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ESCENARIO
Sequía expone problemas más profundos para Argentina
DIÁLOGO CHINO/MINING PRESS/ENERNEWS

Los agricultores verán la peor cosecha de soja en 23 años, ya que la mala salud del suelo agrava los impactos de la sequía

07/06/2023

JUAN CHIUMMIENTO

Tal como lo ha hecho durante 35 años, Gustavo Recupero inspecciona unas 70.000 hectáreas de tierras de cultivo cada semana en la región pampeana del centro de Argentina. Ingeniero agrónomo e ingeniero agrónomo, asesora a productores aquí en una de las zonas agrícolas más fértiles del país. Pero, dice, "nunca había visto esto", hablando de los impactos de una sequía que ha perdurado durante las últimas tres temporadas.

Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), desde mediados de 2020, el corazón agrícola de Argentina, que comprende las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa y Córdoba, registra un déficit hídrico equivalente a las precipitaciones de todo un año. En 2023, los impactos de este déficit generarán pérdidas estimadas para la economía nacional de US$ 20.000 millones, lo que representa más del 3% del PIB.

Este déficit hídrico ha sido impulsado principalmente por un tercer año consecutivo de La Niña, un fenómeno climático natural, aunque los efectos del cambio climático han agravado la situación. En febrero, científicos de la iniciativa World Weather Attribution informaron que el cambio climático, aunque no es la causa directa, ha exacerbado este período de sequía, que se ha sentido en toda América del Sur.

Pero la persistencia de La Niña -que ha dejado a agricultores y comerciantes contando con el costo de la producción fallida- no ha sido el único factor que ha contribuido a estas pérdidas, según expertos como Rubén Walter, director de estimaciones agrícolas de la Bolsa de Comercio de Santa Fe

La sequía, dice, ha golpeado en medio del continuo deterioro del suelo debido a ciclos y prácticas de producción profundamente arraigados, que las cifras en toda la agricultura argentina ahora están tratando de abordar para garantizar la sostenibilidad del sector.

<p>Un agricultor camina entre hileras de soja seca en Correa, provincia de Santa Fe, Argentina, en febrero de 2023. Los efectos de la sequía, impulsados ​​por La Niña, se vieron exacerbados por el deterioro del suelo debido a las malas prácticas agrícolas (Imagen: Eduardo Bodiño / Alamy)</p>


UNA COSECHA PARA OLVIDAR
Debido a los impactos de la sequía, la producción de esta temporada de los tres principales cultivos de Argentina -soja, maíz y trigo- rondará las 65 millones de toneladas, una caída interanual del 45%, según datos del BCR consultados por Diálogo Chino. Ha sido un momento especialmente difícil para la producción de soja, que está experimentando su peor temporada en 23 años.

“Este año fue nefasto”, dice Valeria Caponi, productora de soja de Cañada de Gómez, localidad de la oriental provincia de Santa Fe. Ella describe cómo sus mejores parcelas rindieron, por hectárea, apenas 11 quintales (una unidad utilizada en la agricultura; un quintal equivale a 100 kg), en comparación con los rendimientos históricos de alrededor de 35 quintales por hectárea. 

“Tuve otros que dieron apenas uno”, agregó. “Mi padre tiene 71 años y nunca ha visto algo así”.

 

Los principales indicadores apuntan que la 2022/23 será una temporada para olvidar. Quizás la cifra más llamativa es la del área no cosechada de Argentina, la tierra que se sembró pero cuya cosecha se perdió antes de la cosecha: según datos del BCR, esta área ascendió a 36,4 millones de hectáreas, tres veces más que el máximo anterior observado en 2015/16. .

Se espera que la caída en la producción tenga un impacto significativo en los ingresos de comercio exterior de Argentina. Las estimaciones del BCR indican que el país verá una disminución del 40% en los ingresos por exportaciones de soja, en comparación con 2021/22, lo que representa una pérdida de alrededor de US$ 8.000 millones.

 

Entre los principales destinos de los productos de soja de Argentina se encuentran China -que concentra el 90% del comercio de soja- e India, principal comprador de aceite de soja. Para la harina y los gránulos de soja, las exportaciones están más distribuidas, con Vietnam, Indonesia, Argelia y los países de la Unión Europea entre los principales importadores.


NO SOLO LA SEQUÍA
La sequía es la principal causa de la caída de la producción agrícola argentina, pero han contribuido factores relacionados con un modelo productivo “tremendamente extractivo”, dice Recupero, quien realiza su labor de asesor de la Sociedad Rural de Rosario.

El agrónomo califica la situación como “muy grave”, con un 30% de los campos de soja con rendimientos entre 0 y 4 quintales por hectárea, cuando por lo general esas cifras oscilan entre 28 y 32 quintales por hectárea, según un informe de su autoría reciente .

Rubén Walter, de la Bolsa de Comercio de Santa Fe, se hace eco de las preocupaciones de Recupero. “Durante los últimos diez años hemos estado observando un proceso de deterioro físico del suelo”, explica. “La estructura del suelo, su permeabilidad, el movimiento interno de las raíces, no está en las mismas condiciones que hace una década”.

Para Sergio Montico, profesor de ordenamiento territorial de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario, el proceso de degradación de los suelos en Argentina lleva décadas. “No hemos hecho las cosas bien en cuanto a prácticas tecnológicas para mitigarlo”, dice.

Varios productores agrícolas consultados comparten esta visión, pero se defienden señalando la dificultad de realizar las inversiones necesarias para mejorar la salud del suelo. “Son antieconómicos frente a la presión fiscal o la interrupción del mercado”, dice un agricultor, que pidió no ser identificado. “Solo inviertes en lo que puedes, para ser honesto”, dice otro.

En noviembre de 2022, el Banco Mundial publicó un informe en el que recomendó una serie de medidas para la agricultura argentina en el contexto de sequías frecuentes y persistentes. Afirmó que el sector podría ayudar a garantizar su resiliencia mediante la adopción de técnicas climáticamente inteligentes, cultivos resistentes a la sequía y esquemas de seguros basados ​​en índices, según los cuales los pagos están relacionados con factores como los niveles de lluvia.

También están en marcha iniciativas para mejorar la gestión del agua, como el plan nacional del gobierno argentino para ampliar los sistemas de riego sostenibles, lanzado en abril. Actualmente, solo el 5% de los 42 millones de hectáreas de tierras agrícolas del país son de regadío, y el plan apunta a invertir US$2.000 millones para duplicar esta superficie. 

Hasta el momento se han implementado proyectos que cubren aproximadamente 160.000 hectáreas, pero el anuncio de nueva financiación puede ayudar a alcanzar la ambiciosa meta del plan de extender los sistemas de riego en 1,9 millones de hectáreas adicionales de tierra.

Según Montico, quien trabaja desde hace más de tres décadas en prácticas de manejo y conservación de suelos, el país debe recuperar el tiempo perdido, pues ha prevalecido una actitud pasiva durante demasiado tiempo. “La forma en que hacemos agricultura en Argentina, no estamos acostumbrados a hacer pronósticos, planificar, mitigar o adaptar”, dice.

Walter está de acuerdo, describiendo un desprecio por la degradación del suelo entre muchos agricultores experimentados acostumbrados a las vicisitudes de la producción. “Hay una frase que escucho a menudo cuando voy al campo”, explica, “que la tierra 'resistirá'”.


¿RESISTIRÁ EL SUELO?
Con el trabajo programado para comenzar pronto para la próxima temporada, se espera que este período prolongado de sequía severa se desvanezca en la memoria. Pero no será una temporada con niveles de agua normales. 

Tanto Mario Navarro, director del observatorio meteorológico de la ciudad de Salsipuedes en la provincia de Córdoba, como José Luis Stella, climatólogo del Servicio Meteorológico Nacional, cuentan la llegada proyectada de El Niño, el fenómeno meteorológico homólogo de La Niña que probablemente traerá precipitaciones por encima del promedio.

Para algunos, esto podría ser visto como una gran noticia, contrarrestando los tres años de sequía impulsada por La Niña. Sin embargo, advierten los expertos, las lecturas no son del todo lineales.

“No se puede esperar que después de una o dos lluvias, dentro de dos meses, el perfil del suelo vuelva a estar en óptimas condiciones”, dice Rubén Walter. Las aguas subterráneas, dice, “se recargarán parcialmente, pero buena parte del agua se escurrirá. Tendremos áreas con mucha agua escurriendo, y si medimos el suelo, veremos, a [una profundidad de] 80 o 90 centímetros, falta de agua”.

Con suelos en su “condición más seca de los últimos 30 años”, según la analista del BCR Marina Barletta, el panorama para la agricultura argentina aún es incierto. Un informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires lo dice con toda claridad: aunque pueden llegar lluvias intensas, luego de tres años de sequía, “no se debe esperar un alivio rápido”.


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews