"En 15 años los biocombustibles nos costaron a los argentinos más de US$ 7.400 millones”, dijo Martín Bronstein, presidente del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad
Con las aguas todavía agitadas por las versiones del pedido de renuncia del ministro Martín Guzmán al subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, por los nuevos esquemas tarifarios necesarios para reducir los subsidios estatales, las voces en contra del fomento a energías caras e ineficientes toman vuelo con otra fuerza.
“En 15 años los biocombustibles nos costaron a los argentinos más de 7.400 millones de dólares. Hay que estar más allá de los lobbies y ser lo más racional posible a la hora de elaborar un proyecto de ley”, disparó Martín Bronstein, presidente del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys), en declaraciones a radio La Red.
El experto remarcó que “un litro de bioetanol tiene el 75% de la energía de un litro de nafta, y encima es más caro. ¿A quién le sirve esto? A la Argentina seguro que no”, afirmó.
“Los miles de millones de litros de combustibles a base de soja, maíz y caña de azúcar que anualmente se producen no tributan el impuesto a los combustibles ni al dióxido de carbono que sí pagan los combustibles derivados del petróleo”, señaló Bronstein. “Ese dinero no llega a las arcas del Estado y va directo al bolsillo de un grupo de empresarios que vivieron 15 años a expensas de todos nosotros”, cuestionó.
Bronstein explicó que simultáneamente al costo para el Estado, el precio de los biocombustibles (mezclado el 12% de bioetanol con el litro de nafta y el 10% de biodiésel con el litro de gasoil) ha resultado sistemáticamente más elevado que el de los combustibles fósiles, lo que ha derivado en un mayor costo de los combustibles en el surtidor para los consumidores.
Ahora, en la Cámara de Diputados se discute un proyecto de ley con la intención de renovar el actual, que vence el miércoles de la próxima semana al cumplirse 15 años de su entrada en vigencia. Desde 2006 la Argentina otorgó beneficios fiscales para la construcción de plantas productoras de biocombustibles, les aseguró un mercado cautivo al exigir que se los utilice para mezclarlos con la nafta y el gasoil y se los eximió del pago de impuestos.
Consultado por el impacto medioambiental, Bronstein advirtió que los biocombustibles compiten con el precio de los alimentos y con la superficie cultivable para producir alimentos. “Genera desmontes, porque para producir soja necesitás desmontar, además de que requiere del uso de transgénicos, que cuestionan los grupos ambientalistas”, dijo.