado para Europa

mahmoud rabani*/GIPUZKOA

Para no depender del gas ruso en caso de conflicto, Europa necesita todavía estar equipada con la infraestructura necesaria. Alemania no tiene una terminal de gas natural licuado y de repente se ha dado cuenta de su dependencia

El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, dejó claro ante la Eurocámara que no van a cambiar los derechos humanos por el gas ruso. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, afirmó anteriormente que la UE está preparada para enfrentarse a un corte abrupto del gas ruso por la crisis en Ucrania. Las preocupaciones se centran en la interrupción del gas natural en un mercado ajustado y una geopolítica tensa. Los precios europeos del gas son más de cuatro veces más altos que hace un año y aumentaron un 30% el día de la invasión rusa de Ucrania , una situación que está ejerciendo presión sobre los hogares y las empresas, como los fabricantes de fertilizantes y los productores de metales, que utilizan mucha energía. La UE está tomando medidas por un cambio hacia la importación del gas natural licuado principalmente de EEUU.

Históricamente, los mayores volúmenes de gas natural (95% metano) que se vendían en Europa eran principalmente rusos —argelinos en España—, a través de gasoductos y mediante contratos a largo plazo que duraban varias décadas. En las tuberías, el gas se transporta. Sin embargo, para trasladarlo al otro lado del planeta sin gasoducto, es necesario hacerlo en forma de gas natural licuado (GNL). Para ello, se requiere una infraestructura colosal y, lógicamente, con un coste más alto: es necesario enfriar el gas a -161°C para licuarlo, y luego transportarlo en enormes barcos de GNL (metaneros), y luego regasificarlo a su llegada en una nueva terminal. De ahí el nombre de "gas natural licuado".

Una revolución silenciosa ya estaba transformando el mercado del gas con mayor presencia del GNL en el comercio global. Varios factores explican este cambio: en primer lugar, el consumo mundial de gas ha continuado aumentando significativamente. En 2019 aumentó después de incremento también del 4,6% en 2018, tras un crecimiento ya significativo del 3% en 2017, según cifras de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). El consumo de gas natural disminuyó el 1,4% en el mundo en 2020 por la pandemia del covid-19, pero se elevó un 4,5% en China en el mismo año y otra vez a nivel mundial en 2021. Solo el GNL está creciendo un 5% anual, y se espera que este aumento continúe durante los próximos años.

En varios países, el gas natural se está haciendo cada vez más importante para obtención de la energía, y no solo en la calefacción, reemplazando otros combustibles fósiles. Ello se debe a que la combustión de gas natural emite aproximadamente la mitad de dióxido de carbono que el carbón y un 30% menos que el petróleo, así como muchos menos contaminantes. En China, el deseo de reducir los efectos negativos del carbón en el medio ambiente está llevando a Pekin a importar volúmenes cada vez más grandes de GNL. En Japón, el cese de la producción de energía nuclear después del desastre de Fukushima también ha llevado a importaciones masivas. En EEUU, los enormes descubrimientos del gas natural no convencional de lutita o esquisto/pizarra (por fracturación hidráulica, método criticado por los defensores de medioambiente por la contaminación del aire y el agua debido a los productos químicos tóxicos utilizados y los escapes del metano de gran efecto invernadero) han reducido drásticamente los precios y generalizado el uso del gas en la industria y la producción de electricidad, hasta el punto de competir fuertemente con el carbón.

Estos nuevos mercados han desbordado los límites habituales del gas, hasta el punto de convertirlo en un importante reto geopolítico. Los europeos saben que, al activar sus medidas sancionadoras contra Rusia por la invasión de Ucrania, Moscú podría decidir, en represalia, usar el arma del gas—algo descartado actualmente, excepto en caso de eliminar a los bancos rusos que permiten comprar el gas de la red interbancaria SWIFT ya que Rusia no va a vender su gas gratuitamente . El 46,8% de las importaciones de la UE procedían de Rusia en el primer semestre de 2021; el 20,5% de Noruega, el 11,6% de Argelia, 6,3% de EEUU y el 4,6% de Qatar. En Letonia (100%), Finlandia (97,6), Hungría (95%), Austria, Romania, Bulgaria, Chequia, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, casi el 80% procede de Rusia; Es más del 50% en Alemania, Suecia y Polonia; de algo más del 20% en Francia e Italia y del 0% en España. Nuestro país no depende del gas natural ruso, a diferencia de gran parte de Europa, pero se podría ver lastrado, un aumento de la inflación.

Ante este panorama, EEUU principal exportador de GNL en 2022, por delante de Qatar y Australia gracias a la apertura de nuevas terminales en Texas y Louisiana, viene a suplir las carencias de los europeos, con exportaciones cuadruplicadas en un año (cinco millones de toneladas en enero).

Para no depender del gas ruso en caso de conflicto, Europa necesita todavía estar equipada con la infraestructura necesaria. Alemania no tiene una terminal de GNL y de repente se da cuenta de su dependencia. "El gas licuado es una solución alternativa a la importación de gas ruso", dijo el portavoz del canciller Scholz, recordando que se estaban elaborando "varios proyectos" de terminales en el norte del país. Uno de los países europeos que quiso liberarse muy rápidamente del gas ruso es Polonia. Ya en 2006, comenzó a construir una terminal de GNL en el Mar Báltico, que comenzó a operar en 2016. Polonia luego firmó acuerdos de suministro a largo plazo con compañías estadounidenses como Cheniere Energy y Sempra Energy. España cuenta con la mayor capacidad de regasificación de gas licuado de todos los países europeos con seis plantas, una en Bilbao — Reino Unido, Francia y Turquía cuentan con cuatro e Italia con tres... —Además tiene conexiones del gasoducto de Navarra con Francia por Irún y otro en los planes de la OTAN entre España y Alemania para aliviar la dependencia del centro de Europa del gas ruso.

En el ámbito de la UE, se está abogando por la seguridad del gas natural, en una primera fase de la transición energética, por sus bajas emisiones en comparación con el petróleo y el carbón, tal como hemos señalado anteriormente, y en asegurar su suministro en caso de conflicto en Ucrania, como lo demuestra una declaración de Joe Biden y Ursula von der Leyen, emitida a fines de enero: "EEUU y la UE están trabajando juntos en el suministro de gas natural (GNL) a la UE para evitar problemas de suministro, incluidos los que podrían resultar de una nueva invasión rusa de Ucrania".

La Comisión ha intensificado sus contactos para diversificar sus suministros. EEUU ha aumentado significativamente sus entregas de gas natural licuado (GNL), como hemos señalado. También se ha solicitado GNL a Qatar, Egipto, Azerbaiyán y Nigeria.. Los clientes tradicionales de estos países acordaron pasar su turno, y en enero unos 120 barcos transportaron 10.000 millones de metros cúbicos de GNL a los puertos europeos. Estos suministros no podrán suplir una supresión total del gas ruso, que parece poco creíble. Los Veintisiete se prepararon para lo peor: cada uno elaboró un plan de emergencia que determinaba qué instalaciones industriales dejarían de funcionar, para que los hogares estuvieran protegidos.

 

Alemania anunció el 22 de febrero que suspende la autorización del gasoducto Nord Stream 2, un día después del reconocimiento por Rusia de las dos republicas separatistas de Donbás en Ucrania y la entrada de las fuerzas armadas rusas en ellas. La inauguración de este gasoducto estaba prevista en la segunda mitad del año, y se suponía que suministraría a Alemania la mitad de su gas a través del Báltico sin pasar por Ucrania. La situación actual, con amenazas rusas de disminuir/cortar el suministro y por otra parte la demanda de algunos de boicot al gas ruso pero con muchos en contra, aconseja aumentar los esfuerzos para asegurar el suministro del gas natural en Europa, especialmente de GNL de los países citados arriba, aparte de intensificar la producción de energías renovables en una estrategia de sostenibilidad energética. Lo ideal es que el gas ruso sea un puente de buena convivencia e intercambio económico entre la UE y Rusia sobre la base del derecho internacional y el respeto a los derechos humanos. En todo caso, el camino es inventar una "Unión de la energía" para la UE ante los retos energéticos y problemas políticos. 

*Doctor en ciencias químicas. Director de Sustainable Development overseas-programme

 


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