PABLO MARCET *
En ocasión del Día Mundial del Agua celebrado recientemente, nuevamente fuimos espectadores de múltiples proclamas contra la minería. Seguramente, quienes las agitaron son personas tan bien intencionadas como mal informadas. Aquí, algunas observaciones al respecto:
Pegarle a la minería paga. Al político le suma votos, al ambientalista le genera suscripcciones, al vecino le otorga la sensación de superioridad moral.
Seguimos escuchando eslóganes tales como "el agua vale más que el oro" y "las próximas guerras serán por el agua". También, que compañías multinacionales y oscuros intereses extranjeros buscan adueñarse de nuestra agua. O contaminarla.
En Argentina, al igual que en la región y en casi todo el mundo, el consumo de agua dulce se distribuye, aproximadamente, en los siguientes usos: 70% agropecuario, 20% industrial y 10% doméstico. En las pocas provincias argentinas con minería, el uso del sector equivale al 1% del total. Este 1% prácticamente desaparece en comparación con las pérdidas por ineficiencia en el uso agropecuario, que pueden ser del orden del 40%.
Grandes cantidades de agua dulce se derrochan también en usos domésticos, por ser un recurso subsidiado, a veces gratuito y que generalmente no se mide. La incidencia de estas pérdidas es difícil de calcular pero -seguramente- superan al porcentaje de uso minero.
El agua dulce no es escasa ni paga su costo de transporte a distancia. Por eso no tiene sentido ni una guerra por el agua ni su robo intercontinental. Un simple análisis sirve para ilustrar estos puntos:
El Río de la Plata descarga 22 millones de litros por segundo de agua dulce al mar. Agua dulce que, simplemente, se pierde. Ese caudal que se desperdicia equivale al uso doméstico (hogares, ciudades, hospitales, etc.) de los 1.000 millones de personas que habitan las Américas.
El Río Amazonas descarga 180 millones de litros por segundo al mar. Esta cifra equivale al uso doméstico de 10.000 millones de personas, cifra que supera a la población mundial.
Si alguna nación quisiera apropiarse de agua dulce, sólo tendría que visitar la desembocadura de estos u otros ríos con buques cisternas y llevarse el agua que simplemente vemos pasar.
Finalmente, aún en zonas áridas, el agua no es un recurso escaso. Allí donde falta el agua lo que escasea es la inversión.
* Geólogo.