La canciller reconoce un “error” personal y pide perdón a la ciudadanía por la inseguridad generada
"Este error es única y solamente mi error". Con estas palabras ha anunciado la cancillera alemana Angela Merkel el freno a las medidas restrictivas adicionales previstas para los primeros cinco días de abril que el Gobierno federal y los estados federados habían pactado y anunciado hace menos de 48 horas.
Con ellas pretendían paralizar prácticamente por completo el país durante los días festivos de Semana Santa. "Sé que todo el proceso generó una inseguridad adicional y pido por ello disculpas a la ciudadanía”, añadió Merkel.
Las autoridades alemanas paralizan así una parte del paquete de medidas que Merkel calificó como "freno de emergencia" y que consideraban fundamental para cortar las cadenas de contagio de lo que llaman ya abiertamente "tercera ola de la pandemia".
El Gobierno federal argumenta que la actual mutación del coronavirus, mayoritaria en Alemania, es más agresiva y contagiosa, y que sin medidas adicionales el sistema sanitario colapsará en pocas semanas. Una parte de ese "freno de emergencia" queda levantado; el resto de medidas se mantienen.
La sorprendente decisión de Merkel, anunciada en una breve comparecencia de prensa en la que no aceptó preguntas, viene precedida por una ola de críticas -algunas procedentes de las propias filas de la unión conservadora CDU-CSU- a la forma y el fondo del último paquete de medidas: además de las críticas de la oposición de la ultraderecha de AfD y de los liberal-conservadores de FDP, algunos parlamentarios democristianos atacaron abiertamente a Merkel en las redes sociales.
Las críticas también llegaron de asociaciones de comerciantes, que consideraban que el cierre casi total de los establecimientos entre los días 1 y 5 de abril era contraproducente porque habría provocado aglomeraciones los días previos en supermercados y las tiendas que todavía están abiertas. La ejecución del cierre casi total también generaba dudas legales en el Gobierno federal alemán.
Más allá de las cuestiones legales y de los problemas de la aplicación de las restricciones adicionales para los días festivos, la decisión de Merkel tiene una lectura política: la CDU no deja de descender desde hace semanas en las encuestas de intención de voto, en las que ya se encuentra claramente por debajo del 30%. .
Una reciente proyección electoral del instituto Forsa incluso coloca a los democristianos en el 26%, a sólo cuatro puntos de los ecoliberales de Los Verdes. La CDU llegó a rozar el 40% de intención de voto en el momento más grave de la pandemia.
El nuevo presidente de la CDU, Armin Laschet, ha sido una de las voces críticas con la gestión de la pandemia encabezada por Merkel. El perdón público de la cancillera puede ser interpretado como un intento de proteger a la figura política democristiana considerada como continuista de su herencia política y que aspira a presentar una candidatura a la cancillería.
El vaivén en las decisiones para frenar la pandemia y en su comunicación, sumado a la lenta campaña de vacunación -poco más del 4% de la población está completamente inmunizado- y algunos casos de enriquecimiento personal protagonizados por diputados conservadores a costa de la venta de mascarillas, amenaza a los democristianos, que apuntan a obtener su peor resultado electoral de la historia en las elecciones federales previstas para el próximo septiembre.
Las encuestas ya trazan, de hecho, una mayoría electoral alternativa a un Ejecutivo federal liderado por la CDU-CSU. La unión conservadora lleva 16 años gobernando ininterrumpidamente Alemania.